Turismo estudiantil educativo y política
Jueves, 04 Octubre 2012

Turismo estudiantil educativo y política
Buceando por Internet encontramos este concepto de turismo estudiantil o mejor dicho esta acepción que dice que la “Extensión Universitaria: es la interacción creadora entre Universidad y Comunidad, mediante la cual el quehacer cultural se vincula con el fenómeno social a fin de producir las transformaciones necesarias para el logro de una mejor calidad de vida...”. Como vemos el llamado “turismo estudiantil” no se limita a los viajes de egresados, a los intercambios estudiantiles destinados fundamentalmente a perfeccionar el uso de otros idiomas, o a campamentos o excursiones, esta expresión “turismo estudiantil” es mucho más rica y quizás una de sus máximas expresiones es el “turismo estudiantil educativo” que no es otra cosa que inversión destinada a la educación.
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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires

Los coreanos, los chinos, los japoneses deben una gran parte de su desarrollo a la inversión hecha en turismo educativo al punto que gran parte de los estudiantes egresados de sus propias escuelas continuaron sus estudios en las mejores universidades del mundo  y ese privilegio no fue fruto de una expresión de riqueza personal sino de riqueza intelectual y afán de perfeccionamiento y ese afán ocultó sacrificios y esfuerzos hechos en honor de un fin superior: ser mejores en la vida.

Viene a cuento esta breve reflexión luego del triste paso de la Presidente Cristina Fernández de “ÉL” por dos de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos como lo son HARVARD en Boston  y GEORGETOWN en Washington.

Cristina confundió en un ámbito académico cuatro conceptos básicos, confundió  “autoridad”  con  “poder” y “obediencia” con “sumisión”.
La “autoridad” tiene que ver con la calidad de un saber y competencia en una o más materias,  el “poder” con el uso efectivo o potencial del monopolio de la fuerza que posee el estado.

La “obediencia” es el acatamiento a la ley y a las órdenes dictadas en su consecuencia, el mando y la obediencia son una relación política esencial del régimen republicano y representativo de gobierno.

La “sumisión” implica no solo sometimiento sino también sometimiento al juicio de otros por ello la “sumisión” es impropia de cualquier claustro. El sumiso, el obsecuente deja de ser persona y en cierta forma se convierte en esclavo de quien ejerce el poder.

La autoridad seduce como explicaba Ortega y en el ámbito educativo el alumno se “dociliza” ante la idoneidad de sus maestros.

Ante la sabiduría de la “autoridad” la obediencia es una consecuencia natural ya que, en definitiva, todo tipo de estudio se dirige a la búsqueda de la verdad o la perfección si se prefiere, pero también se va en la búsqueda del sistema de ideas que posee el tiempo, en otras palabras se busca estar a la altura del tiempo o a la altura de las ideas del tiempo, como también lo enseñó Ortega en su opúsculo “Misión de la Universidad”.

En las escuelas, y la Universidad lo es, convergen los maestros y los discípulos. 

La Real Academia nos dice que el discípulo es la persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro o en otra acepción la Persona que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los maestros que la establecieron. Discípulo de Aristóteles, de Platón, de Epicuro.

Y maestro es la persona que enseña porque tiene titulo o mérito para ello.

Como vemos la relación maestro-alumno es una relación de aprendizaje y de orientación ya que el maestro alimenta la necesidad de saber de sus alumnos, el “alumno” es el alimentado con saber y ejemplo, por ello la “pregunta” hace a la esencia del alumno o discípulo, incluso la pregunta incorrecta.

El Poder es la facultad inherente al ejercicio y cumplimiento de la función pública, poder significa tener fuerza para algo, para hacer o imponer algo, es lo que se llama el “imperium” y el “arbitrium” que es la facultad de elegir entre diversas opciones.

Esos serian los componentes del “poder”.

En el ámbito universitario se valora la “autoridad” y, probablemente, lo que esperan los alumnos de una Universidad cuando asiste un gobernante o un político es conocer sobre su experiencia de gobierno y quizás muy especialmente, cómo un gobernante debe optar por lo que Max Weber llamaba la ética de la convicción o la ética de la responsabilidad, diría, se refiere al ejercicio moral del poder.

Creo oportuno recordar enseñanzas del padre Julio Meinvielle sobre  la moral, que no es como un molde estrecho, forjado de antemano, con la función de poner estrechamiento a todas las aspiraciones humanas: esas serían meras moralinas o un recetario de preceptos más o menos convenientes que, generalmente, conducen a la hipocresía.

