por Luis Alejandro Rizzi, desde Villa Ventana, Pcia. de Buenos Aires
Una vez más llegamos al Mirador de Villa Ventana, de la reconocida familia Maipach, sobre la deficiente ruta provincial 76, ejemplo clásico de la desidia de los diferentes gobiernos, y del poco interés por el mantenimiento de los bienes públicos como son los caminos y los servicios de transporte, sin mencionar la falta de otros servicios esenciales, en especial en el conurbano bonaerense, que son una muestra de desprecio por la gente peor situada en la pirámide social y de la baja calidad de la política y la incapacidad y desaprensión de los políticos. Recién ahora con María Eugenia Vidal parecería que algo empezó a cambiar, pero es tanto lo que falta que, como suele ocurrir, los comienzos de lo distinto parece muy poco o nada.
Llegar a la zona de Sierra de la Ventana no es fácil, las rutas de acceso están en mal estado, en algunos casos con groseros baches que son muestras de la clásica cultura del remiendo y del parche. No sólo la ruta 76 luce mal, la propia autopista que llega a Cañuelas que debería ya haber suplantado a la vieja ruta 3, como la 205 que nos llevó hasta Saladillo y San Carlos de Bolívar, su continuación la 65 y luego la ruta nacional 33 con la que llegamos hasta Tornquist para luego terminar unos pocos km por la referida 76. Todo ello es otra muestra de la desidia nacional y provincial.
Como lo hemos resumido, la pésima conectividad del destino disminuye las posibilidades de su explotación turística, con lo cual se encarecen los precios ya que los costos de los servicios de muy buena calidad, como los del Mirador, deben ser soportados por menores contingentes de turistas, como nos decía un empresario del rubro.
Asimismo, nos impactó en la ciudad de Sierra de la Ventana el estado deplorable de sus accesos y la falta de una política turística, quedando todo limitado a la iniciativa personal, trabada muchas veces por el palabrerío de los funcionarios que creen en la magia de sus palabras como medio eficaz para resolver los ya viejos problemas de la zona.
La distancia de Buenos Aires a Villa Ventana es de 560 km, que en países normales como cualquier país europeo, se debería recorrer en un máximo de cinco horas y media, pero es necesario recorrer más de 650 km para llegar por rutas nacionales y provinciales que son "menos peores". El viaje, haciéndolo con prudencia lleva ocho horas o nueve.
También me contaban algunos de los héroes que insisten en promover el turismo de la zona, que no sólo se dificulta la llegada de turistas de Buenos Aires, sino de zonas aledañas, ya que de hecho el auto particular y los malos caminos son la mínima conectividad con la que cuentan.
A principios del siglo pasado emprendedores extranjeros que supieron valorar la calidad de este destino de las "Sierras de la Ventana", construyeron el que fuera el hotel Club de Sierra de la Ventana en el seno de Villa Ventana, distante unos quince km de la ciudad, y además lo conectaron mediante un ramal ferroviario de trocha angosta con la estación del servicio que llegaba no sólo de Buenos Aires sino también del Sur.
Es decir, tuvieron muy presente lo que significa la conectividad.
Ese hotel tuvo una corta vida de unos diez años, ya que la Primera Guerra Mundial dificultó su explotación y el país comenzaba a sumergirse en lo que fue un largo proceso de decadencia que aún hoy padecemos, que comenzó en la década de 1920 o quizás un poco antes cuando la generación del 80 (siglo 19) no supo administrar nuestra bonanza.
Los lugareños cuentan que en ese hotel, ya en virtual estado de abandono, fueron alojados unos doscientos ex tripulantes del acorazado de bolsillo Admiral Graff Spee que fuera hundido en las inmediaciones del puerto de Montevideo en diciembre de 1939. Esa estadía había generado la ilusión de la reconstrucción del viejo hotel, cuyas ruinas de hoy son una muestra de uno de los tantos fracasos que siembran nuestra historia.
También nos han contado historias o quizás historietas que son más bien historias matizadas por la imaginación sincera de las personas, sobre esa estadía que según algunos se fue poco a poco diseminando por localidades vecinas o por la voluntad de regresar a la patria luego de terminada la guerra.
Así nos contaban de noviazgos fantásticos que envidiaría cualquier productor de Hollywood, entre rubios varones y las lindas chicas humildes y no humildes de la comarca, de conjuntos musicales que difundieron la polca, los valses de Strauss y hasta el clásico jazz de los negros de Luisiana y Nueva Orleans. En fin, historias, cuentos, o simples recuerdos que le dan a la estadía ese extraño aroma que embellece la vida.
Villa ventana es un destino que ofrece variadas actividades, algunas disminuidas por la crisis que vive el país, pero aún quedan verdaderos entusiastas que como buenos artesanos del turismo nos llevaron en sus viejos y fuertes 4 por 4 a recorrer la estancia "Las vertientes ", teniendo la suerte de avistar algunos jabalí y ciervos salvajes que son celosamente protegidos como los grandes tesoros descriptos por la fantasía de los escritores o las fábulas o mitos nacidos vaya uno a saber de qué extraña inspiración.
En la estancia "San Pablo" nos sorprendió la existencia de los "menires" esas sendas de piedras que antaño servían de guía para seguir los caprichosos recorridos del agua, el elemento vital por esencia.
En general se pueden hacer excursiones con guías bilingües de una duración de tres a cuatro horas cada una a un costo de u$s 25,00 por persona. Vale la pena.
Si se insiste y se dispone de algunos dólares más, se puede practicar "trekking", esto debe solicitarse con anticipación a la llegada.
Otro circuito lleva a la visita de Pinturas ruprestes en el parque provincial "Ernesto Tornquist", que son testimonios puros de la región. Como nos contaba un guía, son reales expresiones de la cultura de los hombres primitivos que nos sorprenderán en las cuevas y aleros del parque.
En general el precio de una estadía oscila entre los u$s 80/90 con desayuno incluido, nosotros optamos por almorzar en el bello sosiego de la "Villa", alguna ensalada con el verdadero sabor del tomate, la zanahoria, las hojas verdes , todo orgánico y el infaltable huevo duro, con lo cual cuidamos la salud y el peso, tanto el de la balanza como el del bolsillo.
Mañana seguiremos a Puerto Madryn en nuestro 208 que es nuestro fiel compañero de viaje que soporta con hidalguía la mala calidad de nuestros caminos.
Pese a todo volveremos a Villa Ventana y también al Mirador que es un lugar para realmente conocer el verdadero sentido del "ocio" que despeja al turismo de su negación, el "nec-otium".
Dios quiera que nuestros ministros de turismo y transporte entiendan que la conectividad es mucho más que el transporte aéreo.
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