por Sergio Antonio Herrera, desde Palma de Mallorca, España - @DelPDA
Un pueblito montañes de cuento, de apenas dos mil habitantes que tiene como uno de sus principales atractivos culturales "el Museo de Frederic Chopin" que no es otra cosa que La Cartuja de Valldemossa, un antiguo monasterio, construído originalmente (una vez más) por Jaime II de Mallorca, esta vez para su hijo Sancho. Visitamos la celda número cuatro del citado edificio, la que alquilase el célebre compositor y pianista polaco junto a George Sand.
En breve compartiremos el video grabado de esa visita, para trasmitir el disfrute que tuvimos viendo ese increíble sitio, el famoso piano, el rincón de George Sand, el esplendoroso jardín y muchos testimonios de la legendaria estancia de estos dos personajes históricos.
En Valldemossa está el hotel del mismo nombre, un cuatro estrellas superior que es una verdadera tentación. Doce habitaciones, entre las sierras, con un restaurante de gran nivel, una piscina que invita y unos precios que van desde 250 a 550 euros la noche para una habitación doble.
Continuamos viaje por la sinuosa y panorámica ruta que atraviesa la sierra Tramontana e hicimos un alto en otro lugar maravilloso como Deyá, con un ambiente bohemio que atrapa y atrae a los artistas, músicos y escritores internacionales que no dudan en establecerse allí. Una rápida idea se ve en el video que acompaña este artículo.
Pero el asombro llegó a desencajar nuestra quijada cuando luego de algunos kilómetros más de ascensos y descensos, de curvas y prepicios, llegamos a Port Soller. Si no es la antesala del Paraíso tiene que estar rondándola. Una costa increíble con todo lo que tiene que tener un destino turístico atrapante. Yates y cruceros de todo tipo y tamaño, bares, restaurantes y comercios para todos los gustos en un enclave digno de una tarjeta postal con el fondo serrano. Si algo le faltaba, le fue agregado un trencito también de cuento, que opera dos rutas, la corta entre el puerto y el pueblo del mismo nombre de 25 minutos cada vuelta y la más larga, que va desde ese lugar hasta Palma en una hora.
Cometimos el pecado de no disfrutar un chapuzón en el Mediterráneo pero no nos privamos de varios de los otros. Unas sardinas a la plancha regadas con un par de cañas bien heladas y todo ello, junto a ese mar, ha sido uno de los placeres más disfrutados en muchos años.
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