por Eugenio Yunis, miembro del Comité Mundial de Ética del Turismo, desde Santiago de Chile
El turismo no escapa a esta tendencia, sobre todo porque sus implicancias son muy diversas e inciden en muchos ámbitos: social, laboral, territorial, medio-ambiental, económico, étnico, cultural y otros, y tales impactos pueden ser positivos y también muy negativos. Otro factor que obliga a los actores públicos y privados del turismo a actuar con ética y transparencia es el hecho de que la compra de servicios turísticos se hace a distancia, de antemano y casi siempre sin conocer directamente los servicios que se están adquiriendo. La veracidad de la información que se provee a los potenciales visitantes, la garantía de sustentabilidad y calidad de lo que se compra, y el estricto cumplimiento de las condiciones contractuales son elementos claves de la ética con que se debe actuar en este sector.
En este contexto, el Comité Mundial de Ética del Turismo, y la Organización Mundial del Turismo (OMT), de la cual dicho Comité nace, están promoviendo la transformación del actual Código Mundial de Ética del Turismo en una Convención Internacional.
¿Cuál es la diferencia? El Código -si bien fue aprobado por unanimidad de los Estados Miembros de la OMT en la Asamblea General de Santiago de Chile en 1999, y luego respaldado por la Asamblea de Naciones Unidas en 2001- es un Código voluntario; es decir, no impone obligaciones ni a los Estados que lo aprobaron ni menos a las empresas de turismo. Es cierto que algunos países han dictado leyes inspiradas en el Código, por ejemplo Indonesia y Jordania. Otros han adoptado prácticas o elaborado políticas turísticas que se inspiran en el Código, por ejemplo en materias de sustentabilidad. Y también muchas empresas han firmado un Compromiso formal con el Código y se supone que respetan sus principios. Pero para el Comité ha sido muy difícil evaluar el real cumplimiento del Código a nivel global, y se sospecha que es limitado; eso es lo que ha llevado a proponer su conversión en un instrumento de mayor fuerza.
Una Convención Internacional sobre Ética en el Turismo, en cambio, tendría un carácter vinculante y permitiría avanzar más decididamente en la aplicación de los principios éticos, poniendo así los valores profundos del turismo en primera línea de las políticas turísticas de los gobiernos y en las prácticas empresariales.
El borrador de la futura Convención, preparado por expertos juristas, ya ha sido aprobado por el Comité y será sometido a la aprobación del Consejo Ejecutivo y la Asamblea General de la OMT, en sus próximas reuniones de mayo y septiembre del presente año, respectivamente. Confiamos en que ambas instancias lo aprobarán y que en los próximos años el turismo, como sector económico y social de creciente envergadura, pueda responder en mejor forma a los imperativos y requerimientos de las sociedades del siglo XXI.
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