¿Qué hacen mejor los franceses que nosotros?
Lunes, 23 Julio 2018 12:24

Sí, les podremos llamar 'gabachos' de manera despectiva; pero algo de envidia les tenemos © Getty Images Sí, les podremos llamar 'gabachos' de manera despectiva; pero algo de envidia les tenemos © Getty Images

La pregunta del título se la hacen colegas españoles que han producido este artículo que nos ha parecido muy interesante como para compartirlo. Aquí va, a disfrutarlo!!

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Nuestros vecinos del norte han ganado 54 premios Nobel, ocho Oscars a películas de habla no inglesa y 563 medallas olímpicas más que nosotros. Además, recibieron siete millones de visitantes más que nuestros destinos, según los últimos datos de la OMT. De ahí que podamos mirarles con cierta envidia, también, en este ámbito.

Pero como esto de la inquina no lleva a ninguna parte, mejor tomemos nota de esta serie de cuestiones que, en materia de turismo y gastronomía, también les hace ser Campeones del Mundo.

 

¿Qué hacen mejor los franceses que nosotros?

HOTELES GASTRONÓMICOS 

En Francia se viaja por el paladar. De hecho, 12 de los 27 restaurantes con tres estrellas Michelin del país galo están situados en localidades con menos de 10.000 habitantes, un dato que demuestra que la tranquilidad lleva a la creatividad pero, también, que existe una cultura de viaje gastronómico, de arrancar el motor en busca del sabor.

En paralelo a esta realidad está la proliferación de hotelitos remotos que su reputación no se mide en puntos de Booking ni de Tripadvisor, se establece en función de las notas que reciben de los críticos más preciados.

De ahí que no haya un negocio hotelero que no se cimente desde la cocina y que en este ambiente hayan nacido sellos de calidad como Relais & Châteaux, una asociación creada en 1954 con el afán de aglutinar a todos los grandes establecimientos gourmet del mundo.

 

CASAS QUE SON AMOR

Otra de las grandes aportaciones galas al mundo hotelero son las Chambre d’Hôtes, unas casas de huéspedes que solo pueden contar con cinco habitaciones de alquiler pero que están notablemente marcadas por el carisma de cada propietario.

Porque, por encima de ser unos alojamientos cómodos o bien ubicados, destacan por ser pioneros en el arte de acoger y de cuidar al viajero ya que, otro de los rasgos que las definen es el de que los anfitriones tienen que vivir en el mismo inmueble.

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Es decir, es como volver a casa de los abuelos pero eligiendo la experiencia, ya sea vivir en una mansión urbana, como Peonia at Home en Mulhouse; en una casa de diseño, como La Belle Vigneronne en Montagnac; o en una antigua fábrica de limonada habitada por dos enólogos, como es el caso de la Villa Limonade de Olonzac.

MERCADOS SIN TONTERÍA

En España parece que hemos pasado sin apenas parpadear de los mercadillos cutres a los gastro mercados. Sin embargo, no hay un sábado en Rennes en el que no se alfombre su centro histórico con las flores y los productos del Marché des Lices o en el que Niza no se llene de colores en su Marché aux Fleurs.

Y no, no son reclamos para turistas ya que gran parte de su encanto está en ver cómo el burgués más pijo de cada ciudad se da un paseo para comprar queso o foie de su ganadero de confianza.

TODO POR EL TERRUÑO

Hay que remontarse hasta 1411 para encontrar el decreto parlamentario por el cual se reguló cuáles tenían que ser las condiciones para que un queso Roquefort pudiera recibir este nombre. Así se creó la primera AOC (las Denominaciones de Origen francesas), una forma maravillosa de proteger todo alimento singular y excepcional que se produce bajo unas condiciones determinadas y en un territorio delimitado.

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Su marco legal y sus condiciones definitivas no se establecieron hasta inicios del siglo XX, convirtiéndose en un referente a nivel mundial en este aspecto. Hoy en día hay 456 productos bajo esta protección.

