¿Hay una Argentina insondable…?
Martes, 17 Abril 2012 21:43

¿Hay una Argentina insondable…?
Cometiendo quizás, un acto de intromisión infrecuente en nuestro estilo editorial, nos permitimos "copetear" este artículo de nuestro compañero, el Doctor Luis Alejandro Rizzi. Lo hacemos para comentar que se trata de un trabajo de una gran actualidad y como hecho a medida para aquellos que un día si y otro también, confiesan no entender la realidad argentina. Cedemos este espacio editorial pues nos interesa multiplicar la posibilidad de lectura de la reflexión de nuestro columnista, quien, aprovechamos a recordar, tiene suficiente  autoridad para abordar estos temas, como profesional del derecho, como periodista de economía (además de espcecializado en transporte aéreo)y como argentino. El Director
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por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires

Eduardo Mallea habló de la Argentina invisible o secreta;  también se habló del país real, expresión que creo perteneció a Marcelo Sanchez Sorondo, ésta última en oposición al  llamado “País legal"; se habló del "diario de Yrigoyen"  que describía un país imaginario en el que todo iba bien…  Ahora se habla del "relato", descripción fantástica  de una realidad ficticia, maniquea, en la que el final feliz está al alcance de la mano si no fuera por los "malos" llamados generalmente como "la mafia" que siempre encuentran en el sino de la fatalidad, el modo de alejarnos de la felicidad total.

Obviamente el relato es siempre voluntarista y para tener visos de credibilidad debe provenir del poder, por la sencilla razón que por lo menos una parte de la gente les cree a los funcionarios especialmente cuanto mayor es su jerarquía.

Recordemos aquella frase de Lincoln cuando dijo se puede engañar a todos durante un tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo  pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Siempre están los que creen a la autoridad o al poder o los que se dejan engañar todo el tiempo.

En uno de sus significados o acepciones, el relato  es “cuento”. En el relato coincide entonces  la fantasía con parte de la realidad.

El Cid realmente fue un guerrero  castellano del siglo XI, pero la leyenda lo hace ganar batallas aún muerto: he ahí la fantasía.


La fantasía tiene que ver con la imaginación, no con la realidad.

“Él” forma parte de ese relato que se pretende convertir también en leyenda.

A veces los malos son identificados con nombre y apellido, a veces se los estigmatiza bajo las más crueles descalificaciones.
El mérito siempre está de un solo lado. Lo cierto es que no hay otro lado, no existe “el otro”.

La Argentina o mejor dicho los "argentinos", llamados "todos y todas", somos indescifrables, tenemos la "virtud" de no aprender de la experiencia y de insistir en el cultivo de lo que Roberto Gil, allá por el sesenta, llamaba " las mejores peores malas costumbres argentinas".

La lealtad se entiende como sumisión, que es la peor de las deslealtades y a la vez un lucrativo negocio; la autoridad, cualidad del poder, se entiende como sinónimo de prepotencia; se confunde el principio ético  del ejercicio del poder, en cuanto  a que el fin impone medios, con que el fin justifica los medios; el abuso reemplazó a los usos; la tolerancia, la prudencia y la caridad que son verdaderas acciones, se confunden con la inacción, con la estupidez y con la dádiva, es decir, con conductas degradantes.  A la debilidad se la disimula con el monólogo compulsivo y al diálogo como medio normal de resolución de los conflictos, se lo considera como muestra de inseguridad personal e inferioridad cultural.

Solo dialogan según esta visión los vagos, los oportunistas, los estúpidos o los ignorantes.

La ley la  acomodamos  a nuestras pretensiones y a los fines que tenemos en vista. Un mismo hecho merece las más diversas y opuestas calificaciones, por ello el corte del puente Fray Bentos-Gualeguaychu realizado por  los compañeros y compañeras  fue legítimo, pero  los cortes hechos en Santa Cruz o el corte hecho por opositores son destituyentes.

La agresión se convierte en derecho  pero  el ejercicio de un derecho se  considera como agresión.

La duda es ¿existe esa  Argentina que llamamos a modo de reserva, invisible, secreta o real? ¿o es que esa llamada Argentina oculta, sumergida, insondable es en definitiva la muestra cabal de una idiosincrasia real...?.

Las encuestas mostrarían que los argentinos somos utilitarios, si la economía va bien o aparenta ir bien porque facilita el consumo, -lo que no es un signo de bonanza-, dejamos muy relegados los  comportamientos éticos, como ocurrió en el 90 con la convertibilidad, en 1999, la promesa de su mantenimiento facilitó el triunfo de la alianza y desde 2003 esta suerte de fiebre uterina por el consumo.  

