Reflexiones sobre las inundaciones
Jueves, 04 Abril 2013
Es tiempo de recordar que los desastres naturales no existen. Un desastre es la expresión social de un fenómeno natural. Y los desastres no comienzan en el momento en que los vemos, sino que son objeto de una lenta construcción social. Podemos situar el comienzo en 1886, cuando el intendente Antonio Crespo autoriza los primeros loteos de terrenos bajos, una de las operaciones más irresponsables de la historia de la ciudad de Buenos Aires. Se inicia la urbanización de los bajos inundables, terrenos cuya ocupación había estado prohibida primero por las Leyes de Indias y después por el sentido común. Lo demás fue simple imitación. Pronto otros permitirían urbanizar los valles de inundación del Vega, el Medrano, el Cildáñez, el Riachuelo. Antonio Elio Brailovsky La Nación 3 de abril.
por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires
Son conocidos los luctuosos hechos ocurridos principalmente en la ciudad de Buenos Aires y en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires que dejaron un saldo de 60 muertos y varios desaparecidos.
Los fenómenos naturales, un tsunami, un sismo, un maremoto, son inevitables, la naturaleza es indomable pero hoy día y merced al desarrollo de la técnica y la ciencia muchos fenómenos naturales son previsibles por lo menos hasta un límite estadístico.
Según el párrafo transcripto que sirve de “copete” a partir de 1886 en la ciudad de Buenos Aires se urbanizaron zonas inundables cuya ocupación estuvo prohibida por las leyes de Indias.
Brailovsky dice en otro párrafo de su nota que esa urbanización fue una “Operación extremadamente irracional: primero se mete a la gente dentro del río y después se buscará cómo sacar el río de allí, mediante obras públicas costosas y de resultados inciertos”, tales como los entubamientos de ríos y arroyos que obviamente tienen una capacidad limitada, de donde las inundaciones se podrán atenuar pero nunca se eliminarán o alguna vez volverán.
La Plata fue una ciudad fundada dentro de una concepción urbanística que el “progreso” o la “urbanización” dejó de lado y como era previsible algún día el desorden o la falta de planificación desnudarían las falencias y la tragedia seria una consecuencia fatal como ocurrió.
Buenos Aires creo que jamás tuvo una concepción y una prueba es que los otrora barrios de gente rica como fue la zona Sur se fueron transfiriendo a la zona Norte donde se generó una explosión inmobiliaria mientras que el Sur quedo librado a su suerte y aun hoy se pueden ver construcciones que son mudos testigos de un pasado de esplendor y de un presente decadente.
A todo esto poco y nada se hizo en materia de infraestructura desde hace más de ochenta años ya que en general esta es subterránea y no está a la vista de la gente que vota.
La gente en general vota por lo que ve y no tiene en cuenta lo que no se ve. En otras palabras la codicia que refleja el gasto vale más que la virtud del ahorro o la inversión.
Así pedimos tarifas subsidiadas y nos quejamos de la pésima calidad de los servicios públicos desde la salud a la educación, pasando por la energía, el transporte, la seguridad, etc, etc, etc....
En mi opinión se trata de una cuestión cultural, carecemos de un sistema vital de ideas y esa carencia nos convierte en incultos. Veo la cultura como un modo de prever las consecuencias de las acciones y por lo menos en Argentina carecemos de esa cualidad o de esa idoneidad si prefieren.
Cromañón y Once son dos hechos emblemáticos que nos dejaron en poco tiempo casi 250 muertos y ambas tragedias eran previsibles. Sin embargo, salvo algún pequeño retoque, el transporte continúa con su peligrosa precariedad y la policía administrativa no ha mejorado su calidad y eficiencia como lo demuestran actividades que se ejercen clandestinamente a la luz del sol.
En estos casos también hay culpas compartidas y son las consecuencias de la informalidad que no es sinónimo de deshonestidad pero si de irresponsabilidad.
Muchas veces la “informalidad” es la única alternativa al delito que tiene la gente decente, los cartoneros, los trapitos, los vendedores ambulantes son la expresión más cabal de lo que llamaría miserable honestidad.
En otras palabras “el informal” paradójicamente es honesto, diría un honesto heroico, porque si fuera deshonesto no sería informal...sería delincuente.
La informalidad es consecuencia de la mala administración, de la deficiente legislación y de la degradación política, porque en ese mercado de la “informalidad” se comercian votos por favores también miserables, un par de zapatillas, un choripán o un profiláctico porque también hay que decirlo a cuantos votantes se los toma como “forros”...
La incultura genera indignidad y la indignidad crea el lucrativo mercado de la miseria. La indignidad, aclarémoslos, es de “todos y todas” y su prueba es la falta de idoneidad por parte de los funcionarios y la cobardía de “todos nosotros” que por falta de ánimo y valor permitimos que el abuso se convierta en uso.
La incultura y la indignidad son la causa del odio, la envidia y la irresponsabilidad y esto es lo que nos afecta a “... todos y todas...” por ese motivo la culpa siempre está en otra parte, siendo nosotros los únicos meritorios.
Si fuéramos una sociedad culta cada uno de nosotros asumiríamos nuestras responsabilidades con dignidad, aprovecharíamos las experiencias y buscaríamos construir el futuro, sabríamos comportarnos en los malos y buenos momentos y siempre estaríamos en la búsqueda de los mejores como ejemplo a seguir, para ser mejores nosotros mismos.
Esta vez fueron las inundaciones, fenómeno natural que se convirtió en desastre humano y puso de manifiesto en la política las miserias de nuestros dirigentes que creyeron que la desgracia ajena era un botín, una de cuyas acepciones nos dice que se trata de un beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa.
No quiero caer en el lugar común en el que cayeron algunos sectores del periodismo que creen que la cosa pasa por ver en una mesa a Kristina, Scioli y Macri trabajando juntos. No.
Quiero una sociedad mejor, gente mejor y una dirigencia mejor, en una palabra debemos recuperar la dignidad porque la política debe ser la expresión más elevada de la caridad social o si prefieren de hacer reales los verdaderos derechos humanos.
El primer paso sería que en vez de buscar culpables examináramos nuestras culpas porque en algo nos venimos equivocando y fiero desde hace muchos años...
Los fenómenos naturales se seguirán produciendo, está en uno que muchos de ellos no se conviertan en desastres... no obstante algunos lo serán a pesar de uno...la cultura también nos hará comprender nuestra debilidad y nuestra fortaleza.
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