Otra de las muestras de respeto al origen fue la creación, en 1855, de los Grand Cru Clasée para distinguir aquellos burdeos de notable calidad en función del terruño donde habían crecido sus viñas. Una idea de Napoleón III que hoy sigue siendo aceptada por la comunidad wine lover del mundo y que en muchas D.O. españolas miran con envidia.

 

LA VIDA EN TREN

No, no es Inglaterra ni Japón en materia ferroviaria, pero Francia tuvo muy claro en los 80 y en los 90 que el desarrollo del país estaba supeditado al desarrollo del tren de alta y media velocidad.

Bajo esta premisa, se creó el TGV (nuestro AVE), un servicio de alta velocidad que da cobertura al 12% de la población gala.

Lo más importante de este desarrollo fue la conexión de todo núcleo urbano relevante con una estación TGV, haciendo que no haya ninguna capital de departamento que no esté unida por una vía de alta o media velocidad. En definitiva, que no hay un Extremadura o un Asturias en términos de aislamiento ferroviario en Francia.

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PUEBLOS MULTIPREMIADOS

Una de las cosas que más llaman la atención cuando se llega a un pueblo con encanto de Francia es la cantidad de sellos y reconocimientos que puede llegar a ostentar.

¿Los más reputados? El formar parte de los 158 pueblos más bonitos del país o el de llegar a tener La Fleur d’Or (el máximo galardón) en el Concurso de las ciudades y aldeas floridas, un certamen que se instauró en los 50 para promover la creación de parques y espacios verdes en los municipios.

Pero más allá de estos premios que confluyen en localidades como Eguisheim, lo que destaca de este sistema es cómo consigue que cada aldea se pueda sentir orgullosa de un aspecto, promoviendo el amor propio que, al fin y al cabo, es la base para gustar a los demás.

INVENTARSE EL MEDIEVO

La mezcla de chovinismo y estética, dos de los rasgos por excelencia de este país, ha hecho que muy pocos franceses se cuestionen si lo que hizo el bueno de Viollet-le-Duc en el siglo XIX es legítimo.

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Este prolífico arquitecto fue el responsable de reconstruir Carcassonne, la catedral de Notre-Dame o el castillo de Roquetaillade. Nobles tareas que tienen un pero: la excesiva imaginación de Eugène quien le añadió al gótico original algunas parafilias propias, como es el caso de las gárgolas o de los tejados cónicos recubiertos de pizarra.

Eso sí, Viollet-le-Duc no fue el único culpable. Durante el siglo XIX Francia se empeñó en rediseñar todo legado medieval llenando de falsos châteaux el Médoc de Burdeos e impulsando un estilo neogótico que cuajó, sobre todo, en aquellas ciudades en las que no había una catedral antigua como es el caso de Nantes, Valenciennes o Nancy donde es imposible distinguir el pasado reciente del remoto.

La consecuencia es un conjunto de monumentos espectaculares y una habilidad ejemplar para hacer de la nostalgia romántica un imaginario propio sin que parezca lo que es: un pastiche.

 

DESCENTRALIZACIÓN DE LA CULTURA

Este hito es algo reciente en Francia pero es digno de reseñar y de copiar. Desde que se iniciara el último milenio, la cultura gala ha ido alejándose poquito a poquito de su capital para llegar a diferentes rincones.

Los líderes de este proceso fueron el Centre Pompidou y el Louvre, cuando decidieron abrir una sucursal en Metz y en Lens respectivamente. Esta atomización del patrimonio del país tiene otro gran ejemplo como el MuCem de Marsella, un centro que bebe de las colecciones del Museo de artes y tradiciones populares de la capital. ¿Para cuándo un Reina Sofía o un Prado lejos del Triángulo del Arte?

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UN FRAC PARA CADA REGIÓN

Creados en 1982, los Fondos Regionales de Arte Contemporáneo (en sus siglas FRAC) son un ejemplo de buena praxis en materia cultural.

En ellos se expone la obra de jóvenes que o, bien, han nacido en la zona o, bien, han desarrollado sus creaciones en torno a un leitmotiv vinculado con esta tierra.

