Turismo y prostitución
Jueves, 14 Junio 2012

Turismo y prostitución

Si se intentara censar a prostitutas y prostitutos que ejercen la profesión de manera regular u ocasional en Colombia, no tendríamos resultados confiables. Sería fácil, en cambio, discriminar la actividad por categorías sociales, calcular de tarifas, determinar el perfil de la clientela y dibujar un mapa de ciudades y sectores donde se ejerce la prostitución de manera permanente o por temporadas.

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Uno de los daños colaterales del narcotráfico fue haber estimulado la prostitución -que siempre existió- y haberle rebajado la censura moral y social al hecho de prostituirse. También se la rebajó al hecho de traficar con drogas y matar. Así como corrompió a políticos, jueces, empresarios, policías, banqueros, el narcotráfico corrompió a decenas de miles de colombianas.

El mercado se activó entre jovencitas de barrio y de clase media y media alta, beneficiarias de las bonanzas marimbera y cocalera. Unos años después, la movida se sofisticó al volverse costumbre el corregir en los quirófanos errores y olvidos de la naturaleza en el cuerpo femenino. Una investigación entre adolescentes de colegios y jóvenes universitarias, arrojaría cifras sorprendentes sobre el número de niñas prostituidas con el fin de estar en la onda estética imperante para venderse así mejor.

La industria turística no es la causa directa del aumento de la prostitución. Es su beneficiaria. Tampoco lo son los gobernantes de las ciudades donde se establece y prospera este negocio, lo que no impide que se vuelvan tontos o hipócritas protestando cuando se pone en evidencia. No hay ciudades que tengan el monopolio de la prostitución, pero sí las hay donde el turismo sexual fluye más que en otras.

Y si el destino turístico tiene un toque de exotismo -como en La Habana, Cartagena, Bangkok-, es más difícil impedir que la prostitución alimente otros negocios. El mercado crea redes de apoyo en la legalidad y fuera de ella, que se lucran con el negocio.
Y esto incluye la prostitución de menores: cada día es más grande la demanda y más eficientes las redes que se dedican a ello, aprovechando la disponibilidad de la "mercancía".

La prostitución es un mercado que se regula por su propia dinámica. No depende de la felicidad o desgracia de hombres y mujeres, ni siquiera de las crisis o el apogeo económico. Basta una persona que pague por tener sexo y otra que cobre para satisfacer la demanda. La permisividad sexual y la riqueza de muchas sociedades no garantizan tampoco su desaparición. A lo sumo, se consigue una regulación razonable del oficio, con miras a disminuir daños sobre la salud pública.

Es cierto que la pobreza es una de las mayores causas de la prostitución. No es la única. Lo es en sociedades donde la miseria empuja a adolescentes y jóvenes de ambos sexos a la humillación de venderse. También a personas adultas.

Es el caso de Cartagena, donde la oferta es de todos los niveles, la callejera y la glamurosa de prepagos y "escorts", a pocos metros de la sede del gobierno local.

El servilismo con que se atiende al extranjero que paga diversión tiene su extremo opuesto en la gritería de las autoridades cuando se pone en evidencia el lado oscuro de la ciudad acogedora, bella y luminosa.

Las circunstancias en las que se produjo el escándalo de los agentes de seguridad de Obama no fueron prefabricadas para la Cumbre. El mercado estaba allí, esperando clientela.

Portal de América - Fuente: www.eltiempo.com

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