Agentes de viajes: ¿de la línea de fuego a la retaguadia?
Martes, 14 Febrero 2012 13:07

Seguramente fueron/fuimos de los primeros en enterarse/nos que se venían las nuevas tecnologías. Nunca imaginaron/mos que serían/mos desplazados por las mismas, al punto tal que las aerolíneas, las cadenas hoteleras, las empresas de cruceros, las rentadoras de autos y las transportadoras en general, dejarían de considerarlos canales prioritarios, hasta decidir, de buenas a primeras, comenzar por despojarlos de las sagradas comisiones y de los más sagrados overs y de allí en más, desplazarlos a planos secundarios, mandándolos al mismísimo fee.
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Al comienzo del artículo no nos equivocamos, involucrándonos después de la barra inclinada, es que tenemos nuestros buenos años de historia como agentes de viajes y en el fondo, nunca dejaremos de serlo.

Hasta inicios de la década del 90, quizás hasta mediados, todavía el agente de viajes era una especie de protagonista de primera línea de la actividad.

Si nos retrotraemos en el tiempo, para situarnos en la era de la "primera generación" de los tiempos modernos del turismo, situada claramente en el inicio de la segunda mitad del siglo pasado, con presencia clara hasta inicios de los 80, los agentes de viajes eran mucho más que "una especie de protagonistas de primera línea de la actividad", podemos decir sin temor a equivocarnos que en algunos lugares, en algunos países y más que eso, en algunos ámbitos no metropolitanos, el agente de viajes llegó a ser el más popular del barrio, del pueblo o de la provincia o departamento.

Hacía viajes de largo radio
Generalmente lucía bronceado
Fumaba americanos y los encendía con un Ronson o un Zippo
Bebía escocés
Calzaba Hush Puppies
Usaba gabardinas Burberry compradas en Londres
Punta era su lugar natural de week end


Acaparaba la atención en las reuniones familiares, en las de amigos, en el club, porque siempre "tenía la última", contaba lo que se usaba, lo que estaban dando en el Radio City o en el Lido o en la Scala y hablaba con tal naturalidad de la Quinta Avenida, de Rodeo Drive, de la Gran Vía, de Oxford Street o de la Rue Saint Honoré, como lo podía hacer de 18 de Julio, Corrientes, La Alameda o la calle Palma.

Entonces, cuando un cliente o un amigo de un amigo, o un familiar del amigo del amigo, llegaba a su oficina a preguntarle por un viaje, le invadía la misma sensación que la de estar visitando a una autoridad gubernamental o a un integrante del más selecto jet set. Máxime, si le ofrecía un Cohiba de la lata sobre el escritorio o a la dama, un After Eight.

Ese eventual cliente, si era muy ratón, salía a buscar otros precios pero, generalmente "compraba" todo lo que trasmitía ese ser tan especial, el autodenominado profesional del turismo, el agente de viajes, que con el paso del tiempo se convirtió en operador y fue subdividido en mayorista y minorista.

A la retaguardia

Un buen día sintió que le metían la mano en el bolsillo y se quiso rebelar pero no sabía bien como se hacía. Había creado su asociación pero para organizarse ante el Estado, para poder participar con cierto conocimiento de los Consejos de Salarios, para exonerar carga impositiva, para cambiar la factura por la boleta de control y canje, pero jamás, se le pasó por la mente que la otra parte de su propio ser, "la compañía aérea", pudiese desconocerlo y agraviarlo escamoteándole la comisión. No estaba preparado para eso.

De ahí en más, los aparatitos que él mismo se ocupó de traer como novedad, se fueron encargando de birlarle otra parte importante del negocio: esos aparatitos se convirtieron en competencia y en algunos casos no ponen garantía, ni aval ni rinden cuentas pero venden viajes.

Como si eso fuera poco, "la compañía aérea" le empezó a tirar con el abecedario por la cabeza y le creó la Sara, la Yolanda y todas las clases que se le pudieron ocurrir y le flechó drásticamente el mercado con tarifas prmocionales a las que les resguarda, apenas unas butaquitas.

Entonces ahí anda, intentando reacomodarse. Pero solo no puede, entonces va a la asociación, pero ahí también cambió la cosa, no tienen tiempo, están en la misma, tratando de reacomodarse.

Con el restito, pensó en contratar una consultoría pero, ninguna lo convence. Las del Norte, están a la vista, entonces, preguntó por aquí. Está intentando ubicar la que le recomendaron. Le dijeron escuetamente: "llamá al Consejo de Ancianos, son especialistas en el know how del error...".

Portal de América

Comentarios  

Como fosil de finales de los 60/principios de los 70 del siglo pasado y retirado de la profesion desde hace mas de 20 años, este articulo cuyo contenido comparto totalmente me retrotrajo a epocas mucho mejores que me recuerdan el "todo tiempo pasado fue mejor" de mi viejo y mis abuelos.

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