Pensar en el futuro del turismo
Lunes, 12 Abril 2021 09:51

Pensar en el futuro del turismo Freepik

En la guerra, durante el fragor de la batalla, es muy fácil “soñar” con un futuro diferente al de la trágica vivencia actual, por la simple razón de mantener la salud mental, por un sentido de supervivencia y por un poquito de oxígeno que nos permita seguir respirando en un ambiente contaminado por la triste realidad, pero lo que es muy difícil, es “pensar” en un futuro para el día después.

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por Ramón de Isequilla, desde Madrid, @ramonpunta

Pensar en un futuro, a diferencia de soñar con él, no es una actitud mental para disminuir el dolor, es una responsabilidad del dirigente, que a diferencia del “soñar” que cumple funciones de bálsamo, provoca a veces más angustia que la propia realidad.

Estamos dispuestos a transitar el camino de pensar un futuro para el turismo, colaborando humildemente con todos aquellos dirigentes que no se contenten con la simpleza de relatar la realidad, contaminada hasta la saturación por una generación de políticos, empresarios y periodistas expertos en virus, vacunas y comportamiento de masas, emulando a los millones de “directores técnicos” que surgen bajo las piedras en ocasión de cada mundial, con la diferencia que esos “mister de ocasión’ por lo menos algo de futbol saben, pero estos no tienen la menor idea de lo que están hablando.

Debemos establecer algunos criterios para encarar nuestra tarea de pensar un futuro para el turismo tomando algunas decisiones, como hacer caso omiso a todo el “ruido” que rodea al tema, dejar de repetir las informaciones contaminadas por ignorancia o por intereses, y remitirnos exclusivamente a analizar los posibles caminos a seguir para llegar a futuros escenarios.

El primer inconveniente que se nos presenta es el dilema, enfocado en la pregunta sobre si el virus será dominado o deberemos convivir con él por muchos años, o quizás para siempre. Esta alternativa nos abre distintas posibilidades que cambian radicalmente los caminos a tomar.

El simple hecho que el uso de las mascarillas continúe siendo obligatorio en el futuro ya nos condiciona en cómo será el turismo; la imagen de una humanidad con antifaz permanente incluso al aire libre, parece salida de un escenario post apocalíptico digno de una serie de ciencia ficción, la cual nos negamos a aceptar, pues el turismo es felicidad y no podemos ser felices sin mostrar nuestra sonrisa. Por ello la primer premisa que adoptamos es un futuro del turismo a cara descubierta, pues las razones que nos dan para el uso obligatorio de mascarillas las consideramos insuficientes.

La segunda premisa radica, en que ya con vacunación masiva, inmunidad de rebaño, usando o no pasaporte, con o sin test adecuados, sea libre la circulación de personas.

Hasta diciembre de 2019 el turismo no paraba de crecer y nuestra soberbia nos impedía prever alguna nube negra en el futuro, resultando que no nos esperaba una nube cualquiera, sino un frente frío con varios cumulonimbos, lo cual me recuerda un consejo de un viejo comandante “la mejor forma de pasar un frente frio es en tierra y dentro del hangar”

Los destinos no tienen que inventar nada nuevo para atraer a los turistas, deberán ofrecer algo muy sencillo, “seguridad y certeza” tanto del lugar como del producto, cuestión que utilizamos durante tres décadas en nuestra promoción de Uruguay y Punta del Este en el mundo: seguridad personal, seguridad jurídica, seguridad sanitaria, amalgama perfecta para potenciar los recursos turísticos y la calidad de nuestra gente involucrada en el turismo; eso nos distinguió y eso nos hizo fuertes.

En el caso específico de Uruguay, que es muy distinto al de Argentina y Brasil, y al de Chile en menor medida, por tamaño y cantidad de población, se deberá fundar un turismo interno, doméstico, nacional, hoy inexistente.

Infraestructuras, transportes, canales de comercialización, promoción y líneas de crédito adecuadas para el turismo interno brillan por su ausencia, en un país en el cual la palabra turismo ha estado bastante vacía de contenido, más allá de la denominación de un ministerio y de una semana al año.

El caso más emblemático es Punta del Este, con una oferta diez a uno mayor de alojamiento residencial para veraneo de argentinos y brasileros y paraguayos versus camas hoteleras, con una oferta insuficiente de actividades lúdicas para los turistas. O sea, un destino para lagartear los porteños, sin ningún valor agregado ni atractivo para el turismo tradicional de sol y playa, ni que hablar para otros segmentos de la actividad como el de eventos, ferias y convenciones por la imposibilidad de conexión aérea con los centros emisores, ni el de compras, ni el cultural, ni el gastronómico, que pese al gran esfuerzo de restauradores y asociaciones no deja de ser monotemático y aburrido.
   
Espero que estas pequeñas pautas despierten la voluntad de pensar en el turismo en los principales actores de la actividad y nos preparemos eficientemente para el día después, con más vigilia de pensamiento que sueños agradables.

Portal de América

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