por Ramón de Isequilla, desde Madrid, @ramonpunta
Pasó la “noche de San Juan” y no se quemaron nuestros males ni miserias, sino que vimos consumirse nuestras ilusiones y certezas, dando la sensación de que nadie está a cargo del barco, que flota sin rumbo, llevado por el viento, observándose por la borda algunos peligrosos arrecifes que afloran en la superficie.
La pesadilla de los miles de muertos y enfermos, vividos en una cuarentena tardía y por consiguiente excesiva para muchos, donde nos acostumbramos a vivir bajo la restricción de nuestras libertades constitucionales, mientras la economía se desplomaba y nos sumergía en la peor crisis económica y social desde hace ochenta años.
Llegó el verano y comenzó lentamente a moverse la ciudadanía, sin horarios, pero con mascarilla, encontrándose con parientes y amigos, pero a metro y medio de distancia, provocando que los bares, restaurantes y algunos lugares de ocio como las playas, volvieran a funcionar parcialmente, pues muchos quedaron por el camino, no pudiendo reanudar la tarea unos, y en forma definitiva otros.
Las reacciones fueron dispares, oscilando entre energúmenos que salieron como perro al que le soltaron la cadena, poniendo en riesgo su salud y la de sus semejantes, con los brotes consecuentes que están apareciendo, y otros por temor o por razones económicas por haber perdido el trabajo o estar bajo ERTES que no cobraron aún, han decidido no salir de vacaciones este año, en porcentajes que asustan.
El turismo internacional no se ha reanudado, solamente una tímida apertura de las fronteras internas del espacio Schengen permiten algunos ingresos, sin tener las autoridades una vez finalizado el estado de alarma, ningún plan de contingencia ni ningún control sanitario de fronteras como el cuestionado protocolo de Barajas, que según denuncian las autoridades autonómicas, puede traernos una recaída de la cual va a ser difícil salir indemnes.
Debemos recuperar la actividad turística, nadie lo pone en duda, pero con las precauciones del caso, como la exigencia de un test en el lugar de partida, una declaración jurada clara y precisa, con sanciones graves por falseamiento, en lugar de un burocrático e inútil formulario, toma de temperatura (medida más psicológica que efectiva, que sirve para avisar que esto es en serio) y sistema de seguimiento por medio de una APP obligatoria de los arribados, durante su estancia en el país, todas medidas que no provocarán que nadie deje de venir a España, al contrario, el turista primero quiere un destino libre de peligros sanitarios, y está dispuesto a ciertas incomodidades si le son explicadas y garantizan su bienestar y seguridad. Asimismo, el turista internacional está acostumbrado a trámites, visas, controles y esperas como las que ocurren para entrar a USA, cuestión que las nuevas generaciones no han tenido que sufrir dentro de Europa desde que se estableció el espacio Schengen, disfrutando de una vida muy fácil, y que las circunstancias actuales pondrán a prueba su templanza.
Todo está muy confuso, pasado San Juan sin certezas, esperemos que San Fermín nos trate mejor.
Portal de América