Bremen sin los hermanos Grimm
Martes, 01 Noviembre 2011

Bremen sin los hermanos Grimm

No saben lo que se perdieron 'los músicos de Bremen' al no llegar nunca a esta pintoresca ciudad alemana celosa de su autonomía y de su rico pasado cultural. Además, existe una atractiva metrópolis al margen del cuento.

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por Javier Mazorra 

Desde que los hermanos Grimm publicaron su famoso cuento sobre un burro, un perro, un gato y un gallo que deciden viajar a Bremen para tocar por las calles, miles de viajeros se acercan cada año a esta ciudad-estado que desde hace cientos de años mantiene celosamente su autonomía y siempre se ha sentido atraída por la música. Lo primero que buscan es la huella de esa orquesta. Y aunque nunca existió (ya que en realidad estos aprendices de músico se quedaron en el camino viviendo en una granja en el campo), su imagen ha conseguido colarse hasta en el último rincón del casco antiguo.

Hay un monumento oficial cerca del Ayuntamiento y del Monumento a Rolando, declarados Patrimonio de la Humanidad, donde es costumbre tocar los pies del burro y pedir un deseo aunque no se puede dar un paso por el Bremen intramuros sin encontrarse con los cuatros carismáticos animales subidos uno encima de otro. Y, sin embargo, existe otra ciudad ajena a los hermanos Grimm que muchos visitantes se van sin sospechar que existe.

Laberinto de calles

Durante unas horas, sin embargo, vale la pena unirse a las masas de turistas para conocer su espectacular plaza del Mercado, donde se encuentra la espectacular fachada renacentista de sus casas consistoriales, y la Catedral, rodeada de varias estatuas ecuestres, además de otros edificios históricos. Para luego recorrer lo que queda del Bremen medieval en el laberinto de calles multicolores del pintoresco barrio de Schnoor, repleto de restaurantes y tiendas de recuerdos. Se puede terminar en el callejón de Böttcherstrasse, que aunque parece un simple pastiche neomedieval esconde muchos secretos que nos abren las puertas a otra Bremen.

El riquísimo Ludwig Roselius, el inventor del café descafeinado, tuvo en 1902 la intención de restaurar esta callejuela y volverle a dar el aspecto que tenía en el S.XVI. Terminó invitando a jóvenes arquitectos y diseñadores para que fueran más allá y utilizaran este trozo de Bremen como laboratorio donde probar nuevos estilos. Sólo hay que adentrarse en los edificios para ir descubriendo una escalera expresionista, una vidriera art déco o un espacio en estilo Jugendstil. Algunos se han convertido en museo como el que alberga la propia colección de Roselius o el dedicado a la pintora Paula Modersohn-Becker.

Pero para descubrir ese otro Bremen sólo hay que salir de la ciudad antigua o Alstadt. Las murallas fueron sustituidas en el S.XIX por unos preciosos jardines aunque conservan el foso que la rodeaba. Cada uno de los antiguos bastiones esconde una sorpresa. En uno hay un molino que todavía funciona, convertido en restaurante, en otros hay monumentos o restos arqueológicos. Por la parte que da al río Weser, hay arcadas que se llenan de puestos de mercadillos durante los fines de semana. Más allá abundan los merenderos que miran hacia una isla llena de antiguos almacenes transformados en apartamentos y centros culturales. Y sólo hay que atravesar la antigua puerta de Oriente para entrar en otro Bremen distinto que se identifica como Viertel (El Barrio).

El antiguo puerto

Los antiguos pabellones que servían de aduana se han transformado en museos especializados en escultura. En un palacete está la Kunsthalle o Galería de Arte Moderno, que volverá a abrir sus puertas con una exposición sobre Munch la próxima primavera. También hay teatros y auditorios famosos en Alemania por la calidad de sus orquestas y compañías de ópera que abren paso a un ambiente mucho más joven, alternativo, lleno de cafés, tiendas de segunda mano, librerías y puestos callejeros entre casas del S.XIX con una vegetación desbordante. Vale la pena entrar y saborear espacios mágicos como el de Atrium.

Es un Bremen para descubrir al atardecer tras explorar otros, como el que rodea la Universidad, cuajado de jardines y parques donde no hay que perderse el futurista Universum, un museo dedicado a la Ciencia en el interior de un edificio futurista, o Botánica, que nos enseña otra forma de mirar a las plantas. Aunque quizás el Bremen más original y distinto se encuentra más allá de los mares, en Uberseestadt. Es la zona del antiguo puerto, donde está naciendo una nueva ciudad. Cada uno de los muelles muestra una cara distinta de esta nueva metrópolis. En uno, se han mantenido los almacenes convirtiéndolos en estudios y apartamentos, además de un centro de interpretación de la zona, en el Speicher XI. Otro se ha convertido en un laboratorio de arquitectura contemporánea, con una torre firmada por Helmut Jahn.

La parte más misteriosa es la que ocupaba la antigua fábrica de Roselius de Kaffee Hag, donde se ha abierto un café ideal para hacer un alto en el camino y saborear este ambiente postindustrial. Hay que fijarse en las muchas pintadas y arte urbano de calidad que cubren los edificios. Ya se han convertido en la nueva gran atracción de una ciudad que sin rechazar su vinculación con los cuentos de hadas parece haber encontrado una nueva identidad.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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