por Eduardo Pogoriles

Los tesoros están, sólo hay que buscarlos. Hay uno en la esquina del viejo almacén de ramos generales Dewey, que está desde 1912 frente a la plaza San Martín. Allí, entre las estanterías de pino, las paredes de ladrillo y las lámparas de carburo, el viajero puede toparse con una verdadera “cápsula de tiempo” evocadora de toda una forma de vida: los catálogos de la tienda Gath & Chaves de 1927, un juego de cubiertos ingleses Snowdon Square Blue, latas que guardaban higos de Turquía.

El almacén Dewey es un ícono de la historia del norte neuquino. Lo mismo pasa con el torreón blanco donde, según se dice, fue encerrado el último cacique, Purrán, luego de la “campaña del desierto” lanzada en 1879. El torreón está detrás del fortín militar Cuarta División, allí las banderas y los restos del pasado de los pueblos originarios evocan tiempos no tan lejanos.

Hoy es evidente que Chos Malal se debe a sí misma un museo que hable con criterio actual de la vida cotidiana en la zona, remontándose a los indios que traficaban con la sal y las vacas, a los buscadores de oro del Neuquén y los bolicheros astutos, a los aventureros europeos, al comercio fronterizo con Chile, a los folclóricos “crianceros” de chivos.

En lengua mapuche Chos Malal quiere decir “corral amarillo”, por el color de los cerros de piedra laja que la rodean. Ya no es aquella Siberia de la época del servicio militar. Con el nuevo paso cordillerano de Pichachén, la ciudad chilena de Concepción y la región del Bío Bío –seis millones de habitantes– están más cerca de Chos Malal que Neuquén, ubicada a 400 km. Se abre así un camino para el turismo de aventura.

Los viajeros que bajan desde Mendoza por la ruta 40 se asombran ante el cerro Domuyo, el volcán Tromen, las lagunas de Epu Lauquen, los sitios de arte rupestre. Chos Malal es la puerta a esas bellezas, pero el ferrocarril nunca llegó hasta aquí y en 1904 la capital provincial se mudó a Neuquén. Los tesoros siguen aquí.

fuente: www.clarin.com