La moral es otra cosa. Meinvielle señalaba que mucha gente cae en ese error de confundir a la “moral” con simples moralinas. El orden moral no se ajusta al hombre desde fuera, sino que, al surgir en virtud de sus mismas exigencias racionales, está condicionado por su estructura interna. Los preceptos morales surgen de las inclinaciones naturales. Para conocer lo que el hombre debe hacer o debe evitar, estudiamos en qué medida una cosa responde al bien humano o bien común.

La conducta moral depende de cada circunstancia lo que significa que siempre el hombre debe hacer lo que  debe.

En otras palabras lo que un gobernante o político debe exponer en una Universidad y someter a debate es la polémica entre deontología y “consecuencionalismo”, es decir entre el cumplimiento del deber y las “consecuencias” de ese cumplimiento porque también el deber impone medir sus consecuencias.

Lo que no entendió Cristina es que la Universidad se construye a partir del estudiante, de su capacidad de alimentarse de saber -lo  que Ortega llama “facultad adquisitiva” - de lo que  necesita saber para vivir.

Creo que esa “impertinencia” de querer saber, la confundió y para los que seguimos por Tv la jornada nocturna de Harvard, pudimos apreciar esa ajenidad que existió entre Cristina y los alumnos, quiero decir, no se estableció una relación cómoda, se vislumbraba tensión y hasta  diría desconfianza mutua.

Cristina lució chabacana como lo dice la Real academia sin arte, el uso del diminutivo,  “compañerito” o “...estamos en Harvard...”, no solo lucieron como expresiones groseras sino que asimismo fue un modo sutil para descalificar a los asistentes y para establecer que le pertenecía en exclusividad, el patrimonio de los “epítetos nobles”.


El turismo educativo o turismo estudiantil precisamente tiene como objetivo el perfeccionamiento profesional o en un campo más limitado, profundizar en la investigación, que es el ámbito reservado a los científicos ya que  es muy diferente ser un buen abogado que  ser jurista; ser  profesor de lenguas que lingüista : una cosa es el ejercicio profesional y otra el ejercicio científico.

En las dos Universidades visitadas por “ella” no tuvo en cuenta que no iba a encontrar ni sumisión, ni obsecuencia y que, fatalmente, se encontraría con las inquietudes propias de alumnos expresadas en formas de preguntas, buenas preguntas o malas preguntas .La buena pregunta exige una buena respuesta y la mala pregunta exige aún una mejor buena respuesta si se me permite la expresión.

No tuvo en cuenta la “impertinencia” o  el desenfado del estudiante.

“Ella” creyó que el epíteto era suficiente para sustituir el argumento, pero fue más lejos: su ideologismo se presentó con todo su fulgor y pretendió dejar en claro de qué lado estaba la razón y de qué lado la sinrazón. La cantidad de los votos  que permitieron su reelección fue el sustento de su razón absoluta.
El poder de la ideología en definitiva convierte a la debilidad propia en complejo de superioridad.

Como lo decía Ortega: “...la ausencia de los mejores ha creado en la masa, en el pueblo, una secular ceguera para distinguir el hombre mejor del hombre peor, de suerte que cuando en  nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la masa no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila...” eso es lo que por lo menos pensé al ver a nuestra presidente en Harvard, no buscó el debate ni la respuesta, solo la agresión inquisitiva como método cultural.

Decíamos que el turismo estudiantil apunta a la excelencia profesional o la excelencia científica, esa sería su “impertinencia” es por ello que su fomento y apoyo por parte de los gobiernos es esencial para conformar verdaderas elites idóneas que posibiliten un desarrollo sustentable sobre valores clásicos de nuestra cultura.
De todos modos creo que la experiencia de Cristina en esas dos Universidades nos fue muy útil ya que nos puso en evidencia cómo nuestras dirigencias se han convertido en “masa vulgar” es decir nuestras dirigencias se mueven sobre la superficialidad y otra muestra de ello fue el modo en que se le cortaron las alas a Pluna sin medir las consecuencias de una decisión que quizás deontológicamente pudo haber sido acertada pero cuyas consecuencias fueron nefastas.
Por Dios impulsemos el turismo estudiantil educativo...sería hacer buena política.

Portal de América


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