por Inma Pérez Parra
Si bien la belleza de un paisaje reside también en nuestra capacidad de asombro, hay lugares que no necesitan admiraciones para ser incuestionablemente hermosos. Como el lago Gutiérrez, a once kilómetros de la ciudad argentina de Bariloche, siguiendo la Ruta Nacional 258 hacia El Bolsón. Turquesa, verde, azul, celeste o gris, según el día, este lago es, a diferencia del bullente Nahuel Huapi, un espejo abarcable con la mirada y de aguas más tranquilas y un poquito menos frías.
El lago Gutiérrez está coronado por el cerro Ventana a un lado y por el Catedral al otro (en la cara opuesta de este último se encuentra el centro de esquí más grande de Argentina) e inserto en el Parque Nacional Nahuel Huapi, que está rodeado de árboles de nombres misteriosos como cohiues, radales, ñires, maitenes, arrayanes, alerces... así como de bosques muy vistosos en la primavera por la floración de los lupinos, los amancays y los arbustos de rosa mosqueta. Por este derroche de naturaleza, el Gutiérrez es una buena alternativa para los que visitan la zona barilochense y prefieren disfrutar de su estancia fuera de la ciudad.
También se trata de un lugar privilegiado para todos los amantes del turismo de aventura, ya que en sus alrededores pueden practicarse todos los deportes de nieve durante la temporada invernal, además de las cabalgatas, el trekking, el rafting, la escalada... y todo tipo de actividades acuáticas -incluida la pesca de la trucha- e incluso el golf y el polo en uno de los resorts más exclusivos del país.
Té con pastas... inglesas
Pero sobre todo es el destino perfecto para los que buscan un lugar apacible donde disfrutar de la quietud. Se puede pasar el día mirando al lago y gozando de la belleza de lo estanco desde alguna de aquellas hosterías donde sirven el té con la repostería típica de la zona, que es de herencia inglesa y galesa. O también, si el tiempo lo permite, se puede descansar en alguna de las playitas que lo rodean, o incluso adentrarse en el Parque en tranquila caminata hasta la Cascada de los Duendes o Playa Muñoz. Los medianamente aventureros pero sin entrenamiento deportivo pueden subir al refugio del Frey, montaña arriba, y pasar allí la noche con tan mágico panorama.
En el lago Gutiérrez la naturaleza es antigua. Por ello no se puede evitar el deseo de ver emerger de las aguas algún ser prehistórico, como ocurre en los otros lagos con nombres de científicos o jesuitas engarzados a lo largo de la conocida Ruta de los siete lagos, que empieza en San Martín de los Andes y termina en Villa la Angostura: un paseo de 248 kilómetros casi obligatorio para los que llegan hasta aquí. En este paisaje impresionante de los Andes patagónicos no faltan llamativos pájaros autóctonos (teros, bandurrias, cauquenes, chimangos, remolineras, pájaros carpinteros, martines pescadores..) y ni mucho menos una gastronomía deliciosa, famosa por su variedad. ¿Algún ejemplo? Trucha y jabalí ahumados, cordero y chivito patagónicos, chocolates artesanales, quesos...
Aunque el viento patagónico de cuando en vez nos recuerde que por encima de lo inamovible nada permanece, en el Gutiérrez puede llegar a pensarse que si sus aguas están tranquilas, quizá también el hombre pueda llegar a estar tranquilo mientras se encuentre ante su presencia.
Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com





