Cinco tesoros porteños que resisten el paso del tiempo
Martes, 18 Enero 2011

Cinco tesoros porteños que resisten el paso del tiempo

Comercios que son la historia de la ciudad. Fueron abiertos en el siglo XIX y sobrevivieron a todas las modas y tendencias; cuáles son los negocios más antiguos de Buenos Aires.

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Aux Charpentiers vende ropa de campo desde hace 12 años

por Franco Varise

El fondo del plato de El Imparcial entrega la imagen de un mozo espía; la borra del café Tortoni habla de Borges y de Quinquela; de las paredes de la Librería de Avila emergen fantasmas coloniales.

Casi todos los días, abren y cierran comercios en Buenos Aires. Pero muy pocos lograron afrontar durante más de un siglo el paso del tiempo. Algunos son conocidos; otros, menos. Están los que lograron el reconocimiento internacional y los que intentan mantenerse en medio de las dificultades.

Estas son cinco joyas centenarias de la ciudad:

Tienda escondida

Aux Charpentiers es una casa de ropa especial, ubicada en la esquina de Santiago del Estero y México. Está ahí, inmutable, desde hace 112 años. El local resulta casi conmovedor. La ropa especial que venden no es otra cosa que vestimenta de campo para nuevos y viejos gauchos.

Pueden encontrarse bombachas anchas de telas finas inhallables y, a simple vista, los modelos distan mucho de las marcas de moda. Son fieles a las prendas que uno creería que utilizaron los antiguos moradores de estas tierras y de una elegancia poco usual en ese tipo de vestimenta.

Carmen Robiglio es la hija de Juan, su dueño, de 84 años. "Hacemos algo muy diferente, artesanal, y buscamos telas de las viejas fábricas, hallazgos, como algodones que ya no se fabrican", explicó Carmen. Es de suponer que la gente de campo conoce el lugar. De hecho, está en la misma esquina desde 1888.

"Tiene un encanto especial; vienen los turistas y quedan fascinados. Hay clientes importantes de la gente de campo, embajadores y personas ligadas a la realeza que prefiero no mencionar", aclara misteriosa Carmen. Pero también hay dificultades: hoy, Aux Charpentiers no encuentra la mano de obra adecuada (sastres, costureras) que puedan manufacturar los moldes antiguos. "La resistencia es porque el dueño, mi papá, quiere conservar las cosas a su manera: es algo diferente. Esto no es Tinelli, aunque, por otro lado, se hace muy difícil", deja pendiente en el aire Carmen.

Mesas que hablan

El Imparcial cumplió 150 años. Es el restaurante más antiguo de la ciudad y, según dicen, el segundo del mundo, entre los antiguos. La leyenda cuenta, según Uki Goñi en su libro Perón y los alemanes , que un mozo entregaba mensajes de espías detenidos durante la Segunda Guerra Mundial. Lo cierto es que la paella, hoy, es una de las más apetecidas de la ciudad. Y el staff actual de mozos, casi todos con 40 años de servicio, prefieren no hablar de espías. "El Imparcial es más que mi casa; y lo mejor es que acá no hay platos individuales: todos son para compartir", dice Juan Farías. El nombre, El Imparcial, según otra historia, surgió del deseo del primer dueño, Manuel García, de que no se hablara de política ni de religión en la mesas. De poco sirve la anécdota porque Tito Janin, un cliente de 84 años, comenta que él recuerda cuando los franquistas y antifranquistas dividían el salón y se pasaban duras facturas. "Ahora hay muchos lugares, pero éste es el mejor de Buenos Aires para comer pescado", sentencia Janin. Justo en la esquina de enfrente está el restaurante El Globo, que acaba de cumplir 108 años. Y en Sarmiento al 1300 aún funciona el restaurante del Club El Progreso, quizás el más antiguo, fundado en 1852, pero bajo distintas concesiones. Allí comieron 17 presidentes constitucionales.

Un café clásico

El recorrido sigue por el Tortoni, en Avenida de Mayo 825. Roberto Fanego, el encargado, espera en una mesa redonda con un cafecito. A los 78 años, es el cuidador de un valioso patrimonio. El Tortoni, fundado en 1858, es mucho más que un café: es un museo, un lugar de encuentro y una reserva viva de la Argentina. Por sus mesas pasaron casi todos los referentes intelectuales de la historia del país. Pero, curiosamente, hoy existe la extendida idea de que es sólo para turistas. Y Fanego tiene algo para aclarar al respecto: "Ahora es fácil decir eso; hay ingratos que hacen ese comentario, pero acá a nadie se le pregunta si es católico, judío, alemán o argentino... y la gente joven es también consciente de eso; por eso cada vez viene más". El Tortoni habla por sí mismo: está lleno de punta a punta.

Esquina histórica

En el vértice de la ciudad que forman las calles Bolívar y Alsina, está la Librería de Avila. Es el lugar donde se vendió el primer libro cuando Buenos Aires era apenas una aldea grande. Nació en 1785 como un boliche de ramos generales y muy rápido pasó exclusivamente a comercializar libros. Se la conocía como la Librería del Colegio. Pasó por muchas etapas e incluso estuvo cerrada y abandonada hasta que, en 1993, Miguel Avila, un librero de alma, entabló conversaciones con el Arzobispado de Buenos Aires -propietario del edificio- para reabrir el local. Sucede que una empresa de comidas rápidas había hecho ofertas muy cuantiosas. "Me dicen: «Dios cierra una puerta y abre una ventana... Usted es la ventana»", recuerda Miguel, sobre sus charlas con el clero. Así, con la ayuda de colegas, intelectuales, amigos y la Iglesia logró la reapertura de esta casa, el negocio más antiguo de la ciudad dedicado al mismo rubro. "Muchos vienen a sacarse una foto y los turistas vienen a visitarla porque es el único negocio de la época hispánica que se mantiene en el mismo lugar", sostiene Miguel. En sus anaqueles atesora obras invalorables de 1662.

Un museo viviente

La Farmacia de la Estrella fue inaugurada en 1834, pero funcionaba a media cuadra del sitio que ocupa desde 1890. La farmacia estuvo a punto de demolerse, pero ante la oposición y trabajo de historiadores y arquitectos, pasó a formar parte del Museo de la Ciudad. Es decir que en esa esquina, en Defensa 201, funciona un local comercial que, en realidad, es un museo. "La sensación es muy rara porque cuando entro acá todavía se me eriza la piel", expresó el encargado, Alberto Paredes. Las paredes con frescos de época, las estanterías y las molduras son un cachetazo al paso del tiempo, al devenir de las modas y a la futilidad de algunas de las opciones modernas.

1 Los veteranos mozos de El Imparcial, un clásico de 150 años. 2 El Tortoni sigue siendo una atracción; fue fundado en 1858 . 3 La Farmacia de la Estrella, desde 1834 en San Telmo. 4- La Librería de Avila, el más antiguo: nació en 1785 

fuente: lanacion.com.ar/fotos: Maxie Amena / Mariana Araujo

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