por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Siempre fuimos críticos de lo que se dio en llamar “Revolución de los aviones”, y como no podía ser de otra manera, la paralización (o cierre) de Avian (Avianca Argentina) es un hecho, y según la información que poseemos estaría próxima a solicitar su lógico concurso de acreedores, declaración de virtual estado de quiebra.
No cabe duda, no sé si la empresa tendrá la valentía de expresarlo en su eventual solicitud de concurso, que parte de su fracaso se debe más bien a externalidades, algunas previsibles y otras no tanto, pero externalidades al fin.
Entre lo imprevisible está la pésima política aérea implementada por el gobierno, consecuencia de un pecado mayor que es el no haber diseñado una política de transporte, haberla explicado y haber fijado un plazo razonable de ejecución para que los diversos prestadores de servicios, aéreos, fluviales y terrestres, tuvieran tiempo para adaptarse.
Consecuencia, perdieron todos y se generaron enfrentamientos entre los empresarios aéreos y los de buses, llegándose al extremo de generar una ruin competencia entre ellos.
En cuanto a la política aérea, si bien mantuvo el principio de la propiedad sustancial, pretendidamente derogada por un decreto del año 1994, el número 52 que interpretó en sentido contrario una ley, modificándola de hecho, me refiero, al art. 99 del C.Aeronáutico, se admitió el ingreso al mercado de empresas que notoriamente son de propiedad extranjera, siendo los casos más notables y obvios los de Latam, Norwegian y Jet Smart.
Este decreto estuvo suspendido en su vigencia desde el año 2000 y fue restablecido en su vigencia por el decreto 1012/2006 del gobierno de Nestor Kirchner.
Se mantuvo la obsoleta ley 19030 que fue groseramente incumplida por el gobierno, dado que esa norma no solo designó a Aerolíneas Argentinas como ejecutora de la política aérea internacional del estado, sino que dispuso privilegios en su favor y limitaciones para el resto de los eventuales transportadores que este gobierno no respetó.
Aerolíneas Argentinas, subsidiada, ahora bajo el eufemismo de aportes de capital, comercializa sus billetes por debajo de su costo de producción lo que genera una competencia groseramente desleal que perjudica al resto de los participantes, siendo Andes –empresa genuinamente nacional- la más perjudicada, e imposibilitando la viabilidad de las demás que, si bien aún no conocemos sus balances, es imposible que no pierdan dinero.
Avian es la primera que muestra el rostro del fracaso de esta “revolución de los aviones”, que seguramente debería tener otros desertores en el futuro mediato.
Otra externalidad, previsible en mi opinión, fue la devaluación de la moneda en más de un cien por cien en el lapso de un tiempo relativamente breve de meses. Lo que podría no ser previsible fue su magnitud, pero lo que no queda duda es que la famosa “revolución” podría haber tenido algún viso, mínimo por cierto, de realidad, si el valor de la moneda argentina se hubiera mantenido en paridades más razonables.
Con el cien por cien de devaluación es obvio que toda planificación de una empresa aérea quedó fulminada, con relativas y mínimas posibilidades de recuperación.
Avian deja de volar produciendo el primer aplazo a esta llamada “Revolución de los aviones”, que quedará en la historia aeronáutica argentina como una caricatura de mal gusto y carente de gracia alguna…
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