La ética parecería jugar como arma o mejor dicho como justificativo, la usamos cuando estamos descontentos, parecería que es un artículo de consumo selectivo: nuestra ética estaría muy asociada al bolsillo o a las conveniencias personales y circunstanciales. Cultivamos la ética de la “oportunidad” o como lo dice Beatriz Sarlo “…Una cultura del "todo vale" se compatibiliza bien con un capitalismo del todo vale, empezando por la corrupción y los negocios de amigos. Es complicado hacer un corte entre el tardocapitalismo y su cultura. El fracaso de otro tipo de organización económica ha demostrado su incompatibilidad no sólo con la democracia sino también con el crecimiento….”

Sin abrir juicio y esperando los resultados de “un debido proceso”, parecería que muy  poco impactó  en la gente lo que, por ahora, serían “presunciones” sobre la relación del Sr Amado Boudou, Vicepresidente de la Argentina, con la compra por interpuesta persona o en beneficio de “amigos” de una empresa gráfica con capacidad para imprimir billetes, no de lotería, sino de “$$$$” emitidos por el Banco Central Argentino.

Tampoco esos hechos debilitaron la imagen de la Presidente Cristina que, si bien mostraría alguna declinación en la adhesión popular, ese descenso tendría que ver con el accidente ocurrido en la estación Once en una formación de TBA, conocida como “ferrocarril Sarmiento”.

Parecería que a la sociedad argentina, mejor dicho a todos nosotros, solo nos importa los resultados sin que nos interese el medio usado para obtenerlos, a lo sumo recurrimos al hipócrita “…por algo será…” se trate de vidas o cosas, valores o pesos…
La famosa “mano de Dios” fue un claro ejemplo.

Poco nos importa ponderar la “calidad de las decisiones” y sobre todo la “calidad de los resultados”.

Soportamos la mala calidad de casi todos los servicios públicos o sus carencias, incluidos los de educación y salud; aplaudimos “lo peor”, cuando reemplaza  a la nada, como esos servicios ferroviarios “reinaugurados” que circulan a no más de 30 o 40 Km por hora, con suerte y buen tiempo…

Resignadamente volvemos a las colas para poder llenar un tanque de 50 litros de nuestro auto y culpamos a las empresas sin preocuparnos por las causas de la escasez; se muestra conformidad con la “estatización de Aerolíneas Argentinas” sin preguntarnos si el dinero aportado por el estado merced a los impuestos y tasas que pagamos todos los ciudadanos y contribuyentes, podría tener mejor destino y así los ejemplos podrían continuar…hasta aburrir….

Los malos resultados no los atribuimos a la mala calidad de las decisiones políticas sino a la perversidad en general de los demás…cuyas  decisiones van dirigidas contra los argentinos o contra el país…

Hacemos culto del enojo y la desconfianza sin advertir que así estamos alimentando lo que llamaría “cultura del odio”; sustituimos la crítica entendida como “examen o juicio sobre algo” por la descalificación o desacreditación y ofensa.

En síntesis, confundimos el arbitrio con la arbitrariedad que es lo mismo que creer que el capricho es una forma legítima de la libertad…

Ya lo insinué en una nota anterior: en mi opinión la cuestión argentina es netamente “cultural”, o sea, no tenemos un sistema de ideas para ponderar valores y calificar conductas. Diría, parafraseando a Ortega, que no tenemos ni hemos tenido un sistema vital de ideas en los últimos cincuenta  o cien años.

No hemos sabido generar la profesión de “mandar”, nuestras elites no han sabido mandar, esa exquisita mixtura conformada por “convencer y obligar”.

También diría, siguiendo a Ortega, que  no hemos sabido buscar un “saber” que no es lo mismo que tener conocimientos de algo o sobre algo. Precisamente la “cultura” es un “saber”, un “saber” amplio y profundo sobre la existencia y la esencia de la vida.

Cuando se carece de cultura lo que no quiere decir ignorancia, -están los “sabios incultos”-se pierde la perspectiva de la vida y entonces se hace difícil discernir entre las necesidades. Cuando se pierde esa perspectiva se desea todo al mismo tiempo sin distinguir en los medios. Es el punto en que la gente se convierte en “oportunista”.

En una de sus acepciones “perspectiva” significa: “Visión, considerada en principio más ajustada a la realidad, que viene favorecida por la observación ya distante, espacial o temporalmente de cualquier hecho o fenómeno”.

Esa distancia que favorece la observación es precisamente “el saber cultural”.

Creo que viene a cuento lo que dijo Vaclav Havel en su discurso de año nuevo a fines del año 1989 “…En el día de hoy, nuestro peor enemigo está representado por nuestros propios defectos-la indiferencia por los asuntos de la comunidad, la vanidad, la ambición, el egoísmo, las pretensiones personales y la rivalidad-. La batalla principal aun nos espera en este campo”. Es lo que llamo “saber cultural”.

