por Sergio Antonio Herrera, de su reciente viaje a Europa - @DelPDA

Pues bien, en esta crónica de hoy, les contaré a grandes rasgos por dónde transcurrió el resto del viaje, a cuenta de las anunciadas, que vendrán con más detalle, con más imágenes y más videos.

Desde Niza, visitamos Grass, la capital mundial del perfume y Mónaco, Montecarlo, Cannes, San Paul de Vence y Antibes.

Plaza Massena, Niza

A nuestra partida de ese lugar privilegiado de la Costa Azul al cual prometimos regresar para quedarnos más días, pasamos por Menton, San Remo y llegamos a un paraíso para nosotros desconocido hasta ese momento: Santa Margherita, Ligure.Luego de realizar el controvertido tour a Cinque Terre (es para quienes tienen un estado físico impecable), partimos hacia Florencia, con dos importantes y gratificantes escalas: Pisa y Siena.
Florencia, a pesar de lo que ya sabíamos y los que nos habían contado, impacta, atrapa, subyuga y nos fuimos con un intenso sabor a poco.
Un capítulo realmente inolvidable, diferente, espectacular, es Venecia. Diferente a todo, un laberinto único, irrepetible, romántico y contundente con la historia viva a cada paso, a cada remada de los gondoleros.

Los lagos italianos compiten entre sí pero cada uno tiene su particularidad, su belleza y su identidad. Fuimos primero a Verona y nos alojamos en el Lago di Garda, en Sirmione para llegar posteriormente, previo pasaje por Milán a Bellagio, en el Lago de Como. Para esta primera entrega, elegimos este video de Stresa, en el Lago Maggiore, cuando nos íbamos del Hotel Astoria y pedí que me trajesen la camioneta del garage...

La ruta hacia Suiza desde Stresa, pasando por Valle da Aosta; Mont Blanc y Annecy resultó sencillamente impactante, los Alpes a pleno.

Suiza merece varios capítulos. El silencio y sobriedad de Ginebra; la magnificencia de Berna; la Vevey de Charles Chaplin que seduce, transporta y emociona. La bellísima y acogedora Lucerna; la importancia de Zurich como centro financiero, la imponencia de las Cataratas del Rhin y la triple frontera del lago Constanza, son algunas de las experiencias vividas en este país tan particular, con una identidad tan marcada. Elegimos para esta vez, las cataratas.

La fugaz inserción en Alemania donde vivimos a pleno Lindau, un pueblito de cuento; nos sobrecogimos y nos transportamos en el tiempo al pisar el Campo de concentración de Dachau y nos maravillamos en Munich con la Marienplatz y su Rathaus con el carrillón de fantasía pura y la elegante Maximillianstrasse.

Para el final, como siempre, empezamos a llegar a casa cuando arribamos a Madrid para tomar el vuelo a Montevideo. Un par de días a puro incremento del colesterol y regalándonos la vista y el alma. Llegando esta vez finalmente al Museo del Prado, un pecado subsanado.

En pocos días, empezamos a recordar junto a ustedes cada etapa del anticipo europeo en Baleares y los posteriores más de cuatro mil kilómetros de autopistas y montañas vividos en el Viejo Continente.

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