Safaris desde el agua en Zimbabue
Lunes, 13 Febrero 2012

Safaris desde el agua en Zimbabue
Hay lugares tan imposibles de localizar en un mapa como de olvidar. El lago Kariba y el Parque Matusadona son dos ejemplos. Un viaje especial en el que desaparece la civilización para entrar en ese reino animal que hace de África un continente único.
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por Javier Brandoli

Tras las inevitables Cataratas Victoria, a cinco horas en coche, se llega a otro lugar en el que el agua se convierte en protagonista, el lago Kariba. Tras él, en una maravillosa jornada de navegación, se llega a uno de esos lugares que es tan imposible localizar en el mapa como olvidar, el parque de Matusadona. Un viaje único, especial, en el que desaparece la civilización humana para entrar de lleno en ese reino animal que hace de África un continente único.

El viaje comienza navegando en uno de los barcos que se alquilan para cruzar un lago artificial que tiene 280 kilómetros de largo y 40 de ancho. De hecho, el agua se convierte en frontera natural entre Zambia y Zimbabue. Su construcción fue una mastodóntica obra civil realizada entre los años 1955 y 1959. Entonces se realizó la llamada Operación Arca de Noé, sacando miles de animales de un paraje natural que se tragarían las aguas.

Un hotel flotante

A tenor de los resultados, se salvaron muchos y volvieron el resto, porque durante las horas de navegación se contemplan elefantes y búfalos que bajan a beber agua y se escucha el sonido de los perennes hipopótamos que vigilan su gran piscina. Es también un lago plagado de cocodrilos. El barco, preparado con colchonetas en la planta de arriba y con camarotes en la parte de abajo, se convierte en un hotel flotante con vistas.

Hay pequeñas barcas de arrastre sacando peces durante el camino.

Hay diferentes barcos que se alquilan para hacer la travesía, de mayor y menor tamaño, incluso lanchas rápidas. Pronto se deja de ver las últimas casas de pescadores que viven en la rivera del pantano. Hay pequeñas barcas de arrastre sacando peces durante el camino. Algún martín pescador vuela cerca de la popa. Las horas pasan como detenidas en un escenario en el que sólo el viento sacude de vez en cuando las olas. Se duerme en un recodo del lago, al caer la noche, bajo un cielo iluminado de estrellas. Brutal la calma.

Arranca de nuevo el barco con el primer clarear de la mañana y el sol aparece sobre las aguas en cámara lenta. Casi 36 horas después se llega al Parque de Matusadona. No es un parque más, es un parque de agua. Los hoteles ofrecen excursiones en 4x4 para recorrer un sitio completamente olvidado. Los animales son los dueños del paraje. Se ven manadas de elefantes, aves de todo tipo, felinos y cocodrilos e hipopótamos en cada esquina. Sin embargo, es desde un bote donde el lugar se vuelve mágico.

Naturaleza serena


Se recorre despacio, en solitario, sin tropezar con otros viajeros. Hay diferentes pequeños ríos en los que adentrarse entre una naturaleza serena y salvaje. No se escucha nada. Hay que esperar a que se muevan unas ramas y sorprenderse con lo que aparece. También, es muy recomendable, se puede hacer piragua y contemplar desde el medio de las aguas un atardecer.

Por la noche, tras otra puesta de sol que tiñe el lago de colores rojizos, el parque parece dormirse. Si hay viento las aguas se agitan un poco y se duerme con la sensación de estar pegados al mar. Todo es especial en este paraje retirado del mundo. No hay muchos espacios naturales en África tan poco explotados, tan llenos de vida salvaje. Tras dos o tres noches de estancia en medio del mundo de las fieras, es hora de continuar viaje hacia otro parque. Matusadona es uno de esos parajes que nunca se olvidan.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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