por Ricardo Montenegro, desde Colonia del Sacramento
Participaron personalidades que viven la realidad del tema que abordaron, gente de Maldonado, tanto de sector público como el privado: Horacio Díaz, Héctor Araújo y Alberto Prandi.
El tema era de interés nacional: ¿qué Punta del Este queremos?
¿Nacional? Podrá preguntarse alguien y digo a la distancia, donde en frente veo el río color león y no el verde azul del océano, que sí, porque debemos reconocer, no importa en qué lugar del país nos encontremos, que la ciudad balneario es el imán uruguayo para el turismo y por ende, la fuente de ingresos por servicios primera y más importante para el Estado.
Por eso opino, porque aún cuando sólo la visito, me siento con el derecho de decir cómo debería ser, que es casi lo mismo que decir hasta cuándo y cuanto deberá crecer.
Es como Montevideo, en un país centralista, de la capital todos tenemos derecho a opinar.
Fenómeno único, Punta, así a secas, combinaba la tranquilidad y seguridad de los balnearios tradicionales, con la integración perfecta con la naturaleza.
Punta del Este es más que su jurisdicción, límites que al turista no les interesa, sino que es un destino en sí misma, es la gran postal del Uruguay amigable y siendo una de las joyas del país como lo es, debe cuidarse.
Desde Colonia, ahora a poco más de tres horas de viaje de allí, estamos en otra joya, que también es nacional y que también debe protegerse, observar con cuidado qué la puede dañar y con el tiempo, erosione su atractivo.
Sobretodo por el crecimiento en edificios de altura, en la incursión de la construcción en áreas naturales –que ahora se siente en Colonia-, en una política que antepone la rigidez de las necesidades financieras de una intendencia o promotores privados, sobre su enorme significación para el futuro, Punta del Este está ingresando en un área gris, como si atravesara una nube sin instrumentos y asegurar que se va a salir bien no es más que especulación.
De no poner empeño –apenas si se está a tiempo de ello- en restaurar el equilibrio entre lo que decimos al mundo que tenemos y lo que se va como desvaneciendo, llegaremos a tener una Miami norteamericana –ciudad grande con muestrario de edificios- o la española Benidorm, también sobrecargada y convertida en destino de turismo interno depreciado; cuando las vemos, preferimos nuestra Punta del Este.

La transformación de Benidorm
Si eso se quiere, sigan así y quienes estén en dentro de 30 años, vean si no pasó lo que estuvo a punto de ocurrir en Colonia, hoy Patrimonio de la Humanidad, que de no haberse detenido hace 40 la demolición de inmuebles tricentenarios para erigir nuevos, la calificación de UNESCO no existiría.
Como uruguayo, quiero que al gran balneario se le reintegren sus áreas verdes, que su horizonte terrestre tenga más naturaleza que edificios y que quienes lleguen encuentren lo que la hizo la preferida de tantos y de paso, que no tengamos que mentirle al mundo, porque aunque parezca que no, se darán cuenta, porque ciudades grandes en la costa, hay miles.
Portal de América





