Otra vez cobra fuerza la versión de que la Federal Aviation Administration (FAA) de Estados Unidos baje a la Argentina, por cuestiones vinculadas con la Seguridad Aérea Operacional, a categoría 2, con todos los perjuicios que esto acarrea a la aviación comercial local. La amenaza no es nueva.

Seis meses atrás, justo cuando se producía el cambio de Alejandro Granados por Rodolfo Gabrielli al frente de la ANAC, se esperaba la llegada de inspectores de la FAA que debían determinar si las objeciones y recomendaciones observadas un año antes sobre los sistemas de seguridad, habilitaciones, aeronavegabilidad y entrenamiento de tripulaciones de aeronaves comerciales que se utilizan en el país fueron resueltos satisfactoriamente.

Pero teniendo en cuenta el cambio de autoridades y en consideración de haber cerrado la ANAC, a un costo de U$S 600 mil, un contrato de asistencia técnica con la misma FAA para que los asesore sobre las anomalías a corregir, se fijó un plazo para cumplir con lo observado de seis meses.

Con este plazo cumplido, el rumor es que Argentina podría no pasar la auditoria. El avión de los Juliá, despachado desde un aeropuerto argentino con un grosero cargamento de droga, no es un buen antecedente.

El miedo, además, es que la buena voluntad observada hace seis meses no se repita después de la escalada diplomática de hace dos semanas por la llegada de un C-17 Globemaster III, de la fuerza aérea de Estados Unidos, con tropas y material militar para un entrenamiento de la policía programado entre ambos países.

Argentina ya vivió en el 2002 las penurias de estar en Categoría 2, que entre otras cosas impide a las aerolíneas locales abrir nuevas rutas, cambiar destinos o incorporar nuevas aeronaves en sus vuelos a los Estados Unidos. Limitación que no alcanza a aerolíneas de aquel país.

fuente: Aviación News