por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Me quedé pensando sobre las estadísticas, su uso como el de las encuestas y en esa manía de recurrir al decimal para darle más seriedad o pretensión de exactitud.
Desde ya no voy a poner en tela de juicio la necesidad de las estadísticas y encuestas, pero si quiero poner en evidencia que serían mucho más útiles, si en vez de números con decimales, nos mostraran simplemente “tendencias” o nos aproximaran a hechos.
Recurro periódicamente a las estadísticas que publica y difunde el INDEC, pero tomo nota que muchas de ellas reflejan lo que declara la gente, que no dudo que mayoritariamente diga la verdad. Pero tampoco dudo que un segmento de los encuestados no dicen la verdad, y estos no lo hacen para engañar, sino para esconder su realidad que puede ser peor en el caso de los indigentes y mucho mejor en el caso de quienes reciben ingresos no registrados.
Unos lo hacen para ocultar su vergüenza y los otros para eludir y evadir el pago de impuestos. Ambas actitudes son comprensibles.
Por ejemplo, cuando analizo los volúmenes de tráfico aéreo en mi país, es muy claro que si comparamos el mercado con niveles de ingreso, la cosa no cierra. Por ese motivo estimo un porcentaje, por cierto puede ser arbitrario, en el que incluyo a quienes militan en la economía no registrada o “negra", que vuelan y bastante.
Sería bueno analizar y comparar quienes solicitan devolución del IVA, 10,5 % del precio facial del billete, por su condición de responsables inscriptos con relación a los billetes vendidos.
Seguro que nos llevaríamos varias sorpresas.
No puedo negar que pensando que quizás el año próximo me deba realizar esa operación, esa tan baja probabilidad de riesgo, no digo que me alegró, sino que me quitó la consecuente preocupación.
Mi razonamiento lineal me llevó a mi lógica conclusión, ese dos por ciento es mínimo y me sentí excluido. Asi dormí tranquilo.
Pero luego me puse a pensar en todos esos muy bajos niveles de riesgo que nos afectan cotidianamente de modo directo en nuestra vida, y tiro números al azar sólo para ejemplificar.
El riesgo de ser víctima de homicidio es del 1%; el riesgo de sufrir un accidente de aviación es del 0,002; de tener un accidente de tránsito en ruta es del 1%; de padecer un ACV es del 2%; de tropezar en la calle y romperse un hueso es del 1%; de que nos roben el auto del 1% y así podemos seguir. Pero debemos tener en cuenta que todos estos bajos índices de riesgos posibles o potenciales, si los sumamos, llegarían al cien por cien, lo que significa que todos sin excepción estamos expuestos a riesgos y que las cosas no le pasan a los otros, sino que nos pasan a nosotros.
Los políticos siempre, y muchos empresarios, en especial bancarios, creen que son ajenos a las consecuencias de sus actos, ya que hasta ahora siempre el estado salió a salvarlos como lo explica Nassim Nicholas Taleb en su último libro “Jugarse la piel”, cuando estuvieron en crisis.
Pero como lo muestran las causas en trámite por hechos de corrupción, las cosas ya no solo le pasan a “los otros” sino también empiezan a pasarles a muchos de lo que era “el nosotros”, o mejor dicho a “ellos también.”
Con ese ejemplo quise mostrar el efecto engañoso, en verdad autoengañoso, con el que leemos estadísticas y encuestas, sin espíritu crítico o de buena observación, y en especial cuando no las relacionamos unas con otras.
Las encuestas nos muestran en materia de transporte aéreo que el número de pasajeros crece, lo que es celebrado como algo “muy bueno”, mérito de la política implementada por “Guillo” para sus íntimos, me refiero al Ministro Guillermo Dietrich.
Felicitaciones.
Ahora bien, hay otras estadísticas que muestran que los niéveles de ocupación están en torno al 72/75%, que para la época es muy bajo, lo que indicaría algo que hay que tomar en consideración, y es la “cuestión de la sostenibilidad” de las diferentes empresas.
Digo para la época, porque la industria considera niveles mínimamente razonables a partir del 82/85% de ocupación paga.
Otra cosa que no está debidamente ponderada es la incidencia de impuestos y tasas en el precio de los billetes y su relación con dicho precio. Es obvio que esas relaciones son distorsivas.
Ni hablemos del tema del IVA que le genera a las empresas, excepto al grupo Aerolíneas Argentinas, pérdidas financieras irrazonables ya que en sus compras pagan el 21% y los billetes del cabotaje están gravados con sólo el 10,5. Es obvio que se generan saldos a su favor que además al mantenerse en valores nominales multiplican el perjuicio.
Lo que muestran las estadísticas disponibles y la lectura de los balances de Aerolíneas Argentinas, empresa fuertemente subsidiada que posee el 65% del mercado y que por tanto “marca políticas comerciales y salariales”, es que habría exceso de oferta lo que empuja las tarifas hacia abajo.
JetSmart duplicará su flota antes de fin de año y tiene la ventaja absoluta de operar con aviones “cero KM”, una ventaja indescontable en el presente.
La cuestión pasa por saber elegir las rutas, pero la lectura interlineas de la información existente nos hace presumir que vienen tiempos muy difíciles para Aerolíneas Argentinas, cuya viabilidad futura me consta está siendo considerada, por lo menos en cuanto a su dimensión actual, dado que se vienen años de “vacas flacas”.
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