por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay - @DelPDA - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
La Cancillería uruguaya, el Ministerio de Defensa, el de Turismo y todo el gobierno uruguayo, encabezado por el presidente Luis Lacalle Pou, desde un primer momento se han puesto como objetivo la repatriación de todos los compatriotas atrapados en el extranjero por las medidas gubernamentales de diferentes países a raíz de la propagación del Covid-19.
Tenemos conocimiento de que se evaluaron diferentes posibilidades, inclusive la contratación de un chárter de una aerolínea peruana. Seguramente, la aparición en escena de la gente del Aeropuerto de Carrasco, conjuntamente con los ejecutivos de la única aerolínea comercial que actualmente tiene bandera uruguaya, Amaszonas, facilitaron la decisión por obvias razones de costo y localía.
Pero desde un primer momento (el Embraer 190 estaba pronto para decolar ayer jueves 19, con todo en regla, pilotos habilitados (es particularísima la operación en el aeopuerto de Cusco por largo de pista y entorno geográfico) y en primera instancia, ante las dificultades burocráticas impuestas por las autoridades peruanas, se estima que en el mejor de los casos, podría darse su partida desde Carrasco el próximo domingo.
Aún en estos momentos tan complicados para todos, hay reacciones y actitudes poco creíbles, como la de la alcaldía de Guayaquil al ordenarle a los choferes de toda su flota colocar sus vehículos en la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional, para impedir el aterrizaje de Iberia. Habla de miedo, ignorancia, ¿de qué?. La misma interrogante va para las autoridades peruanas. Tan complicado es dejar entrar un avión que les lleva ciudadanos de su país y va a buscar uruguayos a los cuales ellos mismos, por apresuramiento, dejaron sin poder volver.
En el caso de Ecuador la respuesta es más simple, pero la de Perú, cuesta entenderla.
Decirle que no, o trancar al más pequeño de los iguales (o sea el menos igual) no es tan complicado como decirle que no a Israel, eso está más que claro.
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