Viajar en el tiempo
Miércoles, 08 Junio 2011

Viajar en el tiempo

Alojarse y pasar los días de descanso en un antiguo castillo, en un convento de más de 10 siglos de antigüedad o bien dentro de un monasterio de retiro cuyas habitaciones, tiempo atrás, fueron claustros, es posible. Esto, unido al confort contemporáneo y a la recuperación del patrimonio histórico, son algunas de las ofrendas para viajeros que Pousadas de Portugal ofrece.

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por Giorgio Benedetti

Entrar en contacto directo con un pasado lejano para disfrutar de placeres del presente es, sin duda, una muy atractiva opción a la hora de planear unas vacaciones diferentes en el corazón del Viejo Mundo. Por eso, habrá que poner el foco en las alternativas que presenta Pousadas de Portugal, una cadena hotelera dependiente del Estado con un portfolio de 50 establecimientos que se reparten, de norte a sur, por el encantador territorio lusitano.

Los alojamientos tienen en común la excelencia en el servicio y la particularidad de dar acceso a construcciones emblemáticas, de una mística especial, ubicadas en sitios de inigualable belleza paisajística. Son, de hecho, establecimientos paralelos a los Paradores de España, que también se singularizan al ofrecer restaurantes de alta gama en elegantes ambientes de antaño y una cocina sofisticada en la cual los chefs interpretan, con maestría, los mejores productos y las recetas típicas de cada región.

En los alrededores de Lisboa

Entre las alternativas de la cadena no faltan pousadas para estar cerca de los seductores contrastes de Lisboa, con el río Tajo bordeando postales de barrios medievales, grandes monumentos que recuerdan la era de los descubrimientos, pintorescas casas tapizadas de azulejos índigo y colinas por donde suben y bajan los tradicionales tranvías amarillos de la capital portuguesa.

Una de esas opciones es Pousada de Queluz, asentada sobre un solar antiguamente destinado a la Guardia Real en el espacio protegido por el Palacio de Queluz (siglo XVIII), también conocido como el Versalles lusitano. Está a unos 5 kilómetros del centro de la capital, a unos 14 kilómetros del bucólico Sintra y a 20 kilómetros de Cascais. Mojón histórico en sí mismo, su máximo esplendor se extendió apenas por medio siglo, hasta la partida precipitada de la familia real a Brasil, en 1807.

Propiedad del Estado desde 1908, el palacio fue completamente restaurado para ofrecer, hoy, una valiosa colección de artes decorativas: mobiliario portugués, tapices de Arraiolos, retratos reales, porcelana china y europea y orfebrería procedente, en su mayor parte, de las colecciones aristocráticas. Sus salas, decoradas con tallas doradas y telas pintadas, ilustran la evolución del arte en Portugal desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera parte del siglo XIX, pasando del rococó al neoclasicismo. El ala oriente de esta construcción es, actualmente, residencia de los jefes de Estado extranjeros durante sus visitas oficiales al país del fado.

La pousada en sí, instalada en el edificio denominado Torre del Reloj, refleja esos encantos palaciegos sumando, a su llamativa decoración, todos los servicios modernos, como conexión inalámbrica a Internet, además de la reconocida gastronomía del restaurante Cozinha Velha, resultado de la rehabilitación de las antiguas cocinas del palacio.

Otra propuesta distinta que, sin dejar a un lado el lujo, hace mayor hincapié en el descanso y el silencio sepulcral de un templo, es Pousada de Palmela. Fue construida en el interior del castillo homónimo, unos 25 kilómetros al sureste de Lisboa, integrando en sus espacios los claustros de un convento de cinco siglos de antigüedad situado en lo alto de una imponente colina. Sus habitaciones ofrecen algunas de las vistas panorámicas más agradables de toda la región, y es el lugar ideal para estar cerca y recorrer las playas de la Costa Azul lusitana y el magnífico Parque Natural de Arrábida.

