Caracas: una grata sorpresa gastronómica
Martes, 08 Febrero 2011

Caracas: una grata sorpresa gastronómica

Un recorrido sibarítico por la capital Venezolana. Los pro y los contra de la puerta del Caribe.

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por Alejandro Maglione  

El preconcepto

Viajé a Caracas con diversos objetivos, en los que la gastronomía era sólo uno de sus aspectos. No obstante, me hice asesorar por viejos y buenos amigos, gente de diente y opinión respetable, a los que pedí que me anticiparan qué podía descubrir en esta ciudad en materia de gastronomía.
Pocas veces encontré una unanimidad tan cerrada, entre gente que ya llevaba un par de lustros sin visitarla: en Caracas iba a encontrar una cantidad de cosas interesantes, menos una gastronomía que mereciera recordarse.

La idea la compré de inmediato, porque debemos reconocer que, por motivos que no vienen al caso analizar en este espacio, Caracas no está teniendo buena prensa en la Argentina en los últimos años.

Error
Indudablemente mis amigos-asesores no cuentan con la dinámica que suele tener una ciudad en temas culinarios. Dinámica que puede ser para bien, como es este caso, o para mal, porque lugares que podíamos tenerlos clasificados como de fácil acceso a una buena gastronomía, pueden haber dejado de serlo casi sin que nos enteráramos.

La frase
"Solo hay una oportunidad para causar una primera buena impresión". Sabia máxima, que no por obvia, menos sabia. Es el caso de Caracas y la llegada a su aeropuerto, que para mí era la primera vez que lo hacía, a pesar de que he merodeado y mucho por América Latina.

Uno siente pena porque hay como una sensación de un retroceso en el tiempo, que me recordaba la llegada a la Argentina 40 años atrás. Un funcionario de mirada huidiza, que miraba atentamente mi declaración jurada de equipaje, y con aspecto de quien tiene la experiencia suficiente como para que no lo pase por el costado un humilde turista, pregunta: "¿trae algo nuevo?". Esta pregunta sería imposible de entender para un argentino sub 50, pero como no era mi caso, la cosa fue sencilla, me hice el tonto y repregunté: "algo nuevo ¿cómo qué?". "Y -me dijo el funcionario de la mirada difícil- algo como ropa nueva o cosas así.". "Mire -respondí- no tengo mi equipaje enteramente declarado en mi memoria, pero sospecho que alguna camisa nueva o cosas como esas seguro que tengo. Pero -volví a repreguntar- ¿siendo turista argentino, que pienso pasarme una semana disfrutando de su país, es ilegal que traiga una camisa nueva o calzoncillos nuevos en mi valija?".
Se la hago corta: me dejó pasar, más por cansancio que por convicción. No tuvo la misma suerte un amigo que me acompañaba, que digamos que se llama Fernando y lo apodamos "Chaco" por haber nacido en aquella provincia. Él portaba una filmadora Sony y tuvo que pasar por un aguantadero de casi dos horas para que finalmente se me pudiera unir en el hall de salida del aeropuerto.

Segundo tropiezo
Apenas salgo del lugar en que se retiran los equipajes y la aduana y encaro el hall de salida, un puñado de hombres de aspecto torvo me paran y me dicen: "el carrito llega hasta acá, si quiere llevar el equipaje hasta el auto que lo está esperando, se lo lleva a mano o nos contrata a nosotros.". Imaginar la cara y la actitud de estos señores, con brazos recargados de músculos, por el constante traslado innecesario de equipaje, que hubiera podido llegar a la puerta de salida cómodamente ubicado en el carrito disponible al efecto y que en cualquier aeropuerto normal del mundo, acompaña al pasajero hasta el taxi que lo lleva a la ciudad. No se la hago lunga, saqué equipaje y me lo llevé rodando con aire sobrador, pero sintiendo la mirada fulminante del piquete de changadores.

