por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay - @DelPDA
Por un lado la actitud del directorio que responde al actual gobierno, que con matices no se diferencia en lo sustancial con sus similares anteriores, o sea, no interviene quirúrgicamente, sigue con los analgésicos de siempre.
Por el otro, los sindicatos, que a lo largo de la historia de la empresa se han disputado con los directorios, el cetro de quien daña más a su fuente laboral.
Pero en la actual coyuntura, la puja se enmarca en un contexto salvaje, teñido de fanatismo político, entre otras cosas.
En la teoría original, la "Revolución de los aviones" apuntaba -sin declararlo específicamente- a la redistribución del negocio aéreo, o si se nos permite: "a barajar y dar de nuevo".
Una de las metas primordiales, se supone que la principal redistribución pensada, era la del capital humano que integraba la plantilla de Aerolíneas, lo cual resultaba inaceptable para el funcionariado, sobretodo, por estas principales razones:
Pérdida de la categoría de funcionario público
Prebendas en asignación de horas de vuelo y de viáticos
Despedirse de salarios exagerados respecto a la contrapestación horaria
La relación óptima de funcionarios por cada avión de la flota de una compañía, a nivel internacional, es de 70 personas.
En Aerolíneas esa cifra se multiplica por más de dos.
No hay que ser muy entendido para llegar a la conclusión que con las actuales condicionantes, Aerolíneas Argentinas es absolutamente inviable.
Pero, ¿el gobierno de Macri debe cerrarla?
Contundentemente NO, debe redimensionarla más temprano que tarde.
Debe pasar definitivamente a ser una empresa de derecho privado y de esa forma, salir claramente de la categoría de aerolínea de bandera, sacudiéndose con ello del lomo, la pesada carga de la burocracia estatal, los compromisos políticos que incluyen servicios de pasajes y carga gratuitos por ejemplo.
Optimizar la cantidad de funcionarios; número de sucursales; presupúesto general y comunicación, entre otros rubros o temas.
Pero debe enfocársele como ANR, Aerolínea Nacional de Referencia, reservándose el crucial cometido de asegurar conectividad y adecuación tarifaria, como de alguna manera lo tiene previsto la constitución argentina que la cataloga como el "instrumento idóneo".
Uruguay, pasados seis años del cierre de Pluna, no ha podido retornar ni cerca, al estado de cosas que reinaba cuando aún volaba.
La determinación de cerrar Pluna, ya no es duda para nadie, terminó siendo un gravísimo error.
Cerrar Aerolíneas Argentinas como lo piden muchos, puede llegara a ser un error aún mucho más grande que el de cerrar Pluna.
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