Un viaje de fin de año
Lunes, 27 Diciembre 2010 04:20

Un viaje de fin de año

Dos viajes a un mismo destino, por más que se planifiquen, nunca son iguales. Hace 29 años, cometí la inocentada de casarme. Por supuesto pasé Navidad culminando detalles del casamiento y la posterior partida a la luna de miel, que aconteció el día posterior (29) a la noche.

SACRAMENTO - proasur
TSTT-1250x115
Arapey 1250x115
MINTUR 1250x115
SACRAMENTO radisson
CIFFT 1250x115

por Eliseo Sequeira en Montevideo

Destino: Porto Alegre, donde me encontraría con parte de mi familia brasilera. Viaje en ómnibus, paseos guiados con todos los detalles que ningún guía turístico le puede dar a alguien que quiere pasar por locatario. Excelente experiencia, y muy gratificante.

Ocho años después, ya con tres hijos y estando estudiando en Piracicaba, estado de San Pablo, resolvimos agrandar el periplo ... y hacerlo en auto. Por supuesto, el primer paso fue hacerle un chequeo total al vehículo, en un taller especializado, poniendo a punto todos los elementos para un viaje seguro.

 Hasta Porto Alegre, excelente viaje, en una geografía muy parecida a la nuestra (salvo esa línea recta que es la BR 101 en ese tramo). La primera complicación surgió cuando salíamos de Caxias do Sul, después de haber pernoctado allí. En plena sierra, bajada y curva por delante, con pared a un lado y despeñadero al otro, me doy cuenta como viviendo una película ... ¡que no tengo frenos! Reaccioné manibrando con freno de mano y rebaje de los cambios, y logré parar en la banquina del lado de la pared. En una estación cercana constaté que no tenía líquido de frenos. Llené el reservorio, purgué el sistema, completé niveles, verifiqué que no hubiera pérdidas (no encontré ninguna en los 4.000 Km siguientes) y seguí viaje.

La siguiente escala fue en Curitiba, con otra parte de la familia. Repetimos la experiencia anterior de paseos guiados, esta vez en una ciudad sumamente planificada, y el placer borró el susto reciente. Hablando con mi primo, me menciona que a medio camino hacia San Pablo, sale una ruta que me conduce directo a Piracicaba, ahorrándome el paso por la megalópoli y 150 Km de ruta. Por supuesto que tomo la sugerencia, pues es buen conocedor de los atajos de su tierra, como cualquier viajero frecuente.

En la medida que avancé por la misma, descubrí que lo "fácil y directo" de un brasilero medio, no tiene nada que ver con lo que un uruguayo entiende por tal. Imaginen 100 Km de ruta sinuosa y estrecha, tres veces más agresiva que lo que pasé en la sierra gaúcha, sin banquina, y donde el pavimento invita a un aquaplan contínuo pues se pasa a través de las nubes, o éstas quedan bajo nuestros pies ocultando el fondo del barranco. Pasé la sierra ... pero quedé con los nervios deshechos.

Llegué a Piracicaba. Disfruté las vacaciones con mi familia. Cuendo mi señora me dice "me gustaría ir a Río", mi respuesta fue cariñosa pero contundente "sí querida, pero en ómnibus". Ese viaje lo disfruté aún más, y eso que me gusta manejar.

Llegó la hora de volver. Lo hice a través de San Pablo, que a pesar de su tránsito denso y velóz en aquella época era más ordenado y respetuoso que el montevideano. Hice escala en Curitiba, pero esta vez en un hotel. No bajamos valijas, sólo una muda. Cuando vamos a salir, nos encontramos que en la noche quisieron forzar la valija del auto pero no pudieron abrirla. Nosotros tampoco. Arrancamos y empezó a lloviznar ...

Cuando llegamos a la altura de Camboriú, había 10 Km de cola por los deslaves en los morros. Me interné en las calles del balneario, siguiendo a locales por las partes altas, logrando salir en la otra punta, a menos de 2 Km. del deslave. La cola se movía lentamente, entre máquinas que se esforzaban en quitar el barro de la ruta. En segunda y a 10-15 Km/h avancé los siguientes 4 Km.  El viaje comenzó a hacerse eterno.

Al llegar a Porto Alegre, 16 horas después de haber salido, diluviaba. Optamos por seguir, deseando llegar a casa. Cerca de Pelotas pinchamos. Cambié la rueda bajo la lluvia y alumbrado por las luces de un camión que se detuvo solidariamente. Aproveché para dormir dos horas, pues si no me podía vencer el sueño manejando. Llegamos a casa a las dos de la tarde, 30 horas después de salir. Mis hijos corrieron alborozados a los brazos de los abuelos, e inmediatamente se pusieron a contar anécdotas.

La experiencia nos demostró que los imprevistos suceden en cantidad inversamente proporcional a la planificación.

De todo ello, rescatamos todos los momentos buenos y una gran enseñanza: cuando queramos hacer viajes largos por áreas desconocidas, lo mejor es el ómnibus y con un chofer experimentado. Si queremos un viaje aventura ... nos vamos en coche.

 

Portal de América

 

 

Escribir un comentario

Promovemos la comunicación responsable. No publicamos comentarios de usuarios anónimos ni aquellos que contengan términos soeces o descalificaciones a personas, empresas o servicios.