Conozca las Islas Galápagos en el Pacífico ecuatoriano
Martes, 28 Junio 2011

Conozca las Islas Galápagos en el Pacífico ecuatoriano

Cuando se pisa Galápagos, a mil kilómetros del continente, es inevitable pensar en el génesis. Bastan 10 pasos para ver los primeros lobos marinos, dueños y señores de este terruño prístino que evoca imágenes que nos hemos hecho de la creación.

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por Adriana Garzón

Es un viaje de cuatro días a bordo del barco Santa Cruz por la naturaleza más pura, por la segunda reserva de recursos marinos más grande del mundo. Es la vida que se levanta entre rocas volcánicas, en permanente movimiento. Una vida única, endémica, que no se encuentra en otro lugar del planeta. El paso del viajero por este archipiélago no debe dejar huella en ninguna de las 13 islas volcánicas, seis islas pequeñas y más de 200 rocas e islotes que emergen en este Pacífico ecuatoriano.

Día 1: un tímido acercamiento

Luego de dos horas de vuelo desde Quito (con una escala en Guayaquil) aterrizamos en la isla San Cristóbal, una de las cuatro pobladas que hay en Galápagos (junto con Santa Cruz, Isabela y Floreana).

Desde Puerto Baquerizo Moreno tomamos una panga (bote) que nos lleva en cinco minutos al barco Santa Cruz. En este breve recorrido ya la vida salta a la vista e impacta los sentidos. Encantan el mar infinito, los lobos marinos por doquier y las aves que sobrevuelan la zona.

¡Lobos al agua!

Acomodados en el barco luego de una charla introductoria, es momento de hacer el primer desembarco. La panga nos lleva a una playa blanca coralina en Cerro Brujo, en el occidente de San Cristóbal, que más parece del Caribe por sus arenas relucientes y su mar de siete colores. Los lobos marinos retozan, duermen o se asolean y no se inmutan ante la presencia de los visitantes. Rocas negras volcánicas enmarcan la playa. Buen momento para lanzarse al agua y hacer esnórquel en busca de las primeras sorpresas marinas.

No debe faltar una caminata sobre la arena suave mientras cae uno de esos atardeceres que solo se ven allí. La noche está hecha para navegar; es más, a bordo del barco se pueden pescar estrellas fugaces.

Los cangrejos verdes, rojos y negros conviven en forma amistosa con las otras especies. Viven entre las rocas volcánicas que integran la mayor parte de este territorio insular.

El lobo peletero de Galápagos es uno de los habitantes que se aprecian a lo largo y ancho del recorrido. Viven en grandes comunidades cerca del mar.

Así es el barco Santa Cruz

Tiene 43 cabinas y es la única embarcación construida para realizar cruceros en las islas Galápagos. Fue remodelado en 1998. Ha ganado reconocimiento por su servicio de primera, tripulación experta, guías naturalistas multilingües y su cocina internacional y ecuatoriana. Tiene variedad de acomodaciones. En la cubierta hay bar y 'jacuzzi', además de una plataforma para la observación de delfines y ballenas. Cuenta con comedor, salón, bar y salón de lectura/biblioteca.

Día 2: en el laboratorio de Darwin

Si uno supiera lo que le depara el destino. Si uno supiera que lo que va a ver este día es único e irrepetible... La panga nos lleva hasta Española, la isla más vieja del archipiélago, con cuatro millones de años. Un pie en tierra y saltan entre las rocas cangrejos rojos, verdes, negros... Lobos juguetones y dormilones, iguanas marinas. "Están felices con la visita -asegura Vannesa Gallo, la docta jefa de expedición-. Acá reina la inocencia, los animales no tienen miedo". Así es, vienen, se acercan, nos saludan, dan ganas de cogerlos, pero ya fuimos advertidos: "Mirar y no tocar". A cada paso ellos se atraviesan en el camino.

A lo largo de las cuatro horas de caminata vemos arbustos endémicos. Acacias y maitenos que se mueven al ritmo del sol y tapizan las rocas negras.

Salta a escena el pinzón de Darwin. Así se llama en honor de su descubridor, y nos recuerda ese capítulo de la historia en el que el naturalista inglés Charles Robert Darwin se refugió, durante 23 días, en este archipiélago para encontrar las bases de su teoría: todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural.

¡A mover las patas...!

El espectáculo apenas comienza. El protagonista más esperado hace su aparición: el piquero de patas azules. En parejas nos enseñan su danza de conquista, y la repiten una y otra vez, para que nadie se vaya sin la foto de rigor. No hay pena, no hay timidez. Los machos rodean y aletean a sus hembras hasta lograr su aprobación.

"Patas lilas, patas verdes, patas oscuras...". Vanessa cuenta historias de algunos piqueros de otros colores, pero sin mucha suerte para reproducirse. El piquero de Nazca, especie endémica que toma el nombre de la placa tectónica, también está aquí.

