Helsinki, un despertar en tiempos de luz
Viernes, 06 Mayo 2011

Helsinki, un despertar en tiempos de luz

La primavera, con buen clima y días largos, abre las puertas de esta capital nórdica a orillas del mar Báltico.

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por Magda Bigas. La Vanguardia ESPECIAL PARA CLARIN

Rompe el tópico de ciudad fría y gris y se presenta como una ciudad vital y acogedora. Tras un invierno largo de noches interminables y días cortos, con apenas seis horas de luz, la primavera se abre paso en Helsinki y, con ella, la ciudad despierta lentamente. La nieve desaparece de las calles, el hielo del Báltico se funde, las pistas de patinaje se convierten en espacios para la práctica de otros deportes y calles, parques y terrazas se llenan de gente ávida por vivir, al menos por unos meses, al aire libre.

Es a partir de este momento y hasta mediados de otoño cuando la ciudad muestra su mejor carta de presentación y es, sin dudas, la ocasión ideal para visitarla.

La capital de Finlandia es una urbe a escala humana que mira al mar, sin rascacielos y con amplios espacios abiertos, por lo que resulta ideal recorrerla a pie, a pesar de que dispone de una eficiente red de tranvías, buses y subterráneos. Al visitar la ciudad observaremos que no cuenta con grandes edificios antiguos, ya que un incendio en 1808 arrasó la mayor parte de ellos, construidos por aquel entonces en madera. En cambio, sí podremos apreciar notables obras de estilo neoclásico.

La avenida Esplanadi, la principal arteria de la ciudad, es un buen punto de partida para el recorrido y, en nuestra estancia, será también un punto al que nos acercaremos en forma recurrente. Se trata de una avenida paralela al mar, céntrica –queda cerca de casi todo–, repleta de restaurantes, cafeterías, terrazas y jardines, donde los finlandeses suelen reunirse para tomar algo o para practicar deportes al aire libre.

No muy lejos de la avenida se levanta la catedral Uspenski, el mayor templo ortodoxo de toda Escandinavia, construido durante la segunda mitad del siglo XIX. La catedral, edificada sobre una colina, permite disfrutar de una excelente vista de la ciudad. Su color rojizo y sus 13 cúpulas doradas, visibles desde el puerto, recuerdan claramente la influencia rusa en este país. Su estilo sobrecargado contrasta con la austeridad de la catedral luterana –conocida simplemente como la catedral de Helsinki–, situada al otro lado de la avenida Esplanadi, en la plaza del Senado.

En este punto, en la plaza del Senado y sus alrededores, se encuentra uno de los conjuntos de arquitectura neoclásica más destacados de Europa, con la hermosa catedral de escalinata blanca –convertida en un auténtico símbolo de la ciudad– como punto de referencia. En el centro de la plaza se levanta la estatua del zar Alejandro (“el libertador”), un monumento que refleja el agradecimiento de los finlandeses a este rey, que acabó con las tensiones y guerras que tenía este país con Rusia. En la misma plaza hallamos parte de la Universidad de Helsinki y la Biblioteca Nacional, y a escasos metros aguarda el Palacio Presidencial, que en otros tiempos fue residencia de zares y hoy es despacho oficial del primer mandatario.

Tomamos la calle Aleksanterinkatu, posiblemente la más comercial de la ciudad, para acercarnos a la Plaza del Mercado, que alberga el mercadillo al aire libre más tradicional y famoso de la ciudad. Esta feria cuenta además con algunos puestos que ofrecen platos típicos finlandeses a buen precio. Es un buen momento para probar el salmón finlandés o la carne de reno. Muy cerca se encuentra el Mercado Viejo, un edificio del cual vale contemplar la fachada, y que alberga numerosos restaurantes y tiendas de cafés.

Llegados a este punto, nada mejor que tomar un ferry y dirigirnos a la isla-fortaleza de Suomenlinna –que significa “castillo de finlandia”–, una visita imprescindible para cualquier turista que visite la ciudad. El fuerte, edificado sobre seis islotes, fue construido por los suecos a mediados del siglo XVIII, para que funcione como base militar para defenderse, una vez más, de los ataques rusos. A lo largo de los años, la fortaleza, que continúa habitada por cerca de 900 personas, ha tenido distintas finalidades. En la actualidad, además de su valioso acervo arquitectónico, alberga algunos museos que vale la pena conocer.

