Todo el año es Carnaval
Miércoles, 13 Febrero 2013
Murga N Mas
La frase se asocia al desinterés o al poco estímulo para el trabajo y otras yerbas, pero para este país es una bendición. Quién, de los tantos hombres de fe que llegaron a estas tierras a evangelizar a los nativos, hubiera imaginado que “la previa” a la Cuaresma daría lugar a una fiesta popular que se extendería a estos niveles en este suelo.
por Ricardo Montenegro, desde Colonia del Sacramento
La Cuaresma, período de que transcurre desde el Miércoles de Ceniza al Sábado Santo, es tributaria de los cuarenta días de Jesús en el desierto, la misma cantidad que duró el diluvio y los cuarenta años buscando la tierra prometida.
Para los paganos, el martes previo a ese miércoles era el día en que se disfrutaba de los placeres, poniéndole fecha a las fiestas que se celebraban en las culturas europeas, las que ya sabían de rendir culto a la carne y sus vicios, muchos años antes de Cristo.
Las carnestolendas se afianzaron durante la Edad Media, manteniéndose lo establecido para la reflexión y el Carne-levare (del latín y que prohíbe comer carne los viernes de Cuaresma). Los menos aburridos paganos se quedaron con todo lo contrario y se abrazaban al itálico Carnevale.
Junto a los curas evangelizadores, el carnaval cruzó el océano y se afianzó en las culturas dominadas, más aún con la llegada de los esclavos arrancados de África.
De ahí viene el carnaval nuestro, el que une los ritos africanos, convocados al son de la cuerda de tambores, para soldarse a principios del siglo veinte a la fiesta pagana.
Lejos quedaron los días en que se salía detrás de ese sonar –yo golpeando el “chico” en viejo Sur de Colonia- y luego se disfrutaba de unos días de fiesta, en los varios tablados distribuidos en el pueblo.
Sin contratados ni estrellas, desde esa tarima los creativos y atrevidos integrantes de una murga resumían lo acontecido en el año con humor y picardía criolla.
A poco nomás, otra vez al “yugo” y las ocho horas, atendiendo el boliche, la carpintería, estudio o la ocupación que fuere.
La fiesta que terminó este martes y que en el calendario empezó el lunes, es diferente. Arranca pero no tiene fin, se sucede a sí misma, los grupos salen “producidos”, buscando competir y por supuesto ganar; de pronto vemos a la bailarina de ballet de todo el año, haciendo sus piruetas al son del coro y batería.
Aquí no vale la expresión de volver a las raíces, la venta de choripanes, gaseosas y cervezas daba para financiar las mascaradas de otrora, pero no a este carnaval.
Es todo un espectáculo para propios y extranjeros y su extensión permite utilizarlo para promover el atractivo del país, no como en Río de Janeiro, Oruro o el Mardi Grass de New Orleans, que convocan en pocos días a millones de personas. Pocos nosotros, al carnaval o parte de él lo vendemos a millones todo el año.
No se si ha habido o es una explosión cultural, o el crecimiento exponencial de un viejo arte, pero sin duda ha alcanzado una notable dimensión comercial, que el país a su vez promueve y financia.
Alejada de lo litúrgico, lúdica y como tantas cosas en este país, esta fiesta hecha a medida de y por los uruguayos, misteriosamente, es disfrutada por la parte del mundo que el turismo trae, no importa el mes que sea.
Gracias Dios -Momo- en Uruguay, todo el año es carnaval. Aunque terminó ayer.
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