por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Hay un acuerdo generalizado sobre la existencia de un exceso de oferta, tarifas bajas en extremo, costos de insumos en aumento –caso combustible-, reclamos salariales y el impacto del 737 MAX que sin perjuicio de la responsabilidad de la Boeing que en algún momento se deberá hacer cargo, en lo inmediato fulminó a las líneas aéreas que contaban con esos aviones en su flota.
Esa historia se repite en el país de la “revolución de los aviones”, que pese a un incremento leve de la demanda, el promedio de ocupación ronda alrededor del 72%, insuficiente para lograr siquiera un precario equilibrio económico.
Lo cierto es que la existencia de sobreoferta es también responsabilidad de los distintos gobiernos, por eso y pese a mi ideología liberal, pienso que debe haber un mínimo de regulación por parte de las autoridades aeronáuticas.
El exceso de oferta daña al sistema económico y muestra además la existencia de una economía política incorrecta.
El exceso genera necesariamente baja de tarifas o precios que fatalmente llevan a la quiebra, que es el final de toda guerra tarifaria.
Ocurre, como me decía un empresario ya retirado, que uno se entusiasma cuando ve que se incrementan las ventas y ofrece los mejores precios del mercado, y tiende a pensar que los desequilibrios que genera ese exceso se compensarán cuando logre una mayor penetración y desarrollo del mercado.
Cuando uno se da cuenta de la realidad –agregaba- es tarde.
Pienso que todo exceso en materia comercial es un abuso de competencia perjudicial para el sistema económico. El “dumping” en materia internacional –vender a precios inferiores a su costo de producción- es causa para imponer sanciones legítimas a los países que incurren o toleran ese tipo de prácticas. En materia de comercio interior o en zonas integradas debería existir también la penalización del dumping.
En Argentina ya existe un factor de ilegitimidad, dado que en el transporte aéreo se debe competir con el grupo empresario Aerolíneas Argentinas, de propiedad estatal, groseramente subsidiado. Es la cabal demostración que vende los billetes por debajo de su costo de “producción”. Además, como vengo diciendo desde el antaño del antaño, es una empresa testigo de donde distorsiona todo el sistema y el mercado.
El transporte aéreo es materia muy sensible, ya que se está convirtiendo para distancias medias y desde ya largas en el medio exclusivo de movilización, lo que ha llevado que el transporte aéreo compita con el transporte aéreo.
Un increíble oxímoron de la economía política.
Por ese motivo, diría hasta político, los gobiernos deben intervenir cuando se advierte y lo dicen los propios protagonistas que hay exceso de oferta.
En cierto modo el transporte aéreo se ha convertido en una suerte de monopolio del transporte, ya que para países extensos como Argentina y para las largas distancias, no existen alternativas de medios que puedan viajar a más de 800 km por hora.
Reitero, por ese motivo y a pesar de mis ideas liberales creo que ha llegado el momento en que los estados y sus gobiernos deben comenzar a tener mayor presencia.
En nuestra región la cuestión "Avianca Holding” debe ser motivo de preocupación, no solo en cuanto a cuestión propiamente económica y su deuda con United, sino también en cuanto a las consecuencias del conflicto con sus pilotos que se extendió por casi 60 días, lo que acredita una pésima administracion de la cuestión laboral. Esto dicho desde dos puntos de vista, uno que es obvio que el conflicto se administró en base a concepciones obsoletas de imponer disciplina laboral, por ello se prolongó durante tanto tiempo, y luego sus consecuencias para investigar las responsabilidades de los huelguistas.
Pero la otra cuestión es que la gestión empresaria debe adaptarse a los tiempos y debe pensarse seriamente en considerar al trabajador como un accionista con derecho para elegir y ser elegido en los órganos de conducción, y a la vez con el mismo derecho que los accionistas capitalistas para participar en los resultados, buenos o malos de la empresa.
Por último, en ese conflicto cuesta entender que el estado no haya tenido la suficiente agilidad política para intervenir y participar activamente para su resolución.
En fin, el transporte aéreo ya debería ser materia de preocupación para los gobiernos, no ya tanto como factor de conectividad y movilización, sino como “hecho político económico” cuyos malos efectos trascienden no solo a las empresas en sí, sino mas bien, en cuanto afectan negativamente al bien común.
La pregunta que podría quedar flotando es si realmente el transporte aéreo puede y debe ser rentable.
Anticipo mi respuesta. SI. Pero entiendo que puede ser opinable.
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