A pesar de haber quedado en ruinas desde que se extinguieron las órdenes monásticas en 1834, el castelo de Palmela fue clasificado como monumento nacional y restaurado parcialmente en 1940, mientras que la pousada fue inaugurada al finalizar los trabajos de reciclaje del convento, en 1979. Hoy, en su interior, aún parece refugiarse el apacible ritmo del siglo XVII, en tanto que, dentro de las murallas, las ruinas de la iglesia de Santa María exhalan nostalgia desde esos ladrillos que se remontan a 1534.

Íconos del Alentejo

La región del Alentejo se extiende al sur del río Tajo, abarcando una inmensa llanura signada por sembradíos en el interior y, en el litoral, playas de una belleza agreste e inexplorada. Entre los atractivos urbanos de esta región aparecen ciudades como Évora que, con cerca de 2 mil años de historia, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Justamente allí, y en pleno centro histórico, el magnífico Convento dos Lóios da lugar a la Pousada de Évora. Entrar a este lugar permite revivir el más antiguo pasado en cada piedra, en cada objeto. Y esas vivencias toman el carácter de privilegio único al pernoctar en las celdas de los monjes reconvertidas, actualmente, en habitaciones de refinada decoración.

El monasterio donde funciona la pousada fue fundado, en 1485, en terrenos en los que había existido parte del castillo de Évora, de origen árabe. En el siglo XVIII se hicieron muchas reformas y obras de restauración que repararon los daños causados por el violento terremoto de 1755. Pero en 1834, con la orden real de cerrar todos los monasterios y conventos del país, quedó deshabitado. Hasta que en 1965, después de las readaptaciones necesarias, el monasterio volvió a abrir sus puertas, luciendo su imponente infraestructura recuperada.

Otra alternativa, sin alejarse aún de los encantos de Lisboa, es el castillo de Alcácer do Sal, donde se edificó la Pousada D. Alfonso II.

Por los hallazgos arqueológicos realizados en la zona, que se remontan al neolítico superior, dicen que este lugar se asienta sobre un solar con 5 mil años de antigüedad. Se trata de un punto estratégico que, desde lo alto de una colina, domina el recorrido del río Sado, que serpentea a lo largo de un extenso valle. En la construcción aún pueden verse importantes restos de culturas como la fenicia, la romana y la árabe. De hecho, este lugar fue, desde finales del siglo VIII, uno de los bastiones musulmanes más grandes de la península, y recién pasó a dominio portugués en 1217.

Desde entonces, los elegantes salones del castillo fueron escenario de importantes capítulos de la historia de la realeza lusitana, como el casamiento de Manuel I con la infanta María, hija de los Reyes Católicos de España, en los albores del siglo XVI. Es fácil imaginar aquellas épocas gracias al estilo palaciego que aún se mantiene, por ejemplo, en el restaurante. Allí, además de especialidades como el arroz al cilantro con pataniscas o el guiso de lechal con crema de poleo, el master chef prepara deliciosos platos en base a pescados del río Sado.
Una tercera opción entre algunos de los más agradables paisajes del Alentejo es la Pousada de Arraiolos - Nossa Sra. Assunção, edificada a partir de la restauración de un monasterio del siglo XVI. En medio del valle de la ciudad de Arraiolos, este alojamiento es un buen ejemplo de la armonía lograda entre la tradición de un austero pero imponente convento y los conceptos contemporáneos del confort.

Según reza la historia, era costumbre que, en el día de Nuestra Señora de la Asunción, el pueblo paseara hasta el valle y llegara a la iglesia del monasterio para beber el agua de la fuente. Desde entonces el lugar es, sin duda, parte de la más antigua idiosincrasia local. No obstante, cayó en el abandono durante mucho tiempo. Y recién en 1995 se convirtió en uno de los íconos de la hospitalidad premium de las pousadas lusitanas. Entre otros detalles, en este convento llama la atención el interior de la iglesia, totalmente revestido de azulejos del siglo XVII que recrean episodios de la Biblia y de la vida de los santos, de manera que la plebe de entonces, en su mayoría analfabeta, pudiera entenderlos a través de la simple observación.
Un dato: no hay excusas para perderse la oportunidad de recorrer el mercado de Arraiolos, famoso por sus tradicionales tapices.

