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por Sergio Antonio Herrera, desde Tacuarembó

San Gregorio de Polanco

La consigna familiar a partir de innumerables comentarios promocionales oídos a lo largo del tiempo era conocer San Gregorio de Polanco. Su categorización como Museo abierto de artes visuales era un aditivo de peso a la curiosidad turística. Aprovechamos el feriado de carnaval y allá partimos con parte de la familia. La ruta 5 monótona de tan amigable fue el escenario para llegar al punto del kilómetro 306,5 y doblar hacia la derecha para encarar 57 kilómetros más de una despareja y angosta vía de acceso a lo que los lugareños llaman quizás intencionalmente paraíso, sabedores que no es siquiera una sucursal del mismo.

La primera impresión fue muy positiva a partir de la calma, del silencio, de la simplicidad del lugar. por la positiva nos llamó la atención apenas llegar que era más grande de lo previsto y en la negativa, que no vimos a primera vista nada que nos hiciera sentir que habíamos llegado al "primer museo abierto de artes visuales del país y único en América Latina", a la llegada, no nos llamó la atención ninguno de los más de 70 murales pintados en las paredes de las casas y oficinas públicas, que se promocionan, por la sencilla razón que no divisamos ninguno, tal vez estábamos distraídos.

San Gregorio es una península que se mete en el Río Negro y tiene muy bonitas playas, tranquilas, amigables para las familias que van con niños pequeños. Hay algunos hoteles que cumplen correctamente la cobertura de alojamiento para el lugar. El que nosotros utilizamos, Los Médanos, cuenta con habitaciones con aire acondicionado y frigobar, un muy lindo fondo donde hay reposeras para tomar sol y una piscina climatizada muy bien puesta. El desayuno y las comidas son servidos justo en frente, en el parador del mismo nombre ubicado en un lugar muy lindo, con aceptables condiciones gastronómicas pero muy mal atendido, con poco personal que hace que la primera impresión sea negativa. No debe haber nada peor que ingresar a desayunar a un lugar donde las mesas donde recién desayunaron otros no fueron levantadas, está todo revuelto y más de una vez tuvimos que hacer nosotros el trabajo. Para el almuerzo tuvimos que buscar otros lugares, fue imposible que nos atendieran luego de esperar unos 45 minutos. El día que nos íbamos llovía y mucho lo que complicó aún más cruzar la ancha avenida para llegar al parador.

En todo el pueblo pudimos detectar unos tres restaurantes de alguna manera aceptables pero todos con muy escasa variedad en la propuesta gastronómica. En una ocasión nos dijeron que no podían servirnos ensalada mixta porque "no llega la lechuga al pueblo". Cuando sugerimos que nos conformábamos con tomate y cebolla, llegó la ensalada.

Tacuarembó capital

Aún con notorias carencias, es un destino muy recomendable el cual con "un poquito más de atención" sería mucho mejor.

Nos alojamos en el Complejo San Fructuoso, posada y hotel de campo que queda en la ruta 5 a la altura del kilómetro 383, un lugar que viniendo con chicos como en nuestro caso es ideal por sus instalaciones y la posibilidad de por ejemplo, efectuar cabalgatas.

IPORÁ

No nos acompaño el estado del tiempo pero igualmente llegamos hasta el Parque Iporá para maravillarnos con ese entorno construído artificialmente que ha tomado un estado natural que bien puede ser la envidia de otros destinos del país. Hermoso el paisaje, atractiva la ruta y el toque de uruguayez infaltable: vimos un parador a orillas del lago, el único existente en el lugar "buenazo" como nos dijo una tacuaremboense en el centro cuando le preguntamos por donde ir a Iporá pero....lunes de carnaval, estaba cerrado.

VALLE EDÉN

Luego de almorzar en el centro volvimos a la 5 y justo donde está el puesto de Policía Caminera, tomamos la ruta 26 que va hasta Paysandú para llegar a Valle Edén a encontrarnos con el mayor alegato de la nacionalidad del Zorzal Criollo, el Museo de Carlos Gardel.

Increíblemente durante los 23 ilómetros recorridos no vimos un solo cartel indicador al punto que transitando por un muy lindo paisaje pero sin atisbos de ninguna forma de vivienda o seña de lugar habitado, creyendo que ya habíamos recorrido la distancia anunciada de 23 kilómetros, estuvimos a punto de "pegar la vuelta" justo cuando vimos por fin un cartel que indicaba la llegada al lugar.

Más allá de la polémica y las controversias con los hermanos argentinos acerca de la nacionalidad de Gardel (lo indiscutible es que no es argentino ya que dicen que es francés o rioplatense)viendo lo que es el Museo da para pensar lo que se podría lograr con una buena promoción del lugar, quizás instalando la polémica en la mismísima Buenos Aires, pero, al parecer no está en los cálculos de nadie.

Preguntas

¿Dónde está el tan comentado cuidado del turista?

¿La señalética no es parte del turismo?

¿Que Gardel sea uruguayo no es un atractivo turístico formidable desaprovecado?

¿Las playas de San Gregorio no merecen guardavidas?

¿Y el Museo abierto de artes visuales en que quedó?


Es verdad que Uruguay tiene en su territorio muchísimo más que sol y playa en el este. Una muestra clara de ello es este hermoso departamento que ofrece a simple vista paisajes maravillosos. Habría que recordárselo a las autoridades.

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