La vida se vive a partir de  la cultura que es lo que nos diferencia de la vida animal.

El hombre aprovecha o debería aprovechar lo que hizo el hombre anterior, el animal siempre vive a partir de su propia experiencia, podrá tener instinto, podrá incluso pensar, pero carece de la posibilidad de hacer perdurar su cultura. No puede transmitir lo que sería “su saber”.

Solo la cultura, lo reitero, nos ayuda y nos forma para poder determinar la importancia o el valor de lo “valioso” valga la expresión, o dicho con más simpleza el valor de las acciones y de las cosas, para saber cuáles son las más estimables o deseables.
Los argentinos carecemos de un sistema vital de ideas y eso lo experimentamos con solo salir a la calle y ver cómo se transita y circula, ver la suciedad en las calles o el destrozo de todo lo que es público.

Parecería que nuestra cultura es sinónimo de “desaprensión”, de falta de escrúpulos…o “…la cultura del todo vale…”
Vuelvo a la pregunta ¿Cuál es la Argentina invisible, secreta,  real o insondable…?.

La pregunta se puede hacer de otra forma: ¿Existe una Argentina, invisible, secreta, real o insondable…?.

O somos así…simplemente “oportunistas”…(1)lo que tendría una explicación en las corrientes de inmigrantes que llegaron a la Argentina. Los inmigrantes acaso, ¿no venían atraídos  por la “oportunidad” que no tenían en sus países…?.

Humanamente es comprensible que  quienes vienen del sufrimiento y de la escasez extrema busquen el mayor beneficio posible y que para ello se sacrifiquen como lo hicieron la gran mayoría de ellos, sin pensar en principios ni convicciones, paradójicamente su objetivo es el beneficio.

Esto quizás explique la naturaleza de muchas de nuestras luchas y conflictos porque los inmigrantes traían un proyecto que era el de trabajar, pero ¿venían con el proyecto para hacer algo en conjunto…?
¿Cuál era el programa para   el mañana de los inmigrantes? Pues trabajar y lograr el mayor beneficio. Unos lo lograron otros no, pero esa es otra historia.
Cortes Conde en “Progreso y declinación de la economía Argentina, del FCE en la pag. 19 y 20 lo explica así: “Los inmigrantes llegaban atraídos por la posibilidad de trabajar vastas extensiones de tierra…y muchos otros se quedaron en Buenos Aires y otros centros urbanos donde el ritmo febril de las inversiones generaba una inagotable demanda de mano de obra…”.

A modo de conclusión diría que los inmigrantes han convergido su cultura del “oportunismo” con la cultura de los nativos o criollos o como se quiera llamar a la escasa población preexistente en especial los “porteños” que vivían del “oportunismo” del puerto de Buenos Aires donde se cobraban los impuestos al comercio (nos quejamos de Moreno)  que era el único puerto marítimo.
Cortes Conde  nos cuenta que con una población  mayoritariamente de origen europeo, con altas expectativas-lo que yo llamo “oportunismo”- y experiencia se facilitó la formación o creación de sindicatos poderosos que obviamente elevaron los costos del trabajo restando competitividad a la industria local.  Hubo interes sectorial y oportunista.

Lo que pasa es que el oportunismo es efímero y quizás por ello padecemos crisis cada diez o 15 años, 73, 83/90/2001/2002 y ahora parecería que estamos gestando la próxima…si es que no aprendemos….

Lo cierto, para mí, es que no hay una Argentina invisible o secreta hay una Argentina que hace culto del oportunismo en todos sus niveles, políticos, gremiales, culturales, familiares, etc.

Es probable que esa cultura genere en nuestras elites lo que Beatriz Sarlo llama en la nota publicada en LA NACION “La era de la desfachatez”(2) que comienza con el siguiente párrafo: “Una historia futura del costumbrismo político podría ubicar el reciente discurso de Boudou como el comienzo explícito de la "era de la desfachatez". Me atrevería a discutir esa fecha fundacional. Boudou merece pasar a la historia, pero el suyo no es el primer capítulo. Su performance decadente y toda su personalidad pública son producto de algo que viene de más lejos. Por cierto, esto no lo exime moralmente, porque eligió ser lo que es….”

Vivimos del artilugio, ¿cuántas veces hemos reformado la constitución para incumplirla mejor…?.

No es ni bueno ni malo ser oportunista…  “…dale que va….dale nomás…que allá en el horno…nos vamos a encontrar…”.

Keynes lo dijo con otro nivel, en el largo plazo, todos estaremos muertos…es otra forma de oportunismo….

El oportunismo es nuestra forma de ser…Dios nos juzgará…



1. Oportunismo según la RAE: Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.
2. Desfachatez.  Descaro, desvergüenza.


Portal de América

Comentarios  

Rizzi describe a la realidad argentina mejor que nadie.

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