por Fernando Mier
Al llegar a su destino, Buenos Aires, los enloquecieron con todos los papeles de la aduana que les entregaron para responder. Al verlos tan confundidos me presté a colaborar con ellos a efectos de que no tuvieran problemas.
En realidad todo ese papelerío tenía por destino a los argentinos que en aquel entonces viajaban por todo el mundo y los "recuerdos de sus viajes" eran inimaginables. Pues bien, ese acercamiento hizo que entabláramos un diálogo que para los viajeros por lo general se inicia con ¿Usted de donde es?.
Un "uruguayo" fluyó como respuesta, no obstante se me ocurrió comentarle que por información obtenida en esos souvenirs que son la historia del apellido, surgía que el mío, Mier, era de orígen asturiano lo cual para mi constituyó una sorpresa.
Uno de los señores inmediatamente exclamó: no tenga dudas de que usted es asturiano, es más, existe un pueblo en Asturias que así se llama. Dado que estabamos arribando la conversación no pudo continuar y culminó con un intercambio de tarjetas.
Pasaron los meses y un buen día recibo en mi lugar de trabajo una llamada telefónica que la recepcionista no logró identificar quien la hacía. No obstante ello y por curiosidad, pedí que igual me la pasaran. Se trataba de este buen señor que había conocido en el avión, que me pedía le confirmara mi dirección y número de Correo Postal ya que me iba a mandar fotos del pueblo Mier al que había ido con su señora, para que no me quedaran dudas de su existencia.
Además me dijo que yo no podía dejar de ir a conocerlo, como si fuera a la vuelta de la esquina. Allí comenzó todo. A los pocos meses, recibo un sobre no solo con las fotos sino con planos e indicaciones de como llegar al pueblo Mier. Pese a disfrutar de todo lo que estaba ocurriendo no tenía para nada previsto un viaje a España.
Pero, por algo suceden las cosas, en poco más de seis meses resuelvo hacer un viaje a Europa y en ese itinerario previo que todos nos hacemos, marqué una visita a Aviles, Asturias, donde este buen señor vivía. Mi idea era caer de sorpresa y retribuir su gesto con unos regalos de artículos tradicionales nuestros.
Conocí el pueblo, colgado en los Picos de Europa, una zona rural, e inmediatamente me dirigí a Aviles donde no tuve mucho problema en encontrar su domicilio. Al llegar nos atiende una persona y nos dice que no había nadie en la casa ya que habían viajado a Madrid a recibir unas "primas" que venían de la Argentina.
Increíble, eran las mismas que ellos habían ido a conocer y que seguramente le estaban retribuyendo la visita. Fue imposible esperarlo y me debí conformar con dejarle los regalos y los saludos de alguien que tenía mucho para agradecerle.
Recién estando muy lejos de Asturias, pudimos comunicarnos telefónicamente con él, quien por todos los medios nos pidió que regresáramos, pero ya era imposible porque estabamos muy lejos de allí. Volvimos a nuestro País y en cuanto comentario hicimos de ese viaje siempre incluíamos la anécdota referida.
Pero no estaba todo terminado
Próximo a la Navidad del año siguiente a nuestro regreso, fechas en las que se reencuentran los familiares y amigos y los deseos de paz y amor se suceden, se me vinieron a la mente los recuerdos de este buen hombre y me dije " lo tengo que llamar y desearle una muy feliz Navidad ".
Luego de discar una interminable cantidad de números y sin saber si los mismos caerían donde yo pretendía, me respondió una voz femenina. No sabía como explicar quien era. Traté de hacerlo lo más sintético posible. La persona que me atendió era la hija de este buen señor y me expresó que su padre varias veces le había comentado de nosotros. Cuando le pedí hablar con él tuve una respuesta insperada .... hacía cuarenta y ocho horas que había fallecido...
Donde esté este buen señor y convencido de que no faltará oportunidad de encontrarnos en el futuro, le deseo a él y a todos los hombres de buena volunad que existen en el mundo, una muy Feliz Navidad.
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