por Sergio Antonio Herrera, desde el AVE BCN/MAD @DelPDA en Twitter
Si hay algo que los tours en general, tienen muy en cuenta es el tema de las paradas “técnicas”, “para peinarse” o “hidráulicas”, como las llaman los guías. En ese contexto, la primera escala fue en Puerto Lápice, un pueblito de menos de mil habitantes de Ciudad Real, en lares del Quijote como es la bellísima región de Castilla-La Mancha, donde probamos una “media ración” de queso exquisito.
La llegada al hotel a mediodía fue muy propicia para comenzar a deleitar (y en muchos casos agredir), el estómago. La sobremesa, más alla de un refrescante helado, no podía ser mejor, la visita de tres horas a la fascinante ciudad palatina de La Alhambra, un maravilloso conjunto de palacios, jardines y fortaleza o alcazaba, que era la morada del rey nazarí y su corte. En 2016, detrás de la Sagrada Familia de Barcelona, fue el segundo monumento más visitado de España, por más de 2,6 millones de personas.
Al caer la tarde, ya que al día siguiente había que madrugar, en lugar de asistir a los clásicos shows de flamenco en el Sacromonte, optamos por visitar este barrio gitano en lo alto, donde están las famosas cuevas que por ejemplo se muestran en el film de Almodóvar, Dolor y Gloria con Antonio Banderas y Penélope Cruz. Antes, hay que pasar por el Albaicín, el barrio hispano-musulmán cuyas estrechas callejas y sus atractivas terrazas son una muestra idónea de la identidad del lugar.
Como ya fue dicho, el paso siguiente fue llegar a Algeciras para abordar el ferry y cruzar el estrecho de Gibraltar hacia territorio africano en Tánger y continuar a Asilah, donde paramos a almorzar.
Pero ese será el inicio de la experiencia marroquí, la cual contaremos en nuestra próxima crónica.
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