Nuestra cocina que poco se ve
Miércoles, 24 Octubre 2012
Un turista me preguntó, en la esquina de Plaza Mayor y Calle de los Suspiros, dónde podría encontrar un puesto -un chiringuito, me dijo- con comidas típicas nuestras.
por Ricardo Montenegro, desde Colonia del Sacramento
No fue fácil contestar y en seguida vinieron a mi memoria algunos lugares que uno ha visitado -unos de alta promoción turística y otros mucho menos conocidos- con oferta gastronómica callejera, a la vez que comenzó a darme vueltas en la cabeza el porqué aquí de lo nuestro tenemos poco.
Desde los pueblos apartados del norte paraguayo a la siempre luminosa capital francesa, pasando por pequeñas villas incaicas, los platos típicos o nacionales están en oferta diaria y constituyen una atracción para el turista.
Usted puede probar chipás o chipas en el Alto Paraguay, crèpes en París, fish and chips en Londres, kebabs de cordero en toda Andalucía, barbacoa de aligator en Nueva Orleáns y muchas opciones más en el mundo, todos en puestos callejeros.
Como auténticos exponentes de su propia cultura, su cocina –que también lo es- está en la calle, para disfrutarla y deleitarse con ella, conocerla o, simplemente, para que le acompañe en una foto.
¿Y qué es de estos parajes? Entre que poco nuestro tenemos por la edad y tramado étnico del país, se suma desplazamiento de algunas delicias callejeras, tanto por precio, por moda y por los celosos (¿?) controles de las intendencias.
El lomo, alejado de la mayoría de las mesas familiares, se va corriendo de los carritos por el mismo motivo: su alto valor. Antes alentaba a algunos visitantes a probarlo, pero la tentación de su aspecto es opuesta a la inmediata sensación que ofrece el tironeo que se presenta casi al primer bocado.
El chorizo al pan ya no es fashion. Se ve menos al clásico embutido, que perdió en la largada con la inmigrante hamburguesa, y a su también clásico pan, sustituido por una tortuga de intrascendente sabor internacional.
Los panchos se piden menos y sólo reinan en algunas cafeterías. Los churros arremeten en algunas estaciones del año, pero se ven menos aquellos variados que ofrecía nuestro recordado gallego...
Sólo las tortas fritas aguantan el embate de las modas foráneas y “guascudas” como les gusta a algunos paisanos o más afrancesadas y livianas, se las ve por casi todo el territorio; en menor medida, los pasteles de membrillo se ofrecen en muchos lugares.
Si alguien nos pregunta al llegar al país, cuál es la comida típica, nos sale de inmediato el chivito o el asado –yo digo “con cuero”-; ya nos referimos al primero y el segundo paradójicamente, es sólo “indoor”... pero si pide queso y dulce de postre, hasta algunos mozos lo miran raro. Doy fe.
Cuéntennos, si alguien lo sabe, dónde comer una chuleta, un suculento panqueque de dulce de leche, unos boniatitos asados con manteca y sal o los desvergonzados refuerzos de salame y queso Colonia ¡qué no ni no!
Y bebidas... ¿Adónde se habrán ido los medio y medio de amarga con vermouth o de vino y “naranjita”? ¡Si hasta el vodka viene saborizado y en botellitas chicas!
Si maneja o no gusta del alcohol, hay montones de brebajes que energizan y ponen alas.
Con los sundaes, brownies, chizitos, splits, macsburguerscondetodo, la fiesta del colesterol y la gula al paso ya no es uruguaya, es cosmopolita como el país.
Con menos identidad, claro.
Y cuando venga la maruja legal, ni les cuento
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