El norte de la historia

El norte de Portugal brinda paisajes deslumbrantes. Desde campos, playas y montañas hasta ciudades como Porto, donde se alzan algunos de los más destacados monumentos del país. Toda esta región ofrece vestigios profundos de un pasado que se expresa inmejorablemente en algunas de las pousadas más distintivas de la cadena de marras.

Para comenzar, nada como hospedarse en la Pousada de Guimarães - Nossa Sra. da Oliveira, situada nada menos que en el centro histórico de Guimarães, una ciudad que hunde sus raíces en el lejano siglo X y es considerada como la cuna de la nacionalidad portuguesa. Pernoctar en este lugar y, desde allí, recorrer a pie las estrechas callejuelas que conducen al Palacio Ducal, observando los detalles medievales a cada paso, implica develar en pocos pasos la historia lusa.

Una alternativa distinta, con una historia que se remonta al siglo XVIII, es la Pousada de Mesão Frio - Solar da Rede, ubicada en medio de la ruta que une Mesão Frio y Régua.

Se despereza en el corazón de una viña de 27 hectáreas y permite el contacto con la realidad vitivinícola de la región, rememorando inigualablemente el ambiente aristocrático en el cual nacieron los mejores vinos de Porto y sumando, además, privilegiadas vistas al corcoveante río Duero. Fue inaugurada como pousada histórica en 1999, después de innumerables obras de recuperación que lograron preservar los encantos de su arquitectura en pos de ofrecer las comodidades del siglo XX. En su restaurante, un ícono de la gastronomía de la región, los sabores toman forma entre el imperdible crocante de pan de ajo y platos fuertes como el bacalao encebollado o los boquerones.

Otra opción recomendable sorprende en el camino de Braga a Gerês, donde se alza la Pousada de Amares - Santa Maria do Bouro, resultado de la restauración de un monasterio cisterciense del siglo XII, una de las piezas más relevantes de la arquitectura portuguesa.

Conservando la severidad del monasterio pero con una decoración moderna y confortable, esta pousada es el punto de partida obligatorio para un recorrido inolvidable por los verdes paisajes que caracterizan a la región del Minho.

Asimismo, la cocina de Pousada de Amares es conocida por ofrecer sofisticación en un ambiente que recuerda al de la antigua realeza, incluyendo especialidades como el bacalao al estilo del Convento, nada menos que un medallón con costra de migas de maíz, patatas, grelos salteados y aceite especial.

Vale recordar que la construcción original de este monasterio se emparenta con la Orden del Císter, que surge de una reforma de la Orden de San Benito, en 1098, proponiendo el retorno a la sencillez y al puritanismo. Por eso, los monasterios de la Orden debían ser edificados en emplazamientos inhóspitos. Para respetar el voto de silencio, ese mismo que sobrevive sin alteraciones entre los gruesos murallones de piedra.

Por último, no puede dejar de nombrarse a Viana, una ciudad histórica que cobró empuje en el siglo XV por su estratégica ubicación para el comercio marítimo. Aquí, sobre el monte de Santa Luzia, dominando la ciudad y la desembocadura del río Lima en el Atlántico, un portugués que había hecho su fortuna en Brasil ordenó construir un hotel que regaló a la ciudad. Este hospedaje, excepción a la regla de la cadena, fue inaugurado en 1918 y, por su privilegiada ubicación, fue incluido en la red Pousadas de Portugal luego de ser completamente remodelado, en 1979. Los bosques que lo rodean en lo apartado de su ubicación agregan misterio a este seleccionado de hospedajes con encanto que remiten al descanso al estilo lusitano.

Portal de América - Fuente: www.cronista.com

 

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