por Ramón de Isequilla, desde Madrid
Desde aquellos vibrantes noventa, cuando Punta del Este se despertaba de su siesta de barrio vacacional de argentinos ricos, tal cual lo definía el New York Times y comenzaba a convertirse en un destino turístico internacional, nos preocupó la actitud de los medios (en aquella época sin internet reducidos a los gráficos, radiofonía y televisión abierta) en la difusión de previsiones meteorológicas con titulares muy alarmantes que no siempre se cumplían.
En Galicia, con unas condiciones muy parecidas a las del Rio de la Plata en cuanto a la inestabilidad y a las recurrentes lluvias había ocurrido un hecho, que en su momento exasperó a autoridades y empresariado turístico durante el puente de Semana Santa.
Al contrario que en el hemisferio sur, donde el feriado de Semana Santa es el prolegómeno del invierno, en España es el preestreno del verano, donde alternamos las procesiones con las ganas reprimidas de disfrutar de los primeros soles.
Nos contaban en el Centro Superior de Hostelería de Galicia, cuando participé de un seminario para directores de hotel en 1999, que poco tiempo antes, en las semanas previas a Semana Santa, las previsiones meteorológicas de los medios nacionales gritaban a los cuatro vientos que el ansiado puente estaría sometido a temporales, borrascas y otras calamidades en el litoral Cantábrico.
Estos reiterados anuncios, provocaron una catarata de cancelaciones en Galicia dejando a hoteleros y hosteleros con la mesa tendida y sin comensales, resultando al final, que esa semana tuvo los días de sol más espectaculares de la década.
Las predicciones meteorológicas son simples predicciones dentro de un determinado ciclo climático, basadas en modelos matemáticos alimentados con un sinnúmero de datos, que normalmente tienen un cierto grado de acierto, pero no son infalibles y mucho menos en lugares de gran inestabilidad como Galicia y la boca del Rio de la Plata a los cuales hoy nos referimos.
La indignación de los operadores y de los mismos turistas, alcanzó trascendencia nacional, llegando el gobierno a solicitar mesura en las predicciones de los siguientes años.
En Punta del Este vivimos un proceso similar, más o menos en las mismas fechas, que despertó mi indignación como hotelero y como presidente de la Liga de Fomento y Turismo de Punta del Este, que en aquel momento era el organismo líder en la representación de los intereses del turismo y su promoción.
Durante mi pequeña guerra con un canal de televisión motevideano, por habernos arruinado un maravilloso fin de semana de pleno sol con sus vaticinios de temporales que nunca llegaron, el diario Últimas Noticias me hizo una nota donde descargué mi indignación, que fue acompañada con una caricatura, donde una familia miraba por la ventana y yo levantaba una persiana con rayos y centellas para dejar ver el sol, imagen que reflejaba fielmente la situación de la lucha de la gente del turismo frente a anuncios de situaciones probables pero no certeras que nos arruinan el negocio.
Estas situaciones no sólo continúan, se agravaron con la cultura woke de la Agenda 2030 y el negocio de sus múltiples chiringuitos, no habiendo día que no nos despierte un titular de una catástrofe en el ciclo climático que nos encontramos, por culpa “del malvado ser humano, que atenta contra la pacha mama”.
Sinceramente no entiendo a los editores responsables de los medios, que dejan en manos de personas sin una sólida formación científica, o sea meros opinólogos, una información tan sensible como las previsiones meteorológicas, que afectan nuestras conductas y desplazamientos con graves consecuencias en las economías que dependen del turismo.
Lamentablemente cuando se tocan estos temas, salen de inmediato las jaurías bajo el grito de “negacionistas, terra planistas” y otros insultos surgidos de las nefastas universidades norteamericanas que Europa incautamente ha comprado.
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