por Eugenio Yunis, desde Santiago de Chile
Enfrentar esta crisis no es fácil, pero por muy difícil que sea, no se han visto propuestas significativas a nivel internacional –y el turismo es una industria esencialmente internacional- para enfrentarla. Se requieren ideas y recomendaciones sólidas para el momento actual, en que hay un serio riesgo de que toda la industria turística se derrumbe.
Felizmente han surgido numerosas iniciativas de empresas y gobiernos, las cuales pueden servir y están sirviendo para aminorar los impactos negativos, tanto a nivel sanitario como económico. De estas iniciativas, se pueden destacar dos en esta columna, pero hay muchas más.
La primera es en el ámbito sanitario; la han adoptado centenares hoteles en países tan diversos como España, Italia, Estados Unidos, Australia, Argentina, Gran Bretaña y otros, muchas veces en forma coordinada con sus gobiernos nacionales o locales, y otras en forma totalmente independiente. Estos hoteles, en vez de cerrar y despedir a parte o la totalidad de su personal, han abierto sus habitaciones para alojar a distintos tipos de huéspedes: personal médico y sanitario que no desea regresar a sus casas entre turno y turno por temor a contagiar a sus familiares; nacionales que regresan del extranjero y que deben guardar cuarentena para permanecer en aislamiento y no contaminar a sus familias; personas ya contagiadas con COVID 19, pero con síntomas leves y que no necesitan hospitalización, aunque deben permanecer aisladas; o incluso personas “sin techo” que han sido acogidas generosamente por algunos hoteles.
Con este tipo de acciones, el sector hotelero no solamente contribuye a reducir la expansión del COVID 19 y demuestra su compromiso social en estos tiempos de catástrofe, sino que también los hoteles adheridos reciben unos ingresos que les ayudan a paliar la grave crisis financiera que esta pandemia está significando para la industria; al mismo tiempo, se salvan muchos puestos de trabajo al poder mantener y remunerar a parte del personal; y finalmente, se mejora la imagen de la industria hotelera y le facilita su acceso a ayudas estatales para enfrentar la crisis.
La segunda iniciativa es en el ámbito económico y se refiere al sector de la aviación civil, industria vital para el turismo y para los intercambios comerciales del mundo globalizado. Si bien la mayoría de las aerolíneas del mundo son hoy empresas privadas y casi todas de gran tamaño, los estados no pueden abandonarlas a su suerte en una crisis de la envergadura de la que ha desatado el COVID 19. Si ellas quiebran, es muy probable que luego caigan en manos de dos o tres mega-monopolios aéreos provenientes de dos o tres naciones que buscan la hegemonía mundial (¿necesitan ser nombradas?). En esa eventualidad, ¿dónde quedará la competencia y la posibilidad de que el consumidor elija? ¿y los vuelos de bajo costo? ¿y los vuelos domésticos? ¿y su personal altamente especializado? Y no hay que engañarse, pues crear una nueva compañía aérea después de la crisis no será fácil frente a estos mega-monopolios.
Es por ello que los estados deben recurrir al rescate de las compañías aéreas de sus países, y algunos ya lo están haciendo, ya sea con fuertes ayudas financieras reembolsables a largo plazo, o bien comprándoles una parte de su capital accionario, es decir, estableciendo empresas mixtas público-privadas hasta que se supere la crisis y las aerolíneas puedan volar nuevamente. En esta última figura, los estados seguramente saldrán ganando a mediano o largo plazo, cuando podrán vender sus participaciones accionarias en las empresas aéreas a precios más altos de los que están pagando hoy día. No sería la primera vez que los estados salen a rescatar empresas en momentos de crisis; ya lo han hecho con los bancos durante la crisis sub-prime de 2008 y con buenos resultados.
Son tiempos muy difíciles para el mundo, y también para la industria del turismo, tiempos que requieren generosidad, visión de largo plazo y decisiones audaces de las élites gobernantes y empresariales.
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