Qué reinas, qué Vendimia, qué Mendoza
Jueves, 10 Febrero 2011

Ya que miles de personas ahora están hablando de la Vendimia, aprovechemos para discutir en serio. Que la fiesta sea Fiesta y que le sirva a Mendoza, pero también a los mendocinos y mendocinas en cuestiones muy concretas y humanas.

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Mendoza tiene una veta monárquica: Es la alimentada por una cantidad innumerable de niñas, adolescentes y señoras en cada una de las elecciones distritales -cientos, a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio provincial- de la Vendimia.

Toda niña mendocina que se precie de tal alguna vez soñó con ser reina. Y no sólo se trata de las mendocinas: la fantasía que irradia la mayor fiesta de la cosecha contagia a cualquiera.

Sin embargo, cada uno de sus detalles de la Fiesta ocupan el centro del debate y desvelan aún a los que no creen en ella, de los que jamás fueron ni irán al teatro griego Frank Romero Day, de los que nunca izaron un canasto montado en un palo de escoba para recoger un melón o un racimo de uvas en el Carrusel.

Esto sucede porque, precisamente –y a pesar de los rezongos públicos y privados- la Vendimia es la mayor de las fiestas de Mendoza y su arraigo es tal, que resulta imposible que no genere debate por una cosa o por otra.

Y pasa desde que la fiesta es Fiesta. Ya sea por el lugar de realización del Acto Central -que en los comienzos generó fuertes discusiones- por los guiones -conservadores para estos, intocables para ellos, repetitivos para los de más allá-, por la elección de la reina -¿es política? ¿es por la belleza? ¿está acomodada de antemano? ¿es non sancta? Esto lo han opinado hasta sus...¡virreinas!-.

El debate y la polémica es parte del folclore y eso no es malo: siempre que algo genere discusión y provoque crisis, es capaz de parir algo mejor.

No nos vamos a detener en la "reina hot" o, mejor dicho, en la de este año: esta es una buena excusa para hablar en público de un tema que por propio, por cotidiano, creemos ordinario, cuando se trata, en realidad, de una fuerte identificación del lugar en el que vivimos. Alimentaremos entonces el debate en torno a si la Vendimia es lo que queremos o es lo que quieren que queramos.

La fiesta es casi siempre la misma. Salvo algunos retoques, el argumento del acto central es la repetición de un esquema preconcebido. Lo que fue exitoso, no se toca, como confiando en lo automático más que en lo creativo. ¿Es porque el género es tan rígido que no permite cambios? ¿O los rígidos y pacatos somos los mendocinos? Convengamos que somos los adalides del dicho "siempre se hizo así".

Algunos dicen que hay que buscar hasta encontrar al Abelardo Vázquez (foto) de este tiempo, aquel o aquella que sea capaz de dar vuelta lo que ya se viene haciendo, generando las sinergias entre tradición, historia y la realidad vertiginosa del mundo de hoy, para que la fiesta siga siendo Fiesta y no se extinga en cuatro o cinco discusiones repetidas motivadas por idéntica cantidad de recursos artísticos de la misma índole.

Mientras tanto, quedan las reinas. ¿Son o deben ser cosechadoras las reinas? No tiene sentido debatir algo así, como tampoco lo tiene discutir sobre su vida privada: es la que tienen y al final de cuentas, en promedio, termina siendo representativa de la sociedad de la que forman parte. Recordemos: lo de la monarquía es fantasía y no hay por qué exigirles requisitos afines a tan ajeno rango.

Pero sí podríamos pensar en un rol social para las soberanas. Son muchas, surgen de nuestros barrios, de las familias más esperanzadas en que participar de un acto eleccionario cambia las cosas. Tienen ideas y podrían expresarlas con mayor naturaleza, en lugar de ser adornos o rezar la iconografía vendimial que se les exige tras su formateo poselectoral.

La sociedad que las llevó hasta el reinado local, distrital y departamental las siente propias: las quiere. ¿Hay, acaso, algún eslabón más legítimo para abordar cuestiones sociales? ¿Podrían servir para algo menos trivial que exhibir la belleza que otras chicas no tienen?

Por supuesto, pero hay que pensar en una Vendimia que les brinde esos espacios, que genere recursos para la provincia y que sirva, además, para recrear la confianza entre los vecinos y reconstruya los lazos sociales.

Para eso, no sólo hay que pensar Vendimia como “algo para turistas”, sino volver a creer que Vendimia es y será la Fiesta de Mendoza.

fuente: www.mdzol.com

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