por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Esta decisión que se implantaría en las próximas horas implica establecer un desdoblamiento del mercado cambiario fijando para el gasto del turismo de “importación o emisivo”, una paridad diferente a la existente para otras operaciones de importación y exportación.
Pese a las devaluaciones ocurridas en los últimos tiempos, hoy la balanza turística tiene un déficit de cinco mil millones de dólares, lo que puede significar dos cosas. Por un lado una pésima distribución del ingreso, recordemos que sólo perciben ingresos razonables las personas ubicadas a partir del octavo decil, el resto estaría incluso por debajo de un nivel digno de existencia. Eso explica que el tipo de cambio, como dijimos hace varios meses en el PDA cuando se debatió una hipótesis similar para fijar tipos de cambio diferenciales, poco influye en el segmento que viaja al exterior con niveles mínimos de recurrencia de dos viajes al año.
Por otro lado, eso explicaría también que el turismo interno, en términos comparativos es caro, por eso el atractivo de viajar al exterior, sea a países limítrofes o más alejados no se veía sustancialmente afectado por los niveles de devaluación ocurridos hasta ahora. El fiel negativo de la balanza del sector asi lo hace saber.
En verdad este tipo de decisiones son razonables y realmente responden al principio de justicia que expuso John Rawls, o el principio de solidaridad en el que lo sustenta el gobierno, para no parecer liberal y ofuscar un poco más a Cristina cuyo humor con Alberto Fernandez dista de ser el mejor.
Este tipo de cambio “turístico” como se llamará perjudicará aún más a Aerolíneas Argentinas que se nutre en más de un 80% de pasajeros residentes y tiene dos vuelos con claro destinos de “importación de turismo” que son los que tienen como destino Cancún y Orlando.
Ase supone que estos vuelos son ocupados casi exclusivamente por residentes argentinos.
Esta medida del cambio turístico debería poner en revisión políticas de Aerolíneas Argentinas, y solo se justificaría sus destinos internacionales de largo recorrido en el caso que como mínimo el 80% de los pasajeros sean no residentes. Por otra parte, la flota afectada a esos vuelos está en inferioridad comercial con las flotas de la competencia que vienen al país con los Boeing 777, 787, 747-800 o los fantásticos Airbus 350. Muy difícil de competir con ese tipo de aviones. Recuerdo que a mí me pasaba lo mismo cuando los 747-200 debían competir con los 400 cuyo costo de explotación era menor, y eso fijaba un techo tarifario que nos convertía en negativo el resultado económico aunque lleváramos pasajeros en las alas.
Como vemos estos temas no se pueden enfrentar separadamente y es necesario en este caso definir una política de transporte y turismo para este momento coyuntural de nuestra economía, que por otra parte se viene repitiendo a lo largo del tiempo, y la filosofía imperante era el famoso “deme dos” pese a que vivíamos de prestado, y luego nos negamos a devolver los créditos aduciendo que primero debemos crecer. Quizás la cosa sea gastar menos, como decía una de mis tías abuelas que era de las docentes de antes.
Esta medida del “dólar turístico” o como se llame es lamentable desde un punto de vista económico, ya que fatalmente influirá en el “dólar blue” (BLACK), lo digo en inglés para que no se note que me refiero al “dólar negro”.
Esa influencia tarde o temprano incidirá en el nivel de inflación, por eso para evitar sus consecuencias no deseadas el Banco Central deberá operar con precisión milimétrica. Pero desde un punto de vista de justicia realizada como decía Amartya Sen nos parece justo.
Con años de demora llegó el “dólar turístico”, esperemos que no resulte una buena excusa para que Aerolíneas Argentinas y Austral pidan más subsidios, perdón, aportes de capital.
Si se accediera a ello se violaría el principio de solidaridad que invoca el gobierno para justificar el dólar turístico.
Lo negativo es también que se haya convertido esa diferencia del tipo de cambio en un impuesto. Queda claro que es una medida de naturaleza monetaria, pero se prefirió en un impuesto cuya constitucionalidad podría ser discutible.
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