La Eiffel de París: cuando un imán tiene forma de torre
Miércoles, 02 Noviembre 2011

La Eiffel de París: cuando un imán tiene forma de torre

Cualquier turista en la capital francesa siente como un cosquilleo nervioso cuando luego de un par de horas no ve la torre Eiffel, aunque sea pequeña o semi perdida entre las hojas de los árboles.  Con la vigilia de quienes gustan del avistamiento de aves, se les ve en las esquinas, tratando de atisbar, sobre los techos de buhardillas, para mantener el primer contacto con la extraordinaria creación del ingeniero que le diera su nombre.

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por Ricardo Montenegro, de su viaje a Europa, especial para el PDA

La ciudad monumental, con sus Campos Elíseos, Notre Dame, el Louvre, el área moderna, el Sagrado Corazón en la colina o el Sena e históricos puentes, no se distinguirían tanto si, luego de la exposición universal de 1889, algunos franceses frenaran el desmantelamiento previsto de lo que algunos llamaron adefesio.

El impulso de las comunicaciones de la época siguiente le dieron uso y le permitieron sobrevivir hasta pasar de ser icono y un atractivo que nadie pasa por alto.

Tan icono es y desde hace tanto, que ni siquiera Hitler pudo convencer a su general que la destruyera cuando la ciudad estaba a punto de ser recuperada por las fuerzas aliadas, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

París no ardió y la torre no cayó.

Vimos desistir a muchos y abandonar las largas filas para ingresar al monumental Louvre para ver la inigualable Mona Lisa o a la Catedral de Notre Dame, pero a nadie dejar su lugar para buscar el espacio más alto desde donde distinguir calles, parques y monumentos que había visto desde el suelo.

La Torre Eiffel es el monumento más visitado del mundo, recibe a más de siete millones de personas por año, que pagan los 14 euros requeridos para encaramarse hasta el mirador más alto, cerca de los 300 metros de altura de fenomenal estructura.

Pero el espectáculo está con la vista desde Trocadero, donde arranca una gran fuente con enormes juegos de agua y al fondo se aprecia la Escuela Militar, el otro  extremo que contiene al amplio Campo de Marte, ex plaza de maniobras, hoy parque y boulevard, que tienen en su centro a la emblemática torre.

Que me perdonen si ofendo a los admiradores de la cultura gala, o a urbanistas, pero sin la Torre Eiffel, París sería una hermosa capital y ni avenidas ni museos o monumentos la destacarían como lo hace el monstruo de hierro que crearan, celebrando el avance de la tecnología y el conocimiento humano.

Hoy sigue siendo obra de celebración, pero también del turismo; el icono que orgullosos exhiben todos los franceses y los parisinos en particular, es un imán que atrae y une a los visitantes de todas las culturas del mundo.

Portal de América

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