por Sergio Antonio Herrera, desde San Sebastián, España - @DelPDA
No es la primera vez que tenemos algún intercambio con un TCP de Iberia, lamentablemente tieen pocas pulgas y nosotros menos. Pedimos edulcorante para el café y nos respondieron que "como mucha gente pide edulcorante nos hemos quedado sin stock". En realidad, lo que no tenía el muchacho no era el endulzante requerido sino las ganas de volver al galley a buscarlo, ya que antes de llegar, al servirnos algo parecido a un desayuno, apareció el sustituto del azúcar. Mi esposa con los auriculares puestos, por tanto, sin medir el nivel de su tono de voz casi gritó: "mirá, bajaron a comprar".
En el embarque en Barajas, ya que teníamos una larga espera, nos dispusimos a preparar el mate. Resultó toda una odisea conseguir agua caliente. Hicimos una larga cola en donde fuimos a desayunar y además de un jugo y un cortado, pedimos agua. La respuesta fue que no nos podían llenar el termo ya que se quedaban sin agua caliente en la máquina... y casi refunfuñando ante nuestra extrañeza, accedieron a darnos un vaso con el vital elemento. Al rato fuimos a otro mostrador para pedir más agua y ahí la cosa fue peor. ¡Sólo tenemos agua caliente para las infusiones!! casi nos ladraron. Luego de ofrecer comprar dos tés y regalarle a la dependiente los dos saquitos, de muy mala gana nos dio un vaso (igual que el otro) y cuando quiso hacer su discurso, respondimos con uno de los nuestros y emprendimos la retirada, antes que como a Sabina, nos llevaran los municipales.
Bajamos por la manga y luego por escaleras, el viejo y querido bus hasta un ATR 72 en donde, como siempre, subimos por la escalera de atrás y cuando estábamos dispuestos a recorrer todo el pasillo hacia adelante (teníamos fila 5), vimos que la numeración comenzaba al revés, desde atrás hacia adelante. En la imagen se nota claramente, primero la fila seis y más adelante la siete.
El aeropuerto de Hondarribia es muy pequeño y en el aterrizaje, al igual que pasa con el carioca Santos Dumont o en el Caribe con el de Saint Marteen, uno tiene la impresión que aterrizará en el agua, hasta que siente el tren tocar suelo firme.
Tratremos de amortiguar el jet lag y acomodar el cuerpo y la mente para aprovechar el resto del día en suelo donostiarra. Luego se lo contamos.
Portal de América