Volvemos entonces a “tierra firme” y continuamos nuestro recorrido. La próxima parada puede ser la iglesia de Temppeliaukio, conocida como “la iglesia de la roca”, una construcción excavada en la peña y que cuenta con una potente luz natural que entra a través de una cúpula acristalada. El templo, construido en 1969 por los arquitectos Timo y Tuomo Suomalainen es, con frecuencia, escenario de conciertos gracias a su fantástica acústica.

Otro edificio que se suma al paseo es la casa Sederholm, la más antigua de la ciudad, construida en 1757. Al estar hecha en piedra, la edificación se salvó del gran incendio que sufrió la urbe.

Los amantes de la cultura y la música no pueden pasar por alto el hecho de que Helsinki es la ciudad donde estudió el compositor Jean Sibelius. Un parque con su nombre y un monumento le rinden, aquí, homenaje.

Finalmente, para los aficionados a los museos, Helsinki tiene grandes propuestas, ya que la ciudad cuenta con más de setenta establecimientos, algunos realmente interesantes. En particular, proponemos visitar dos: el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo Nacional, un lugar perfecto para ponerse al día con la rica historia de este país.

Existe la idea de que comer en Finlandia es muy caro. Sin embargo, no tiene por qué ser así. A diferencia de su vecina Noruega, donde comprar puede convertirse en una actividad prohibitiva, en Helsinki se puede comer a un precio razonable.

Además de cocina internacional, en la ciudad existe una gran oferta de restaurantes con comida típica. Si queremos hacerlo como los finlandeses, tendremos que adaptar ligeramente nuestros horarios. El desayuno, copioso, tiene lugar a partir de las 7 de la mañana, mientras que el almuerzo, muy ligero –una ensalada y un café, por ejemplo–, suele tomarse entre las 11 y las 12 del mediodía. Es recién en la tarde-noche cuando se consume la comida más fuerte del día.

Una opción para ingresar en la gastronomía finlandesa es el smörgasbord , una mesa de entremeses nórdicos, presentada con el formato de un bufet de productos variados, como pescados, carnes, embutidos, albóndigas, frutas y verduras, huevos duros, tartas y quesos. Una elección, sin lugar a dudas, contundente.

Si, en cambio, queremos conocer las especialidades de una en una, debemos saber que los pescados, junto con las papas, son el plato estrella de la gastronomía local. Existe una gran variedad, entre los que destacan el salmón, la trucha, la perca, el arenque o la lota, que se comen asados, ahumados o en salazón y, habitualmente, acompañados de abundantes salsas. Sin embargo, no podemos olvidar la carne de reno, ciervo, perdiz, pato o alce, muy típicas en estas latitudes. En muchas ocasiones están elaboradas con frutas silvestres, como arándanos o frambuesas, o servidas junto a empanadas de Karelia, una suerte de pastel de harina de centeno, que se rellena con arroz o puré de papas.

No podemos olvidarnos tampoco de la repostería, los dulces y los chocolates, todos de muy buena calidad. Los buñuelos rellenos de mermelada (llamados munkki ) o los pastelitos aderezados con especias (los famosos pulla ) son realmente deliciosos. Finalmente, una última y valiosa recomendación: al salir a comer, elija solamente el plato principal y el postre. Con esas dos comidas tendrá más que suficiente.

Si el presupuesto es ajustado, lo más recomendable es olvidarse de las bebidas alcohólicas, puesto que los impuestos convierten su precio en algo prohibitivo. La vodka finlandesa es el licor más conocido y preciado, aunque también existe una amplia gama de otros licores hechos a base de frutas silvestres. En cuanto al agua, se puede beber la que sale de la canilla; es de gran calidad.

Helsinki tiene un buen ambiente nocturno. La zona más animada está localizada en el centro de la ciudad, y las discotecas de renombre suelen ubicarse en hoteles y en las zonas de Kamppi y Punavuori. Los locales más bohemios, en Töölö, y los más alternativos y juveniles, en el barrio obrero de Kallio. Todos suelen cerrar a las 3 de la madrugada.

Hay que tener en cuenta que en Helsinki el diseño está muy presente, por lo que ir de compras es una opción excelente. Las vías donde se concentra la mayoría de las tiendas son Esplanadi, Aleksanterinkatu y Fredrikinkatu. Y no se puede pasar por alto una visita a los almacenes Stockmann, un antiguo centro comercial en el que se puede encontrar de todo, incluyendo los souvenirs más originales. Otra buena alternativa es acercarse a las tiendas del Distrito del Diseño y, en verano, al rastro de Hietalahti. Como se ve, la temporada estival finlandesa constituye un circuito completo y muy original.

Portal de América - fuente: www.clarin.com/viajes

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