por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Una vez más 18.000 pasajeros se ven afectados por un paro sorpresivo, disfrazado hipócritamente bajo la excusa de la realización de Asambleas que no se habrían convocado cumpliendo las formalidades legales.
Es obvio que todo paro aunque dure unas pocas horas es dañoso y en transporte aéreo, según mi experiencia este tipo de paros “piraña” son muy lesivos, ya que la intención de este tipo de actos ilegales e ilegítimos son las de generar incertidumbre en la gente y convencerla que esto puede ocurrir en cualquier momento. Por lo tanto la gente busca alternativas y esto quizás sea uno de los motivos de la caída del tráfico de Aerolíneas en el cabotaje. También hay razones económicas, por lo tanto este batido de “crisis económica y paros sorpresivos” podría ser fatal.
Las dirigencias gremiales tienen parte de culpa, pero más culpable es el gobierno que carece de carácter para prevenir este tipo de acciones salvajes y reprimirlas legalmente. En mi opinión este tipo de actos podría llevar a la cancelación de la personería gremial.
Pero la mayor responsabilidad la tiene los directivos de Aerolíneas Argentinas que pasaron desde la condescendencia de Isela, al enojo de Dell Acqua y a la intrascendencia del nuevo Presidente Luis Malvido que evidentemente carece no solo del conocimiento del medio, sino además parecería que delira con planes de largo plazo. Recordemos, como lo hizo saber Alejandro Marcigliano, que este gobierno termina el próximo diciembre de 2019 y los planes que se conocen para los próximos tres años (sic) siguen siendo más de lo mismo. Seguir hundiendo dinero de los contribuyentes.
Es obvio que lo que debe reconfigurarse es Aerolíneas Argentinas como empresa, con nuevos modelos de gestión, con participación de su personal que, en definitiva será responsable de la continuidad o no de la empresa. Por este vía está demostrando su absoluta inviabilidad, pero la responsabilidad mayor es la del gobierno que no supo dar con las personas indicadas para conducir a la empresa y reconfigurarla.
Otro fracaso estrepitoso de la revolución de los aviones por parte del Ministro de Transporte que ahora deberá enfrentar una investigación penal por las reiteradas violaciones a la ley 19030 y al art. 99 del Código aeronáutico. Seguramente en esta investigación deberán ser investigadas las autoridades de la empresa desde diciembre de 2015, ya que no han hecho valer los derechos que la legislación le tiene concedido a Aerolíneas Argentinas.
Personalmente, desde un órgano del Ministerio de Transporte, había enviado un mail a un director preguntándole que conducta asumiría Aerolíneas Argentinas en la audiencia pública del mes de diciembre de 2016, frente a las claras disposiciones del art. 99 del Código aeronáutico y la ley 19030. No tuve respuesta y en la audiencia la empresa de hecho consintió la presunta ilegalidad.
Aclaro, estas leyes y el código aeronáutico son cavernarios y debieron haberse derogado. El gobierno no tuvo voluntad para comenzar por ese cambio esencial, para legitimar una política aérea que estuviera a la altura de los tiempos, nunca mejor empleada esta expresión, pero no lo intentó diciendo que “no era el momento”.
Me pregunto si se puede o no se puede.
Incluso recuerdo haber tenido una discrepancia con el anterior administrador de la ANAC, un especialista en equipos de diálisis, de apellido Irigoin.
Todo lo que ese está haciendo en transporte aéreo es ilegal, aunque exista en el fondo alguna buena intención, pero ya alguien dijo hace dos mil años que el camino al infierno esta sembrado por las mejores intenciones.
Como siempre pagamos nosotros, con impuestos y con molestias e incertidumbre. Es obvio que llegará un momento que será más fácil acertar un juego de azar que saber si Aerolíneas Argentinas volará normalmente.
Es obvio que la actual dirección de Aerolíneas Argentinas ya fracasó.
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