por Lluis Mesalles, desde Lleida, España
Con el virus nos tienen globalmente controlados y reducidos a “súbditos obedientes”. Las personas, todas, hemos sentido empatía con ese acontecimiento inédito, que vino a alterar nuestras vidas monótonas. La empatía, junto con el temor a lo desconocido, nos apabulla. En muchos lugares estamos recluidos en nuestros hogares, pensando formas de ocupar el tiempo. No podemos casi salir a la calle, no podemos visitar a los amigos ni a nuestras familias. Una situación que nos une a todos en una concordia mundial, eliminando de un golpe las diferencias de raza, ideología, o posición social.
Todos, desde nuestra reclusión, intentamos reflexionar para comprender lo que nos está pasando, y cómo podríamos sobrellevarlo con serenidad. Y, sobre todo, que vamos a hacer cuando termine esta situación. Porque algún día terminará, seguro. Estuve pensando en formas de ocupar productivamente este tiempo de espera. Lo más útil será revisar archivos, ordenar la casa, la cocina, el armario. Aprovechar para emprender algunos proyectos que teníamos aparcados porque no teníamos tiempo. Ahora si tenemos tiempo.
Incluso he pensado dejarme la barba, ahora que casi nadie me ve.
Al final, esta súbita incomunicación ha afectado drásticamente las comunicaciones. No podemos desplazarnos, no podemos viajar. Podemos escribir y soñar. Ante tantos deseos reprimidos de viajar y hacer turismo, cuando nos suelte, iremos desbocados a viajar, a saludar a personas desconocidas, a vivir nuevas experiencias en lugares desconocidos.
Porque las ganas de viajar y hacer turismo, no nos las van a eliminar, nunca.
Portal de América





