por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Más de una vez hemos dicho y escrito que el peor enemigo que tiene el transporte aéreo argentino para fortalecerse y perdurar es la inestabilidad económica y la fragilidad institucional.
En el negocio del transporte aéreo que ya tiene poco o nada que ver con lo que era hace no más de 30 años, es esencial el marco de un sistema económico normal que, obviamente no es el escenario que impera en la Argentina.
Es obvio que, no ya para una empresa de aviación, sino para un sistema económico, es muy difícil bancarse inflaciones de dos dígitos, devaluaciones groseras del cien por cien y un gremialismo rígido, además comprometido con corrientes políticas añejas, lo que no quiere decir que en nuestro país haya corrientes modernas.
Para Aerolíneas Argentinas, que cuenta con subsidios y desde 2019 se los denominará “aportes de capital”, será muy difícil superar estas dificultades externas a su administración gerencial, que además no supo instaurar un nuevo modelo de gestión, pensando en un futuro que ya es presente. Si se aprobara el proyecto de presupuesto para 2019 el “aporte de capital” seria de u$s 40 millones, desde ya insuficiente para hacer sostenible la empresa. Veremos cómo resuelve este difícil “puzzle”, si es que tiene solución.
Para Andes esta turbulencia cambiaria, que no fue en aire claro, previsible y detectable, lo único incierto, el momento en que ocurriría. Unos creían que la crisis latente, legada por el gobierno anterior, gradualismo mediante, había sido desarticulada, oros como nosotros, esperábamos su estallido sin poder precisar el “cuando”. Personalmente la pensaba para fines de año o principios del 2019.
Los primeros se lanzaron con lógico optimismo a planificar los próximos años en un marco de crecimiento constante, otros prefirieron esperar ya que sentían que el piso económico no era firme.
Andes estuvo entre los del primer grupo, y si bien a nosotros nos resultó simpático y audaz la incorporación de nuevos Boeing 800 y la incorporación de personal hasta duplicar su dotación que antes cubría la capacidad de unos de sus DC.9, nos pareció asimismo un exceso de optimismo creyendo que una situación circunstancial seria definitiva.
Sabíamos que el peso estaba falsamente apreciado, sino que más aún, en realidad carecíamos y carecemos de moneda, nuestros lectores pueden dar fe de ello.
Por ese motivo ese impetuoso desarrollo de Andes nos pareció que tenía un alto ingrediente de fragilidad y de imprevisión.
Cuando se inició la llamada corrida cambiaria, paradójicamente financiada por el Banco Central, ya nos anticipábamos que Andes iba a tener que retroceder para salvar su existencia, como fue anunciado hace 48 horas por sus máximos funcionarios.
Esto nos demuestra que es muy fantasioso y además irresponsable hablar en medio de esta inestabilidad de una “revolución de los aviones”, calificación que en el mejor de los casos está reservada para los historiadores.
Cuando se produjo la Revolución Francesa, no se sabe que ninguno de sus líderes que luego vieron rodar sus cabezas, es bueno recordarlo, dijeran “Estamos protagonizando la revolución francesa”.
En el caso de Andes, supongo que no les debe caer muy bien esta supuesta revolución.
Es cierto, se están sumando nuevos protagonistas. Algunos de ellos como Jet Smart, al ser sustancialmente extranjera, violando el art. 99 del código aeronáutico, tiene buenas espaldas económicas y su ingreso al mercado local se produjo luego de ocurrida la corrida cambiaria, por lo tanto no le causó mayor impacto. Ahora incluso podrán explorar el mercado local en una época recesiva.
Norwegian, que inició sus operaciones hace algunos días, viene con la duda de su fortaleza económica, cuestionada por Michael O’Leary, el excéntrico CEO de Ryanair que, según algunas publicaciones y portales extranjeros, ya estaría en su mira.
En cuanto a Flybondi, su operación continúa registrando demoras, menos que en su primera época; su ocupación sigue en el límite del 70%, insuficiente para el tipo de negocio “low cost”, y lo que ignoramos es la dimensión de su resto económico, ya que debe estar perdiendo dinero.
En fin, Andes superará esta turbulencia, ajena a su gestión, pero espero que por una cuestión de buen gusto el Ministro de Transporte, deje de hablar de la “revolución de los aviones” y que recuerde que no siempre los revolucionarios terminaron bien.
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