Pasa una gaviota nocturna de cola bifurcada, "que con sus ojos grandes sigue en la noche a las medusas con las cuales se alimenta". Lagartijas de lava e iguanas cunden el paisaje. Las hembras, más pequeñas, y los machos, más grandes, alcanzan hasta los dos metros de largo. Montados unos sobre otros solo se mueven a la hora del almuerzo para lanzarse al mar en busca de suculentas algas frescas.

Fragatas, gaviotas de lava, cucuves, pájaros tropicales y albatros. La mayoría son endémicos.

¡Qué más se puede pedir! Para donde mire, en cielo y tierra, hay una especie. Una pareja, un polluelo, un huevo incubado, uno que nace... Y también un lobo marino que yace sobre la arena.

A lo lejos, cuatro o cinco barcos de viajeros. En tierra nunca hay congestión de visitantes. En este paraíso todo está organizado y pensado para no impactar en lo más mínimo el laboratorio de Darwin. ¡Es un tesoro que se debe cuidar!

Día 3: el paraíso de las iguanas

El desembarco es en Punta Espinoza, en isla Fernandina. Es la más pequeña del archipiélago. Basta una mirada panorámica para ver al frente los cinco volcanes activos de su vecina Isabela.

Entre el mangle y la roca de lava nueva se descubre una de las poblaciones más densas de iguanas negras. Viven allí satisfechas, pues las algas, su alimento, crecen en cantidades sorprendentes. "Vean, iguanas bebés por todos lados... Eso significa mucha acción. No sabemos qué depredador está detrás de ellas", observa Vanessa Gallo, jefa de la expedición.

Comparten el hábitat con lobos marinos, cangrejos zayapas y gavilanes. Vanessa no para de hablar ¡Hay tanto por saber de cada especie!

La caminata de hoy es de tres horas; es lenta y de observación. Vemos especies que han viajado desde el continente y de la región Caribe, como los cormoranes, que llegaron volando a Galápagos y empezaron a alimentarse de peces y pulpos, hasta que se atrofiaron sus alas. Hoy son aves buceadoras, ya no vuelan... Cosas de la evolución.

Al mediodía hay regreso al barco, sorpresa gastronómica (muy merecida) y unas horas de descanso, mientras se navega por el canal Bolívar, con la vista única al paisaje volcánico.

En la tarde el mar espera. Junto a los acantilados del hundido volcán Ecuador realizamos una interesante jornada de esnórquel, en la punta norte de Isabela. De abrebocas, la misión es navegar en panga a través de los acantilados que se han formado entre restos de toba y lava, hasta ver a pingüinos -que no miden más de 30 centímetros-, cormoranes, lobos marinos peleteros, piqueros de Nazca, patas azules y gaviotines de cabeza blanca. Y luego, al agua, para nadar en compañía de las tortugas marinas verdes, los pingüinos, los lobos y cientos de especies del Pacífico.

Día 4: ¿Y las galápagos qué?

Estas islas tomaron el nombre de las tortugas gigantes que habitan en esta región. Es el cuarto día, llegó el momento de verlas... y de partir.

El barco ha navegado toda la noche y arriba, al canal de Itabaca, entre las islas Baltra y Santa Cruz. Desde el puerto, y por carretera, atravesamos buena parte de la isla mientras vemos viviendas, cultivos y galapagueños, esas personas que tuvieron la oportunidad de colonizar las islas antes de que cerraran sus puertas. Hoy ellos cultivan, trabajan y viven allí. De hecho, en este archipiélago solo trabajan nativos, no hay lugar para extranjeros, salvo que se requiera de una labor cuya mano de obra no se consigue en las islas.

A 30 minutos de camino llegamos a la Estación Científica Charles Darwin, un gran laboratorio, que investiga con apoyo de universidades europeas y norteamericanas. En este lugar se desarrolla el programa de cría en cautiverio de las famosas tortugas gigantes. Y allí están: las famosas galápagos. De 50, 80 y más años, alcanzan un peso de 400 kilos y longitudes de hasta un metro. Con una esperanza de vida de más de 100 años, es uno de los vertebrados más longevos del planeta. El tamaño del caparazón y la forma varían entre poblaciones. Sobreviven mucho tiempo sin agua y sin comida.

Hoy quedan siete subespecies de 10 que existían, y el 'Solitario George', el último de una especie, encontrado en la isla de Pinta en 1971. Hasta la fecha no ha logrado reproducirse pese a todos los esfuerzos que han hecho en la estación científica. "Vive con dos tortugas de Española -cuenta Vanessa-, pues han tratado de cruzarlo y tener una parte de su código genético...". El centro ha logrado devolver a 1.600 tortugas a la vida silvestre de las islas. En el recorrido se ven especies de todas las edades que viven en medio de cactus gigantes y aves terrestres.

El final va de Itabaca a la isla de Baltra en ferry, y de allí un vuelo de dos horas al continente. Es lejos; por el bien de todos los que allí habitan, debe ser lejos para siempre.

Portal de América - Fuente: www.eltiempo.com

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