Me tomé mi tiempo. Lo que tengo que decir sobre el Totogate
Jueves, 12 Febrero 2015

Me tomé mi tiempo. Lo que tengo que decir sobre el Totogate
En junio de 2011, en este mismo PDA escribí : "Siempre fuí oyente de quien, para mi, es el número 1 sin discusión y lo volví a reencontrar en 2006, cuando Damián Argul tuvo la brillante idea de convocarlo para que diese una charla en el ciclo "Pensar el turismo" acerca de sus viajes por el mundo. El año pasado, en oportunidad de la fiesta por el quinto aniversario de la Revista Shop News, fue uno de los distinguidos por su trayectoria y la dirección tuvo la gentileza de preguntarme a quien quería entregarle un premio y no dudé un instante: "al Toto", dije. En el momento de hacerle entrega del reconocimiento, emocionado, reconocí que era un honor y que de alguna manera, profesionalmente, pretendía ser el Toto Da Silveira del turismo. Sonriente, aceptó la distinción y con el humor y la humildad que le caracteriza dijo: "pobre, cree que ser el Da Silveira del turismo es bueno..."." 
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por Sergio Antonio Herrera, desde Salinas, Uruguay

Muchos lo saben, no solamente nací en la vieja sede aurinegra de la calle Maldonado sino que viví allí hasta los 21 años. Mi viejo Gervasio, un ser irrepetible del que el pasado lunes 9  se cumplieron 40 años de su partida, junto a mi madre eran los encargados del lugar pero él, además era el equipier (ahora de tan aporteñados que estamos les decimos utileros). Comenzó siéndolo de las inferiores (¡si habré cargado bolsones ayudándolo para ir hasta la calle Paysandú a tomar el 156 a Las Acacias!), pero tras la muerte de Juan Delgado (glorioso excentrojás del club) lo "ascendieron" a primera y el viejo, conmigo de ayudante a tiempo completo estuvo en el primer quinquenio y en toda la gloriosa década de los sesenta.

A la intimidad de ese vestuario majestuoso de los Wiiliam, Luis, Caíto, Tito, Pardo, Pepe, Alberto, Juan, Lito, Chiquito, Pedro, Pocho,  y muchos más, además de todos ellos, sólo accedían el DT de turno (Roberto, el Hugo, Roque) Dante Cocito el masajista, el viejo y yo. Estar ahí era un privilegio pero también un compromiso de invisibilidad y obvia confidencialidad.

Los viajes al interior en los ómnibus de ONDA fletados especialmente tenían un momento infaltable, se daba antes de entrar a cada ciudad cuando se escuchaba el grito con el vozarrón del Tito Capitán: "¡la bandera Herrera!" y allá bajábamos con el viejo a colgar debajo del parabrisas la gloriosa (hoy por otra porteñada le dicen trapo) para que los residentes supieran que allí llegaba Peñarol. Cuando fui creciendo y era adolescente, más de una vez algún hincha de los que se apiñaban alrededor del bus, cuando descendía del mismo se preguntaba y hasta me preguntaba como me llamaba, creyendo seguramente que era una joven promesa del club.

A las sesiones del Consejo Directivo en la majestuosa sala de la sede/mi casa, además de los dirigentes solo entraba Gervasio. El mozo de la cantina traía la bandeja con los pedidos hasta la puerta y se la daba a mi viejo para que ingresase con los cafés o las bebidas pedidas. Mi tarea y mi rebusque (hoy curro) era ir hasta lo del gallego José en Maldonado y Yi a comprar dos paquetes (si, también le decimos atados pufff) de Chesterfield para Don Washington quien me gratificaba con el vuelto.

Más acá en el tiempo, cuando volví a Las Acacias llevando a practicar a mi hijo y compartía unos mates y largas charlas con el Tito Capitán Intendente, recorría con anécdotas toda esa imborrable época de mi vida. Fue sin saberlo, mi despedida de presencia activa alrededor de las canchas y mi entrega total a ver el fútbol por TV. Muchas cosas me alejaron del vivo y en directo, las públicas que todos suponen como las barras inmundas más que bravas y la desaparición de códigos en el circuito cerrado.

Obviamente que nada de lo relatado a partir del copete de esta nota tiene que ver con Jorge Da Silveira pero sí y mucho con el motivo de la nota: los códigos del fútbol.

Salvando las enormes distancias de renombre, prestigio y exposición, además de las canas y la profesión, la similitud que tengo con el Toto es que ambos opinamos. Y solamente quienes opinamos en un país donde "todos nos conocemos porque somos un puñadito" sabemos lo que es vivirlo "del lado de acá".

Es desde aquí mi enfoque.

En el caso del comentario que hizo peligrar el polémico pase de Jonhatan Rodríguez al Benfica, al Toto se le fue la moto. Estuvo peor que mal. No debía haber dicho lo que dijo, bajó en ese instante al submundo del chisme maligno, inútil e innecesario, impropio de un analista como él. Punto y aparte.

En el mismo momento que me enteré y cuando vi la repercusión en las redes, el comunicado de la mutual y demás, dije en casa que el fin de su carrera estaba próximo. El paso al costado en Punto Penal y en Fox Radio así me lo confirmaron.

Hay que tener unos testículos enormes para reconocer el error y decirlo públicamente y hay que tener un conocimiento de las reglas del juego a cabalidad para ponerle la firma a la carta que le mandó redactar Damiani al asesor de comunicación del Doctor Barrera, Alvaro Amoretti, la cual, junto a la enviada por la AUF hizo posible que los directivos lusitanos revieran su no inicial.

El gran error del Toto fue haber puesto solito, la cabeza en la picota para que la multitud anónima y destructiva de las redes sociales le bailaran un chamamé encima y para que muchos mediocres colegas sacaran partido a partir de silencios, rostros cirscunspectos o comentarios pretendidamente de fijar posición que no trasmitieron nada por falta de aquello...

Es una lástima desde muchos puntos de vista porque una trayectoria como la del Toto no merecía un final de este tipo.

Los códigos del fútbol son en general basura de la buena y sé porqué lo digo.

El periodista de opinión sabe de sobra que está solo a la hora de sostener sus convicciones. Cuando acierta como casi siempre lo hizo el Toto, sabe que lo hizo, por el silencio que recoge como respuesta, lo sé por propia experiencia. Cuando le erra, los que están haciendo fila para pegarle, se atropellan entre ellos.

Sigo pensando lo mismo que escribí en junio de 2011 sobre él, en este mismo sitio. La única diferencia ahora es que todos, él incluido, nos dimos cuenta que errare humanum est.

Nos vemos.

Portal de América

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