por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
En esta nota tomaremos solamente algunos rubros relacionados con el turismo receptivo.
En números redondos el 52% del turismo ingresado proviene del Mercosur (incluido Chile y Bolivia), sólo Brasil emite el 31%, resto de América (incluidos EEUU y Canadá) el 25%, de Europa 17% y solo el 6,3% de lo que se denomina “resto del mundo”, que excluye a todos los anteriores.
El emisivo hacia ese destino “resto del mundo” es ligeramente inferior, 5,4% del total.
El resultado nos es ligeramente favorable en la balanza turística de mayo de 2019, pero comparando con mayo de 2018, el receptivo disminuyó un 3,2% y el emisivo un 19,5%.
Esta variación negativa nos demostraría que la variación negativa del tipo de cambio (devaluación) afectó en mayor medida la salida hacia esos destinos, pero sin embargo no fue un factor que atrajera mayor número de turistas.
Esto podría señalar una falencia en la política turística que parecería se especializa en los destinos tradicionales, Europa y EE.UU y desde luego los regionales, en los que si influyen casi de inmediato las variaciones cambiarias.
En los primeros cinco meses de este año el turismo emisivo cayó un 17,9 y el receptivo creció el 18%, parecería que se neutralizaron.
En el año 2018 el saldo de la balanza entre salidas e ingresos fue negativo en 1.130.000 personas y en los primeros cinco meses del año se mantienen los números negativos en un total de 290.000 personas.
Finalmente, en mayo el saldo también fue negativo en casi 100.000 personas.
Otra curiosidad es que durante 2018 el ingreso de turistas creció un 7,8% y el egreso cayó apenas, un poco menos del 1%.
Esto nos permite advertir que en el turismo de salidas debe haber un porcentaje alto de “recurrencia”, segmento social en el que no impactan las diferencias de cambio negativas, pero tampoco parecen decisivas para facilitar el incremento del ingreso de turistas.
Diría que en la política turística algo no funciona bien.
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