Tercera sorpresa
Mientras esperaba a mi amigo demorado por el defecto de transportar una filmadora de videos, veo puñados de hombres agrupados de a tres o cuatro, haciendo no se bien qué cosa, apostados en distintos lugares del hall. Conversando entre ellos distraídamente, cuando se pasa cerca, uno se le acerca y le dice "cambio". Y allí me enteré de la delicia de la existencia del "cambio oficial" y del "cambio paralelo", en el que la diferencia es de exactamente el doble.

Lógicamente, como hombre servidor de la ley, que ya traía su cambio hecho desde Buenos Aires, rechacé la oferta de una transacción que no lucía legal, con la energía propia de la gente de bien.(Luego me enteraría que esos hombres a veces serían oficiales públicos, a la pesca de un turista dispuesto a saltar la clara valla de lo legal.)

Sale el sol
Claro, el sol salió, porque no todo podía ser turbidez y memorias de épocas pasadas en nuestro país, en que todo esto era habitual, y todo, absolutamente todo, ensayado en varias oportunidades, demostró la inutilidad de estas políticas en el mediano plazo. Y sol comenzó a asomar por varios lados. Uno, por ejemplo, es el del clima.

Caracas tiene un clima delicioso. En estos días, la temperatura baja por la noche a 19 grados, y durante el día no sube de los 26ºC.

La siguiente grata sorpresa son los caraqueños y caraqueñas, que nos reciben como amigos aunque no los conozcamos . Son cordiales, divertidos, amables, y se divierten con los malentendidos que se generan por las inevitables diferencias idiomáticas.
Otra sorpresa fue haber descubierto una gastronomía que está en una acertada búsqueda de la excelencia. En los restaurantes, al igual que como lo vieran el año pasado en la ciudad de Medellín, en Colombia, se aprecian pequeñas cavas de vinos para que los comensales puedan hacer su selección entre las más variadas etiquetas de los principales países productores del mundo. Y en esos estantes, los vinos argentinos compiten principalmente y de manera dura con los omnipresentes vinos chilenos.

Más gratas sorpresas
Los venezolanos tienen aprecio por el pan, así que los argentinos, devotos impenitentes del pan en la mesa, se sienten a gusto al verlo frecuentemente en la mesa.

Botones de muestra de alta gastronomía
En Caracas abundan amigas periodistas gastronómicas como María Luisa, Soraya, o Vannesa, que como ángeles de la guarda, de la guarda del ancho de mi cintura, me fueron llevando por lugares de una exquisitez, cada uno en lo suyo, que realmente me llamaron la atención.

Le doy algunos ejemplos
Un señor belga, Brian Vandenbroucke (y que quiere, el hombre es de apellido flamenco) es dueño de la chocolatería La Praline que es un exponente de excelencia en el manejo del cacao, que al igual que algunos casos en la Argentina, iguala o supera lo que podemos encontrar en Europa. En el caso de Brian, la ventaja respecto de nuestros compatriotas es que su negocio está asentado en un país que tiene justa fama de tener el mejor cacao del mundo.

El otro ejemplo, como para dejar abierto el tema y tratarlo con calma más adelante, es el de la "boutique culinaria" Madame Blac de Florencia Rondón, hija de un venezolano y una argentina, que se especializa en una pastelería donde la estrella es.¡el chocolate!. Florencia a su vez está casada con un hijo de franceses, Paul Launois, chef propietario del restaurante Antigua que queda al lado casi del local de su esposa, y que tiene una puesta de decoración realmente divertida y diferente a todo lo que vería después. Claro, además comí estupendo.

Conclusión
El tema da para largo y lo vamos a recorrer, pero le anticipo mi conclusión: incluya a Caracas en un próximo viaje a Centroamérica si quiere tener una larga lista de oportunidades gastronómicas de las que pocos habíamos escuchado hablar. ¡Ah! y olvídese del mal trago de la llegada con la patota changadora y todo eso. La mala impresión se le va volando, por el contraste con todo lo otro de bueno que le espera.

 

fuente: conexionbrando.com

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