por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Desde hace por lo menos quince días sabíamos que Paola Tamburelli iba a ser la nueva Administradora de la ANAC. En el ínterín varias fuente confiables me decían que había otros candidatos, pero por un inoportuno o fallido “off de record” estaba convencido de su designación.
Obvio, me tuve que morder los labios para no haber hecho pública esta designación, pero por el respeto a nuestras fuentes y a la propia Lic. Tamburelli, preferí esperar y perder lo que pudo haber sido una “primicia”.
Es obvio que nada es fácil en la Argentina de hoy, en especial porque hay un falso o erróneo concepto de la política, que confunde lo partidario, con los supuestos compromisos que genera la militancia.
Yendo al transporte aéreo, que será la “cuestión” que deberá abordar Paola Tamburelli desde la ANAC, diría con palabras de Pierre Rosanvallon que se encontrará con su sueño o concepto del bien con la realidad de lo confuso.
Hoy el transporte aéreo comercial está de bruces con la legislación local, y lo más grave con una ley de política aérea cuya obsolescencia contamina el medio aeronáutico. Lo mismo pasa con el código aeronáutico que exige una reforma inmediata.
El primer problema que deberá enfrentar y resolver la nueva administradora de la ANAC es si las empresas de transporte aéreo autorizadas para usar la matricula “LV” deberán adecuarse a la legislación vigente y en ese casó fijar un lapso razonable para que lo puedan hacer.
Esta “solución“ es o sería irreal, porque es imposible que haya capitales argentinos dispuestos a invertir en transporte aéreo, y esa intimación solo sería una “invitación” a discontinuar la actividad.
La otra posibilidad es la de proponer la necesaria derogación de la ley 19030 y la modificaron del código aeronáutico en línea con el proyecto que hemos presentado en la ANAC hace ya algunos meses y Dios sabe en qué cajón estará hibernando.
En general y como mínimo se debe derogar el art. 99 que establece el principio de la garantía sustancial, el modo de conceder autorización por rutas, automatizar mediante una simple comunicación la realización de vuelos “no regulares” por parte de las líneas aéreas autorizadas para la actividad regular, autorizar bajo condiciones de reciprocidad la participación de personal aeronáutico de los países de Latinoamérica.
La ANAC debería proponer en un primer paso a los países del MERCOSUR y Asociados un sistema de libre circulación de personas y bienes, y un cielo aeronáutico común y único en el que se permitan ejercer las nueve libertades del aire, abierto al resto de los países de la región.
Se debería diseñar un sistema de subsidios a la demanda, en especial para personas radicadas en zonas de reducida conectividad.
Es sabido que todos los operadores aéreos locales pierden dinero y que habría un exceso de oferta, por cuya razón la ocupación promedio estaría por debajo del 75%. Esta realidad exigiría la necesidad de regular la oferta a partir de ahora y durante estos años de emergencia económica que nos hacen pronosticar índices mínimos de crecimiento en el cabotaje con relación a la oferta existente.
Nuestro mercado de transporte aéreo se caracteriza por ser pequeño con altos índices de recurrencia. Estimo que el mercado del transporte aéreo, de acuerdo a las encuestas de ingresos que publica el INDEC y un porcentaje importante de la economía marginal, no supera los seis millones y medio de personas. Es decir poco más del 15% de la población total.
Es cierto, hay un potencial para crecer, pero para ello deberíamos tener una economía normal y en pleno desarrollo.
Estimada Paola Tamburelli, nuestros deseos de una muy buena gestión y tener en cuenta que la persuasión, la prudencia y la convicción son hoy elementos esenciales de todo buen funcionario.
Portal de América





