Iglesias jesuitas junto al lago Titicaca
Jueves, 01 Agosto 2013
Santiago Apóstol: El día está radiante. El azul del cielo es intenso. No hay una sola nube. En el pasto que rodea a la iglesia hay unas 30 personas. Hombres por un lado y mujeres por otro. Casi todos visten de negro, con sus sombreros característicos del Altiplano. Me acerco y me presento, les pregunto qué hacen. Me sirven un vaso de cerveza mientras me cuentan que conmemoran los 6 meses de la muerte de un familiar. Miro alrededor y pienso, o son varios los familiares muertos, o el fallecido en cuestión tenía muchos amigos, o, con motivo del recordatorio, todo el pueblo se ha sumado a la chupadera colectiva. En la plaza, en los jardines, junto a la iglesia, en alguna calle… hay grupos, pequeños o grandes, en torno a varias cajas de cerveza.
Brindo con ellos mientras me hablan en aymara. Les digo que no, que no sé el idioma y les pregunto por esa costumbre de celebrar a los seis meses. Me dicen que así es, y que al año también celebran bailando. Les pregunto por la imponente iglesia que está junto a nosotros. Es el templo Santiago Apóstol hecho por los jesuitas en el siglo XVI. Junto a las iglesias del vecino Juli, era el epicentro de la gestión religiosa jesuita del sur de América, sobre todo de las misiones de Paraguay y la gran ruta de la plata de Mojos, que llegaba de Bolivia.
Entro y contemplo asombrado su interior. En un pueblo minúsculo y silencioso como el que estoy, se levanta esta iglesia enorme, barroca y monumental, llena de pinturas murales, con un altar en pan de oro, figuras de vírgenes y santos, y ese sello indio manifiesto en flores, aves y frutas en la decoración. Miro hacia arriba y contemplo la cúpula, justo desde el centro, como si fuese un agujero insondable cargado de luz.
Salgo de la iglesia y subo al mirador del pueblo. Desde su parte alta miro los nevados de la cordillera Real, Bolivia, el lago y sus playas, la iglesia que ocupa la tercera parte de la superficie del pueblo, la belleza que me rodea, todo, también a ti que me acompañas, mientras más abajo la gente sigue chupando en silencio, como estancados en el tiempo.
Estoy en Pomata, en el Balcón Filosófico del Altiplano, como se conoce a este lugar. Y es que desde este sitio ves tanta belleza que te da que pensar. Así dicen.
San Juan Bautista
Llevo un tiempo en que lloro fácil. Puede ser escuchando a los Qhapaq Negros cantando a la Virgen del Carmen, viendo una película junto a ti o sintiéndome impotente ante ciertas cosas. También me ha ocurrido en la iglesia San Juan Bautista de Juli. Este lugar, capital de la provincia de Chucuito, es conocido como la Roma del Altiplano y ya en el siglo XVI tenía una imprenta y una escuela de lenguas manejadas por los jesuitas.
Primero llego a la Plaza de Armas. Ese día hay mucha gente y el sol es generoso. Lo primero que veo es a una mujer vestida con un traje tradicional sentada en la mitad de la pista. Luego supe que era jurado de un concurso de poesía aymara que celebran ese día junto a la iglesia San Pedro. Hablo con las mujeres, que están adornadas con sombreros tejidos con flores de colores, y también con los hombres que me dicen que saque fotos a todo lo que se mueve.
Después de un buen rato me voy a otra de las cuatro iglesias que tiene este sitio: San Juan Bautista. Es de estilo barroco mestizo, con clara influencia altiplánica. Saco fotos desde fuera. Todo está tranquilo y silencioso. La iglesia está rodeada de pasto y no hay nadie. Sus paredes están pintadas de color naranja y salvo los marcos de las puertas de acceso, todo es sobrio.
Cuando entro se me corta el aire. La iglesia, enorme, es un museo. Nunca he visto pinturas de la Escuela Cusqueña tan grandes, tan monumentales, tan imponentes, tampoco esos gigantescos marcos en pan dorado que las rodean. El altar también está hecho en pan de oro y plata labrada. Las columnas son de piedra y tienen flores de colores, como los sombreros de las mujeres. Me dicen que sólo saque una foto del altar, y es que hace un año mataron al guardián de la iglesia y se llevaron varios cuadros pequeños. Tengo una sensación extraña, como de sobrecogimiento, de éxtasis ante la belleza, no lo sé bien, lo cierto es que lloro sintiéndome minúsculo con lo que me rodea.
Las pinturas son del jesuita italiano Bernardo Bitti, de estilo manierista, y de Tomás Lara, y representan las visiones místicas de Santa Teresa de Jesús y la vida de San Juan Bautista. La iglesia la comenzaron a construir los dominicos en el siglo XVI y la terminaron los jesuitas en 1602. Recuerdo el poema de la santa ‘Fuera de ti no hay buscarme / porque para hallarme a mí / bastará solo llamarme / que a ti iré sin tardarme / y a mí buscarme has en ti’.
Portal de América - Fuente: blogs.elcomercio.pe





