por Bárbara Gimpel, desde Punta del Este
En los años 50 Montevideo destilaba clase y cultura. Tiempos intelectuales y políticos prolíficos que atrajeron a la crema y nata de la cultura rioplatense.
Así fue como se hicieron asiduos de nuestra orilla figuras de la talla de Borges, Cortázar, Gardel...¿que tuvieron ellos en común además de su talento y brillo incuestionable? Todos se quedaron en el entonces Hotel Cervantes hoy reciclado y transformado en una de las joyitas administradas por la cadena Fen Hoteles, el Esplendor.
Conversando con su gerente Jorge Benítez (otro extranjero más enamorado de Uruguay y ya somos legión) vemos que en una época donde todo parece uniformizarse bien vale la pena destacar estos diferenciadores no transferibles. Esa ligazón histórica con la cultura y el arte. Es en ese espíritu que cada trimestre los pasillos del hotel reciben una nueva muestra artística. En el salón Cervantes se observan muestras permanentes y los eventos que allí se desarrollan reciben un plus artístico que no se encuentra en cualquier salón o galería.

Gestionar este tipo de "patrimonios intangibles" creemos que hace a la diferencia. Conocemos a más de un fanático de Cortázar que soltaría lágrimas en caso de hospedarse en la mítica 205 donde se alojó el escritor…y también a más de algún nostálgico que buscaría la sombra del “Zorzal criollo” en sus pasillos.

Las puestas en valor o las más de moda llamadas “innovaciones” a veces radican no en mirar hacia adelante sino hacia atrás, en generar una reingeniería retroactiva donde no es inventar sino como reza la verdadera innovación “aprender a mirar con nuevos ojos” y con ello redimensionar nuestros patrimonios turístico culturales.

Como epílogo para los que quieran deleitarse les dejo un pedazo de genialidad extraído del magistral “Historia de Cronopios y de Famas”…decida usted a que estirpe pertenece.
Viajes
“Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de «Alegría de los famas».
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad.» Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan.”
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