En total, hay hasta 23 instituciones de este tipo por todo el país siendo algunas como la de Centre-Val de Loire, con su director Abdelkader Damani a la cabeza, auténticas referencias en el panorama artístico internacional.

 

Ó-P-E-R-A-S

Todo aquel que pasee por Niza, Nantes, Burdeos o Lille y no se santigüe ante sus grandes escenarios tiene el infierno ganado.

Aquí la cultura escenográfica nació como símbolo de poder para acabar siendo la catedral que toda ciudad moderna francesa tiene que tener. Hasta tal punto que Lyon para consolidar su cosmopolitismo encargó a Jean Nouvel la renovación de su gran templo musical.

PIONEROS DE LO INTERACTIVO

Primero fueron los Lumière, después llegó Méliès y luego Futuroscope. La relación entre Francia y la imagen en movimiento es histórica y prolífica, siendo este parque de atracciones situado en Poitiers el ejemplo más lúdico sobre los límites de la percepción visual humana.

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Sin embargo, esto no se queda aquí. Los avances visuales y expositivos que se muestran en este espacio haN superado sus límites y su influencia tecnológica y conceptual se puede ver en otros lugares como la Cité du Vin de Burdeos o Le Hameau Duboeuf de Beaujolais.

CULTO A LA MONTAÑA

En cuanto el terreno se empina bruscamente, Francia saca su lado más salvaje e inhóspito con un respeto supino por la conquista de sus cumbres y por todos aquellos que abrieron camino hasta sus picos más inaccesibles.

Un respeto que se traduce en estatuas como las dedicadas a Jacques Balmat y a Horace Bénédict de Saussure en Chamonix y, también, en una dinamización y universalización del entorno alpino muy interesante. Y es que la propia Chamonix cuenta con un teleférico para todos los públicos que sube al Aiguille du Midi (el mejor mirador del Mont Blanc) mientras que en los Pirineos, el Pic du Midi ha dejado de ser un observatorio astronómico para convertirse en una aproximación muy entretenida al cielo. Otro ejemplo de ello es Vulcania, un parque temático en el Macizo Central donde los volcanes y los fenómenos geológicos se convierten en algo divertido sin olvidar su parte divulgativa.

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DE LA CUESTA AL MITO

Y luego está el Tour, la vuelta por etapas más mítica del ciclismo mundial y un auténtico fenómeno turístico por diversas razones.

La primera, por haber convertido las tardes de verano en un escaparate para los impresionantes castillos, valles y costas galas que han conquistado a muchos aficionados más allá de la competición.

La segunda, por arrastrar a miles de personas a las cunetas para animar en las rampas del Mont Ventoux, el Alpe d’Huez o el Tourmalet durante el mes de julio.

Y la tercera, por haber hecho de estos lugares un destino turístico que no se comprende sin la influencia de este deporte y la épica de sus corredores. En definitiva, que no hay nada parecido en el mundo que mezcle de este modo pasión con sudor, mitomanía con kilómetros y paisajes con épica.

 

LA CONQUISTA DE LOS RÍOS

Sí, vale, tener una mayor pluviometría ayuda y mucho, pero a los grandes caudales Francia le ha añadido dos toques distintivos.

Por un lado, el turismo fluvial que ha hecho que grandes torrentes naturales, como el Sena, el Ródano o el Loira, o artificiales, como el Canal du Midi, se hayan llenado de cruceros con (más o menos) buen gusto y con embarcaciones de alquiler fáciles de conducir.

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Por el otro, la habilidad innata para hacer de las riberas un lugar mágico y estético, y no solo en las ciudades más antiguas como Lyon o Estrasburgo, sino también en cauces intervenidos hace relativamente poco tiempo como es el caso del eje Nantes-Saint-Nazaire o las orillas del Garona a su paso por Chartrons en Burdeos y por Toulouse.

 

UN NUEVO ORDEN REGIONAL

A nadie se le cayeron los anillos cuando, hace cuatro años, Francia decidió reorganizarse territorialmente para pasar de 22 a 13 regiones (nuestras comunidades autónomas).

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