por Sergio Antonio Herrera, desde Morro de San Pablo, Bahía, Brasil - @DelPDA
Hacía muchos años que no venía a Brasil pero puedo decir sin temor a equivocarme que mantienen sus rasgos más típicos.
El brasileño a la hora de dar servicios tiene una practicidad y una inteligencia envidiables, ya sea en tierra, a bordo o "na beira do mar" donde sin dudas, es donde son maestros inigualables.
Pero de modo increíble mantienen algunos vicios de servicio que son realmente inexplicables y voy a dar un par de ejemplos bien notorios.
Cuando fuimos a Itaparica, nos ofrecieron un opcional para conocer en bus la isla, ya que el tour comprendía solo la estancia un rato en la playa, para almorzar. Como estamos afectados de un dolor en un talón que nos impide caminar con soltura, preguntamos como se hacía la excursión "en bus" fue la respuesta. Salimos del restaurante Manguezal cuyo nombre -de haber prestado atención- nos hubiese aclarado todo y fuimos dirigidos al lado trasero donde veíamos agua -y no muy clara- y en definitiva resultó ser un curso que debíamos sortear para llegar al otro lado en donde estaba el bus...Para lograrlo, nos subieron a un bote desvencijado que no funcionaba obviamente a motor, pero tampoco a remo, sino...a tracción a sangre. Dos morenitos con el agua por la cintura eran los que empujaban...
La posada en la que nos alojamos en Morro de San Pablo, la elegimos luego de ver la página web en la que está muy bien presentada como establecimiento de reciente inauguración, lo cual es verdad. Si bien está lejos de la playa, está bien ubicada, en el centro. Todo funciona bastante bien, los espacios generales están muy limpios, igualmente la habitación. El desayuno no es el típico brasileño "con todo" pero no está mal. Dentro de todo este ámbito correcto, aún no podemos descubrir la causa por la que han decidio no limpiar ni la escalera de mármol de la entrada ni la que conduce al subsuelo, donde está nuestra habitación. Además de la propia mugre acumulada y las manchas, lo que impresiona es el choque brutal que produce con los brillantes porcelanatos que conforman el resto de los pisos de todo el establecimiento, que lucen -como deben- en todo su esplendor. Es un misterio que no hemos logrado develar, lo preguntamos y recibimos la clásica respuesta de estas tierras que significa un olímpico lavado de manos: "infelizmenchi nao sei".
La puesta del sol, las playas y la Volta a la Ilha
La puesta del sol en la TOCA DO MORCEGO, o sea, la madriguera de los murciélagos, quienes se hacen oír y ver. Es una cita obligada en Morro de San Pablo aunque un poco cara. La entrada 15 reales y la caipiroska (no obligatoria) el doble que en todos lados, 30 reales.
A mi esposa le gustó tanto Morro de San Pablo que, viéndome a tono luego de tanto sol, está pensando comprarme una carretilla para que nos vengamos a vivir cuando se jubile...
Lo clásico en todo el Morro. Esto es en la segunda playa
Minha Louca Paixao, una posada en la segunda playa por la que cobran 680 reales diarios, unos 215 dólares.
Pousada La Torre. Esta es más barata, 490 reales, en dólares 155.
Excursión vuelta a la isla
Sale desde la tercera playa después de las 10 de la mañana en lanchas a motor y regresan al puerto de Morro sobre las 17. El precio es de 130 reales, unos 41 dólares. El transcurso se da en un 40% por el mar y un 60% por el Río del Infierno.
La primera parada la sorteamos, era en una piscina natural en medio del agua adonde ya habían llegado otros grupos. Junior nuestro conductor aconsejó seguir hasta Moreré, "Ahí seremos los primeros y es mejor". Y era, miren.
El disfrute total, con los peces de colores alrededor
Una parada en Cairú, donde está el municipio que regula la isla y según dijero, la segunda ciudad más antigua de Brasil.
La última parada antes de regresar, Canasvieiras, para saborear ostras recién extraídas...
Nos vamos en un ratito de esta sucursal del Paraíso. El próximo destino es Praia do Forte, les seguiré contando.
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