Tierra de eslavos y forasteros
Jueves, 02 Junio 2011

Tierra de eslavos y forasteros

Desde la época de Carlos IV, rey de Bohemia, Praga, la capital checa lucha con un estigma diabólico. Pero sus calles y el mundialmente famoso Puente Carlos IV vieron pasar ejércitos, músicos, poetas y estudiantes en histórico derrotero.

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por Gabriel Magnesio

Es domingo, amanece. Los humores del cielo se confunden antes de los primeros rayos. El sol diluirá los turquesas, ocres, rojizos, dorados y azules. El río Moldava es un espejo de colores. Alrededor, esta antigua tierra de eslavos, mercaderes turcos, judíos, alemanes y forasteros, se despierta de a poco.

Sobre el empedrado del puente Carlos IV, aún vacío, se proyectan en furioso contraluz las sombras sobrehumanas de un ejército de santos.

El puente Carlos IV, el más antiguo de la ciudad, tiene 10 metros de ancho y más de 500 metros de largo. Se sostiene sobre 16 arcadas bien románticas y de cada lado hay torres. La construcción fue caprichosa. Es el resultado de la superstición de un rey. En 1357, Carlos IV (1316-1378), rey de Bohemia, decidió cruzar las aguas del irascible Moldava.

La fecha astrológica indicó el 9 de julio de 1357 a las 5h 31’ 79” de la mañana. De este modo, dicen los locales, el puente gótico considerado el más bello del mundo tiene garantizada la eternidad y la serenidad: el diablo no se apoderará de él.

La frase se mantiene como un eslogan, aunque no sea cierta: Praga, de 1,3 millones de habitantes, es la ciudad de las 120 torres. Pero son tantas más. El cielo recorta las infinitas siluetas que se reflejan sobre los vapores del río Moldava. La Segunda Guerra Mundial marcá las tendencias del turismo actual.

El museo de Hitler

Y Praga se salvó de la destrucción porque Hitler proyectaba, en la capital, un museo de la raza extinguida. La ciudad conserva, como testimonio arquitectónico del Viejo Continente, el paso del tiempo en forma de estilos: desde el pre romano hasta el neo renacentista, además del barroco, rococó, art nouveau, secese (unión del Jugendstil alemán y la Secession vienesa) y el cubismo.

El sol se despierta sobre esta ciudad atea superpoblada de sinagogas, catedrales, palacios, monasterios, iglesias católicas y torres. En la colina se yergue el cementerio de Vysehrad.

Desde los muertos, se ve Praga. Hay una iglesia negra y el jardín de tumbas donde descansan nombres. La lápida del genial compositor Antonín Dvorák y del estudiante Jan Palach, que se inmoló con fuego en 1969 en la plaza de Wenceslao, a modo de protesta contra la invasión soviética, en tiempos de la primavera de Praga.

El diablo se infiltró, dicen, hace tiempo. El manuscrito más grande de la historia, la Biblia medieval Codex Gigas, fue escrito por un monje benedictino a pocos kilómetros de la ciudad. El monje, condenado a muerte, pidió la absolución a cambio de realizar en una sola noche el libro más grande del mundo: un volumen de nueve metros de alto y medio metro de ancho. Por la mañana, el acusado fue liberado.

Pero el libro, llamado la Biblia del Diablo, incluía la imagen del demonio. El innombrable se repite, la arquitectura gótica de la ciudad acentúa sus figuras, los fantasmas, el misterio.

La oscuridad y sus referencias caprichosas como una inconfesable atracción.
Teatro Negro de Praga; la torre negra del castillo medieval (la más antigua); la casa cúbica de la Virgen Negra (museo del cubismo checo); el estreno en Praga de la majestuosa ópera Katia y el diablo, del compositor checo Dvorak, y la Budejovický Budvar, la densa cerveza negra checa.

Portal de América - Fuente: www.lavoz.com.ar

 

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